EL LEGADO DE RAMÓN Y CAJAL Y LA REFORMA DE LA LEY DE LA CIENCIA (versión ampliada del artículo publicado en Infolibre, 28 de julio de 2022)

1 La reforma de la ley de la ciencia, en el año de investigación Cajal

El pasado martes 19 de julio, el Senado aprobó la reforma de la ley de la Ciencia, la Tecnología y la Innovación (la ley 14/2011), pero introdujo en el texto que llegó del Congreso una enmienda polémica, a propuesta del grupo parlamentario del Partido Popular, apoyada por varios grupos. En realidad, la enmienda tiene su origen en una propuesta de la CRUE y de la red de centros de investigación de excelencia SOMMa, como luego explicaré. La aprobación de esa enmienda, que entra dentro de la competencia propia del Senado como Cámara de segunda lectura, tal y como está previsto en nuestra Constitución y en el reglamento de las Cámaras, obliga a que el texto vuelva al Congreso para su aprobación definitiva. En el tercer y último apartado, propondré una interpretación sobre el significado y alcance de ese vericueto parlamentario.

Antes de explicar el sentido y alcance que a mi juicio supone esa enmienda, en relación con los objetivos que se propone la ley, quiero situar esta reforma legislativa, que no es precisamente algo improvisado. En realidad, era un proyecto pendiente desde que dirigió el ministerio de Ciencia su anterior titular, Pedro Duque y aun se puede añadir que se trata de un proyecto muy necesario, en opinión generalizada en la comunidad científica e investigadora. En efecto, desde que se aprobó la ley anterior, la ley 14/2011, han transcurrido más de diez años. Diez años es hoy un período demasiado amplio, con arreglo a la velocidad que impone el ritmo continuamente acelerado de las tecnologías, gracias a la capacidad de innovación que nace del desarrollo vertiginoso de la investigación científica, esto es, de la propia ciencia. Era evidente, pues, la oportunidad, incluso la necesidad, de realizar esta reforma. La ley obtuvo en el Congreso un amplísimo respaldo, tras un detallado debate en Comisión, y se aprobó sin votos en contra. Personalmente, confío en que el gobierno y la actual ministra, Diana Morant, que entendió muy bien la prioridad de esta reforma para el futuro de nuestra sociedad, la vean culminada en las próximas semanas, tras el paréntesis de las vacaciones parlamentarias.

En todo caso, conviene señalar que el impresionante desarrollo de la ciencia y la tecnología al que asistimos hoy, no es estimulado sólo por el sector público que, en sociedades democráticas, se supone vinculado al interés común, sino en gran medida guiado también por los intereses de las grandes empresas, algo consecuente con el modelo de economía de mercado. Frente a la concepción ingenua que vincula el afán de avance en el conocimiento con el ideal puro de la verdad, algunos nos han recordado que detrás de los avances, de las revoluciones científicas (Kuhn) hay intereses particulares que los guían. Lo explicó muy bien Habermas y lo ha recordado Boaventura Santos, en un ensayo de lectura muy recomendable publicado el pasado 17 de julio, en El Espectador.

Acabamos de comprobar la conjugación de esos dos motores del avance científico -una vez más, en proporción muy desigual-, con ocasión del magnífico esfuerzo gracias al cual se nos ha provisto, en tiempo récord, de vacunas eficaces frente a la pandemia. Porque conviene señalar que las patentes de esas vacunas no han sido cedidas como bienes comunes puestos al alcance de todos los que lo necesitan, sino que han permanecido en el dominio de las corporaciones que invirtieron en su investigación, procurándoles así enormes beneficios. Es el mercado, claro, nos dirán. Una respuesta que a muchos nos parece insuficiente y particularmente injusta cuando hablamos de algo que, por la importancia y el alcance universal de lo que está en juego, no debería quedar exclusivamente supeditado a los principios de competencia y beneficio. Por eso entendemos que, si no al margen de la lógica del mercado, estos resultados deberían quedar sujetos a una clara regulación que ponga límites y garantice prioridades, en aras del bien común. Y me excuso por recordar que así debería ser para guardar coherencia con algo bien sabido: la prioridad de lo común tiene que ver con la característica básica del conocimiento científico, clave de la mejor manera de entender el progreso humano que ha sido destacada por la mayoría de quienes han hecho contribuciones relevantes a ese modo de saber: la ciencia debe estar al servicio de un ideal universal, al beneficio de la humanidad. Y también por eso, la comunidad científica debe ser una comunidad abierta.

Pues bien, eso es, precisamente, a mi entender, uno de los elementos más destacados de lo que podríamos llamar “el legado de Ramón y Cajal”, concretamente a propósito del significado social de la ciencia y de las características de lo que podríamos llamar la gestión política de la ciencia. Creo que es un asunto sobre el que vale la pena reflexionar precisamente a propósito del debate en torno a la ley, porque esta reforma, indispensable para nuestro país, tiene lugar en 2022, declarado por el gobierno, año de investigación Ramón y Cajal, en homenaje al más universal de nuestros científicos, que recibió en 1906 el premio nobel de fisiología y medicina. 

2. Sobre el legado de Cajal: la gestión política de la ciencia

El propio Cajal nos dejó buen testimonio de su juicio sobre estas cuestiones, en ensayos como Reglas y consejos sobre la actividad científica. Los tónicos de la voluntad o, con un punto de humor negro, en El mundo visto a los ochenta años. Impresiones de un arterioesclerótico. Son también numerosos los ensayos de historiadores de la ciencia y las biografías del nobel que, lógicamente, prestan atención a ello. En estas líneas me inspiro en particular en los recogidos en el volumen Cajal: una reflexión sobre el papel social de la ciencia (Zaragoza, 2006), que coordinó Jose Carlos Mainer por iniciativa de la Fundación Fernando el católico; por ejemplo, en los trabajos de Jose Manuel Sánchez Ron y Carlos Forcadell.

Todos los especialistas coinciden en subrayar que el motor de su trabajo intelectual fue lo que se ha llamado su patriotismo científico, esto es, es su convicción de la necesidad de impulsar en España el desarrollo de la investigación científica, para conseguir sacar a nuestro país del atávico retraso en que se encontraba, para construir un futuro mejor, distinto, para ese país que tanto amaba. Un amor sólo comparable al que profesó por la ciencia. Por eso, para Cajal, el progreso de la ciencia debe ser una prioridad capital de la política. Cajal, como recuerda Sánchez Ron, entiende que «el poderío militar y político y la prosperidad intelectual e industrial suelen ser cosas solidarias, como ramas brotadas del mismo tronco», y, por ende, políticos han de ser los remedios (las «terapéuticas» escribe), propuestos para conseguir «la elevación científica y cultural» de la sociedad española. Eso explica por qué, si bien rechazó la propuesta de hacerse cargo del ministerio de Instrucción Pública, no declinó importantes tareas al frente de instituciones públicas, como la Junta de Ampliación de Estudios, el Instituto Nacional de Higiene Alfonso XIII o, lo que resulta menos conocido, su trabajo como senador en la legislatura 1910-1911.

Precisamente los diarios de sesiones de esa legislatura, que he podido consultar gracias a la eficiencia del magnífico servicio de documentación del Senado, ofrecen el testimonio de las intervenciones de Cajal, en noviembre y diciembre de 1910, con ocasión de la discusión de los presupuestos del Estado de 1911. En ellas queda de manifiesto su sentido de lo público, de la importancia de la inversión en ciencia, así como de la necesidad de control del presupuesto destinado a instituciones científicas. Pero también son reflejo de su concepción acerca de la gestión política de la ciencia y del papel que un científico, un intelectual, debe asumir, si se implica en el terreno de la política activa.

Al objeto de mi comentario, me detendré sólo en la sesión del 26 de noviembre de 1910 (Diario de Sesiones del Senado, nº 75, pp.1219 ss), en punto al debate sobre la sección 7ª del presupuesto de gastos del ministerio de Instrucción pública y Bellas artes para 1911. Cajal intervino en primer lugar para defender la necesidad esa partida presupuestaria, habida cuenta de la importancia que a su juicio tenía la Junta de ampliación de Estudios para el impulso de la ciencia en España, convencido como estaba de que no había progreso posible sin avances significativos en la investigación científica y que, para ello, como insistió en numerosas ocasiones, era preciso «europeizar a los profesores, con lo cual se europeizará a los discípulos y así a la nación entera». Con palabras que bien podrían ser escritas hoy,  nuestro nobel ya había manifestado reiteradamente su preocupación por la sangría que suponía para el país el hecho de que lo mejor de las nuevas generaciones, después de haber sido formadas con no poco esfuerzo público, descartara dedicarse a tareas científicas, por la precariedad en que se encontraba la ciencia: “¿consentiremos que el novel investigador pida a cualquier otra profesión el pedazo de pan que les rehúsa la ciencia pura, perdiendo el Estado el fruto de sus sacrificios?”.

Cajal sostiene también, con la mayor cortesía y firmeza la autonomía de la Junta de Ampliación de Estudios en las decisiones que tocan a los candidatos y a la dotación de las ayudas, y confronta su tesis con las del propio ministro de Instrucción pública y Bellas artes, D. Julio Borell y Cuéllar. El ministro, con no menos cortesía y firmeza, reivindica que, puesto que la responsabilidad política es suya, debe tener una competencia de tutela y decisión respecto a los acuerdos de la Junta. Hay que decir que hoy causa envidia la oratoria parlamentaria en estas discusiones presupuestarias que, lejos de estereotipos al uso, sabe conjugar un exquisito, incluso excesivo tono formal, con el manejo riguroso de datos y estadísticas.

El argumento del ministro es todo, menos improcedente: bienvenidos los sabios, que juegan un papel necesario en la gestión de la ciencia, pero es fundamental el control de cómo administran los recursos públicos que se han puesto en sus manos. Y, sobre todo, en última instancia, se trata de decisiones políticas que corresponden a quien ha sido elegido para adoptarlas. El ministro está, pues, muy lejos de los conocidos dicterios que los aparatchiks de los partidos suelen arrojar sobre los intelectuales, como “cabezas de chorlito”. La argumentación del ministro se sitúa lejos también de la muy habitual y despectiva referencia a la soberbia y a la pretendida “superioridad moral” de los intelectuales, argumentos frecuentes en quienes parecen haber interiorizado como el catecismo la lógica de los aparatos internos de los partidos con menor tradición -o vocación- democrática interna y que ven con reticencia y sospecha la presencia en órganos de decisión política -gobiernos, parlamentos- de quienes no se han formado desde temprana edad bajo los principios de observancia jerárquica, férrea disciplina y cierre de filas ante las instrucciones de los mandos. Máxime si quienes así se pronuncian no han conocido prácticamente otro mundo -no han tenido trayectoria laboral significativa-. fuera de una militancia interna, que se parece demasiado a un coto vedado para quienes no tengan pedigree partidario. 

El ministro, junto a esas reticencias, deja muy claro que respeta el gran valor de la presencia de Cajal en la discusión pública. Por su parte, Cajal, de cuya valía intelectual era imposible dudar, pone de manifiesto el buen fundamento de su modelo de gestión política de la ciencia: las líneas políticas, el programa, corresponden al gobierno. Y él está de acuerdo con ese programa, razón por la que acepta estar presente activamente en política. Pero no dejará de defender lo que considera el mejor criterio, la adecuación a objetivos científicos, a la hora de decidir sobre los destinatarios y términos de las ayudas de la Junta.

3. Condiciones laborales dignas y excelencia en la investigación

Pero es el momento de analizar la razón de ser y el impacto de la enmienda aprobada en el Senado. Vaya por delante mi acuerdo con los argumentos que sostuvieron los portavoces de ciencia e innovación del grupo parlamentario socialista en el Senado, los senadores Zubeldia y Latorre, cuando explicaron el sentido y alcance de la reforma propuesta por el Gobierno. El objetivo de esta reforma, subrayaron, es garantizar los derechos laborales a los jóvenes investigadores, dignificar sus condiciones de trabajo. Junto a ello, se trata de superar los déficits de nuestro sistema de ciencia detectados por los agentes del propio sistema y por organismos internacionales: así, disminuir los trámites administrativos en la gestión científica y garantizar una financiación pública estable y progresiva de la I+D+I para alcanzar el 1,25% del PIB en 2030, de conformidad con el Pacto de la Ciencia y la Innovación, que como ya he recordado, cuenta con un amplio respaldo político y social. Hay que destacar que el proyecto del gobierno incorporó finalmente en el Congreso más de 100 enmiendas de otros grupos.

El punctum dolens es la disposición adicional décima de la ley, sobre la figura del contrato laboral indefinido, vinculado al desarrollo de las actividades científico-técnicas para personal de investigación. Esta es la disposición que fue modificada como consecuencia de la aprobación de la enmienda 79, introducida por el Grupo Parlamentario Popular en el Senado y que recibió el apoyo de los senadores de Vox, PNV, Junts, UPN y ERC (que había votado a favor de la misma disposición en el Congreso). 

A mi entender, debe matizarse la polémica, porque creo preciso reconocer que la enmienda no tiene sólo una motivación partidista, por mucho que hay que reconocer también que algunos partidos la han utilizado como una ocasión para castigar al gobierno. Pero hay argumentos para sostener las posiciones enfrentadas, que resumo a continuación.

Las críticas a esta disposición llegaron sobre todo desde la red SOMMa, de centros de excelencia de investigación y también por parte de la CRUE, al entender que la introducción de la figura del contrato laboral indefinido supone limitar la posibilidad de contratación en el caso de los proyectos competitivos europeos que, por sus características, no admiten la figura del contrato indefinido y optan así por un modelo que lleva a encadenar contratos temporales. He de decir que los representantes de esos centros mantuvieron reuniones con los grupos parlamentarios (yo mismo recibí a la presidenta y al vicepresidente de esa red, como presidente de la Comisión del Senado) y la CRUE envió a todos los grupos parlamentarios en el Senado un manifiesto con su posición contraria a la introducción de contrato indefinido. Matizaré, por cierto, que la presidenta de la red SOMMa se ha pronunciado pública e inequívocamente contra la precariedad laboral de los investigadores. En todo caso, los defensores de la enmienda sostienen que el modelo de contrato indefinido generalizado en los proyectos competitivos supondría una rigidificación del sistema, un modelo de funcionarización, inadecuado a las características de los proyectos competitivos de investigación y desde luego a los de fondos europeos.

Todo ello redundaría en costes inasumibles para los centros de investigación (y no digamos para las universidades, se subraya) y, por tanto, en una pérdida de competitividad en los proyectos, vector fundamental del avance científico especializado. La CRUE insiste en dos argumentos: el modelo de contrato indefinido llevaría a dobla el coste de indemnización, frente a los costes del contrato temporal y, además, el aumento de los despidos exigiría Expedientes de Regulación de Ocupación, que estarían condicionados a las decisiones del comité de empresa.

Específicamente, el senador Reniu, que intervino en nombre de ERC -por lo demás, un reconocido profesor e investigador en ciencia política- justificó su cambio de postura alegando que lo que pretende su partido es que el debate se centre en lo fundamental: la dotación de fondos estatales suficientes para financiar las líneas de investigación que sustentan los contratos de los científicos, algo que a su entender, no estaría suficientemente explícito en la ley. Nada de eso fue alegado por ERC en el Congreso, sin embargo.

Por su parte, el gobierno, los grupos parlamentarios que lo apoyan, el sindicato CCOO y asociaciones de investigadores jóvenes, han insistido en argumentos que, a mi juicio, tienen mayor peso. El asunto de fondo es que el sistema de ciencia no puede ser ajeno al modelo de reforma laboral aprobado por las Cortes generales, porque se trata de acabar con la generalizada condición de temporalidad que afecta sobre todo a científicos jóvenes, pero que, como consecuencia de la práctica de encadenar contratos temporales, les alcanza frecuentemente hasta los cuarenta años. La introducción del contrato indefinido, garantiza estabilidad en el puesto de trabajo y mejores condiciones laborales en los términos de indemnización por despido, o a la hora de recibir ayudas de guardería o de comida. El sindicato CCOO sostiene que la diferencia son ocho días de sueldo anuales en las indemnizaciones por despido. Con un contrato temporal, son 12 días por año trabajado. Con uno indefinido, serían 20. CCOO asegura que hay entre ochocientos y mil euros de diferencia por investigador entre uno y otro. “Cuesta creer que un incremento de menos de 1.000 euros por año en las indemnizaciones por despido en proyectos, típicamente, de más de 500.000, euros suponga un quebranto para ninguna institución”, sostienen. Por lo demás, si se mantuviera la enmienda aprobada en el Senado, se calcula que los contratos indefinidos alcanzarían al 30% de los investigadores (y personal técnico y de gestión), mientras que con el texto aprobado en el Congreso los contratos indefinidos alcanzarían el 70%. El texto de la ley tal y como llegó del Congreso no impide despedir a investigadores cuando la línea de investigación deja de tener financiación, pero penaliza esos despidos con una indemnización mayor. 

No es simple la disyuntiva. Pero a mi juicio, es difícil discutir la tesis de que la ciencia será mejor si las condiciones de trabajo son estables y dignas. Salvo que admitamos el razonamiento paleoliberal, a mi jjuicio, falaz, de que en aras del progreso debemos seguir aceptando recortes importantes de derechos, con discriminaciones que, además, cuentan con sesgo de género. A mi entender, esa no puede ser nuestra opción. Se trata de encontrar soluciones que, desde el imprescindible reconocimiento de la igual dignidad en derechos, garanticen el progreso científico y tecnológico. Creo que esta ley consigue una razonable conciliación de esas exigencias y espero que la enmienda sea rectificada en su nuevo paso por el Congreso.

PRESENTACIÓN EN EL PLENO DEL SENADO DEL PROYECTO DE LEY DE LA CIENCIA, LA INNOVACIÓN Y LA TECNOLOGÍA, 19 de julio de 2022

Señorías,

Este año 2022, como saben todos Vds., fue declarado oficialmente por el gobierno <año de investigación Ramón y Cajal>, en honor de quien recibiera el premio nobel en 1906. En 2022 se conmemora, en efecto, el 170 aniversario de su nacimiento en la localidad navarra de Petilla de Aragón y el centenario de su jubilación como profesor. Es un buen marco para debatir el proyecto de ley por el que se modifica la ley 14/2011 de 1 de junio, de la Ciencia, la Tecnología y la innovación

Por acuerdo de la Comisión de Ciencia, innovación y Universidades, en su sesión celebrada el 14 de julio, me corresponde el honor de someter a la consideración del Pleno del Senado el dictamen sobre este proyecto de ley.

Creo que, en primer lugar, es de justicia agradecer su trabajo a todos los miembros de la Ponencia y de la Comisión, a los servicios de la Cámara y en particular al señor Letrado.

El Proyecto, que se tramita por el procedimiento de urgencia, tuvo su entrada en esta Cámara el día 1 de julio de 2022, fecha asimismo de su publicación en el Boletín Oficial de las Cortes Generales.

El plazo de presentación de propuestas de veto y enmiendas terminó el día 7 de julio de 2022.

Las enmiendas presentadas fueron 141. Su distribución es la siguiente:

36 de los Senadores González-Robatto Perote y Marín Gascón y la Senadora Merelo Palomares del Grupo Parlamentario Mixto;

5 de los Senadores Muñoz Lagares y Sánchez López del Grupo Parlamentario Democrático (Ciudadanos, Agrupación de Electores “Teruel Existe” y Partido Regionalista de Cantabria);

31 de la Senadora Castellví Auví y del Senador Cleries i González del Grupo Parlamentario Nacionalista en el Senado Junts per Catalunya-Coalición Canaria/Partido Nacionalista Canario;

1 del Senador Vidal Matas y 16 del Senador Gómez Perpinyà, ambos del Grupo Parlamentario de Izquierda Confederal (Adelante Andalucía, Més per Mallorca, Más Madrid, Compromís, Geroa Bai y Agrupación Socialista Gomera);

8 del Grupo Parlamentario Vasco en el Senado (EAJ-PNV),

1 del Grupo Parlamentario Esquerra Republicana-Euskal Herria Bildu (GPERB)

y 43 del Grupo Parlamentario Popular en el Senado.

El Gobierno, con arreglo a lo dispuesto en los artículos 134.6 de la Constitución y 151 del Reglamento de esta Cámara, manifestó su disconformidad con la tramitación de las enmiendas números 1, 3, 5, 34, 35, 43, 44, 51, 78, 124, 127, 137, 139 y 140,.

La Ponencia ha estado integrada por los senadores D. Antonio Alarcó Hernández (GPP), D. Emilio Argüeso Torres (GPMX), D.ª Assumpció Castellví Auví (GPN), D.ª María Fernández Álvarez (GPS), D. José Latorre Ruiz (GPS), Dª. María Rosa Peral Díez (GPV), D.ª María Ponce Gallardo (GPD), D. Josep Maria Reniu Vilamala (GPERB), D. Juan José Sanz Vitorio (GPP), D. Vicenç Vidal Matas (GPIC) y D. Alejandro José Zubeldia Santoyo (GPS).

La Ponencia, tras reunirse el día 12 de julio de 2022, emitió su Informe, en el que acordó, por mayoría, no introducir enmiendas en el texto remitido por el Congreso de los Diputados. Asimismo, acordó, por unanimidad, en relación con diversos errores de índole técnica, terminológica y gramatical detectados en el referido texto, y a la vista de la nota del Letrado, efectuar las oportunas correcciones, que no tienen la naturaleza de enmiendas a los efectos de lo dispuesto en el artículo 90.2 de la Constitución.

La Comisión se reunió para dictaminar el día 14 de julio de 2022 y acordó aceptar como dictamen el texto propuesto por la Ponencia en su Informe, que no introduce modificaciones en el remitido por el Congreso de los Diputados.

A este Dictamen se han presentado 7 votos particulares:

De los Sres. González-Robatto Perote y Marín Gascón y de la Sra. Melero Palomares (GPMX), correspondiente a las enmiendas 88 a 123.

De los Sres. Sánchez López y Muñoz Lagares (GPD), correspondiente a las enmiendas 2 y 4.

De la Sra. Castellví Auví y del Sr. Cleries i Gonzàlez (GPN), correspondiente a las enmiendas 7 a 33 y 36.

Del Sr. Gómez Perpinyà (GPIC), correspondiente a las enmiendas 125, 126, 128 a 136, 138 y 141.

Del G. P. Vasco en el Senado (EAJ-PNV), correspondiente a las enmiendas 80 a 87.

Del G. P. Esquerra Republicana-Euskal Herria Bildu, correspondiente a la enmienda 6.

Del G. P. Popular en el Senado correspondiente a las enmiendas 37 a 42, 45 a 50, 52 a 77 y 79.

Señorías, he evocado el año Cajal. He aprovechado estos días para leer sus intervenciones en el Senado, en noviembre y diciembre de 1910. Les invito a hacerlo, porque son muy aleccionadoras y sus argumentos continúan interpelándonos hoy, por más que resulta indiscutible cuánto hemos avanzado en las reivindicaciones de Cajal para que la ciencia arraigara sólidamente en nuestro país. No creo que sea una anécdota aislada el hecho de que dos mujeres científicas españolas, la bioquímica IRENE MIGUEL ALIAGA y la inmunóloga CAROLA GARCÍA DE VINUESA, hayan sido reconocidas en este año -junto al neurobiólogo OSCAR MARÍN- como fellows de la Royal Society de Londres, donde unen sus nombres a los de algunos de los científicos más prestigiosos de la historia, como el propio Ramón y Cajal.

Confiemos en que nuestro debate contribuya a que esta Ley de la Ciencia ofrezca un nuevo y positivo impulso en la consolidación de la ciencia, esa ciencia que el mismo Ramón y Cajal, en bellísima definición, llamó “la poesía de la verdad”.

TOMÁS VIVES: UN JURISTA SABIO, UNA PERSONA EXTRAORDINARIA (obituario en El País, Comunidad Valenciana, 10 de julio de 2022)

Esta mañana de domingo de julio nos ha traído una triste noticia que nos sume en duelo, la muerte de Tomás Vives Antón. Desaparece así un gran jurista, pero también una figura pública de primer orden, por sus relevantes contribuciones a la cultura del Estado de Derecho, de la democracia, de las libertades.

Con toda seguridad, podremos leer en estos días homenajes de quienes le conocieron bien, en la Universidad, en la judicatura, en la política. Redacto estas líneas apresuradas desde la confianza de que otros escribirán mejor que yo sobre la personalidad y la obra científica y jurídica de Tomás, aunque no creo que con mayor admiración y afecto que yo.

En más de una ocasión, Tomás Vives evocó las palabras de Antonio Machado para que nuestro país dejara de ser “ese burgo sórdido” que decía el poeta y fuera posible asentar una democracia de calidad. Tomás luchó personalmente por ese ideal, desde los tiempos del franquismo en los que, como joven fiscal, colaboró en la formación de Justicia Democrática y siempre a través de su trabajo docente e investigador como catedrático de Derecho penal, así como desde la asunción de importantes responsabilidades públicas en el Consejo General del Poder Judicial primero, entre 1990y 1995 y luego en el Tribunal Constitucional (1995-2004), del que fue vicepresidente.

Además de la figura del maestro, entendido como experto que profundiza en una rama o incluso en un aspecto muy concreto del conocimiento y ayuda a los demás a avanzar en ello, creo que Tomás tiene otra dimensión, la del sabio, a quien su ansia de conocer, de aprender, de estudiar y debatir con otros, le lleva más allá de su especialidad y a quien acuden buscando su mejor criterio personas de todos los ámbitos.

Tomás Vives fue ante todo un penalista sin el que no se puede explicar la doctrina y la práctica penales de la España democrática. Sus manuales, monografías y artículos científicos han sido estudiados por millares de estudiantes, profesores y profesionales del Derecho. Por no hablar de sus clases, de sus intervenciones en seminarios y reuniones científicas. Creó en torno a él una numerosa escuela de brillantes profesores y su influencia entre los especialistas de Derecho penal es enorme. Pero dejó también una huella perdurable en el ámbito de la doctrina y la jurisprudencia constitucionales, con libros de la entidad de La libertad como pretexto (1995) y con ensayos como el más reciente “Reivindicación de la concepción kantiana del derecho y el delito: tras la libertad” (2019). Por supuesto, a través de su contribución a fallos constitucionales en los que supo subrayar el alcance fundamental de la libertad como bien superior de nuestro ordenamiento constitucional, ya sea en el ámbito del asociacionismo político, en el de la libertad de expresión y, desde luego, en el de los límites del recurso al brazo punitivo, por ejemplo, en sus tomas de posición sobre la doctrina Parot o sobre la ilegalización de partidos políticos. Su crítica al populismo punitivo fue clarividente. En las páginas de El País, en 2015, advertía contra la tendencia a seguir “los dictados irreflexivos de ciudadanos encolerizados…(porque) resulta electoralmente más rentable que defender los derechos básicos, que constituyen los cimientos de la democracia”.

Quienes conocían a Tomás sabían de su interés y dedicación a cuestiones de filosofía política y jurídica, y es algo de lo que puedo dar fe, pues asistí y alguna vez participé en sus debates y trabajos con su querido amigo Manuel Jiménez Redondo, a propósito de tal o cual aspecto de la obra de Habermas, o de Rawls, que conocía en profundidad desde una larga estancia de investigación en Frankfurt y más de una vez me dejó en apuros con sus genuinas preguntas sobre el fundamento filosófico -y las limitaciones jurídicas- que subyacían a alguna de las tesis de la Teoría de la justicia, o a la crítica de Habermas al liberalismo de Rawls.

Tomás recibió a lo largo de su carrera muchas y merecidas distinciones. Quiero recordar ahora dos de ellas: la Distinción de la Generalitat Valenciana por la defensa de los derechos y las libertades constitucionales (2019) y el Primer premio Ihering del Instituto de Derechos humanos de la Universitat de València, “por su excepcional trayectoria como jurista, que se ha distinguido por su contribución doctrinal a la defensa de los derechos y libertades fundamentales y por su trabajo profesional en los tribunales y en las más altas instituciones del Estado, en garantía de esos derechos”.

Todos los que le queremos y le admiramos, porque la admiración y cariño por Tomás son para siempre, nos unimos ahora en el mensaje de afecto y solidaridad a su compañera de vida -su esposa Cande-, a sus hijos Ana y Salvador, a sus nietos y a su familia y también a sus discípulos, compañeros y allegados.

AUTISMO, CON DIGNIDAD. UNA PROPUESTA (artículo de Javier Garcinuño y Javier de Lucas, Infolibre, 5 de julio de 2022)

El autismo es una realidad poco conocida, pero de la que hablamos con frecuencia y, con la misma frecuencia —según resulta fácilmente constatable—, se utiliza el término, coloquialmente, con una connotación despectiva o de reproche. De hecho, el Diccionario de la Real Academia Española, que reconoce los usos suficientemente asentados del lenguaje, su utilización por el pueblo, recoge una tercera acepción de la voz autista, de la manera siguiente: “Tercera acepción: Adjetivo. Dicho de una persona: Encerrada en su mundo, conscientemente alejada de la realidad”.

Sin embargo, la realidad científica y la experiencia social de las familias que conviven con personas afectadas por Trastornos de Espectro Autista (TEA), que se calcula son unos 70 millones en todo el mundo, es muy otra. Los TEA hacen referencia a un conjunto amplio de condiciones que afectan al neurodesarrollo y al funcionamiento cerebral, dando lugar a dificultades en la comunicación e interacción social, así como en la flexibilidad del pensamiento y de la conducta de la persona que lo presenta. Aunque bajo esa denominación se reúnen muy diversas manifestaciones, tienen en común que afectan a las habilidades para comunicarse y relacionarse con los demás. También se asocian a un patrón restringido y repetitivo de intereses, actividades y comportamientos, que inciden en la capacidad de la persona para anticiparse y adaptarse de manera flexible a las demandas del entorno. En algunos casos, se relacionan con la presencia de alteraciones en el procesamiento de la estimulación que proviene del entorno. Esto provoca que la persona pueda experimentar reacciones de hiper o hiposensibilidad hacia estímulos de las diferentes modalidades sensoriales (auditiva, visual, táctil, etc.).

Los TEA, a veces, están asociados a otros trastornos del neurodesarrollo, como la discapacidad intelectual o el trastorno por déficit de atención con hiperactividad. Pero en muchos casos no inciden en el funcionamiento intelectual global y así los afectados por TEA pueden tener un gran potencial cognitivo, aunque algunos de sus procesos psicológicos (como la cognición social, el lenguaje o las funciones ejecutivas) tengan un funcionamiento diferente e incidan en la manera en que la persona percibe, interpreta y se relaciona con el mundo que le rodea.

Lo que importa subrayar es que las personas afectadas por TEA tienen un riesgo muy elevado de sufrir procesos de rechazo, estigmatización y exclusión social, alimentados por la ignorancia y los prejuicios aún imperantes al respecto en buena parte de la opinión pública. Esto comporta no pocas limitaciones a su autonomía personal, al ejercicio de sus derechos, a su participación en la sociedad.

Afortunadamente, contamos con ejemplos de personas que no se resignan a la ignorancia y al prejuicio y luchan por eliminar esas barreras. Es el caso de Anabel Cornago, a la que bien se puede calificar como ejemplo de las <madres coraje> que se esfuerzan por conseguir una vida más plena y con total garantía de derechos a sus hijos afectados por el TEA. Anabel Cornago impulsó en la conocida plataforma change.org una campaña que en poco tiempo ha logrado reunir más de 70000 firmas, “Autismo con dignidad”, para conseguir que la Real Academia repare una injusticia que tiene su manifestación como tantas otras en el lenguaje, la que expresa la mencionada tercera acepción del diccionario. No se trata de una manifestación más de lo “políticamente correcto”, ni tampoco supone considerar que basta con no utilizar una palabra o expresión para que el problema desaparezca. No es un ejemplo de “cultura de cancelación”. El lenguaje —y lo sabemos muy bien los juristas, y también los parlamentarios, porque nuestra herramienta son las palabras— tiene esa función de configuración de la realidad social. Esta es, por tanto, una exigencia de dignidad, para devolver a esas personas su condición de agentes de pleno derecho de nuestra sociedad y promover, pues, una imagen que les devuelva sus esperanzas de autonomía y un reconocimiento al esfuerzo que han de asumir.

El senador socialista por Cáceres Javier Garcinuño, miembro de la Comisión del Senado para políticas integrales de discapacidad, mantuvo varias conversaciones con la señora Cornago y con otros representantes de familias de afectados por TEA y decidió promover una moción para que el Senado hiciera suya esa campaña, iniciativa que recibió el apoyo de la dirección del grupo parlamentario socialista. Preciso es consignar la importancia que tuvo para la tramitación de esta moción que el director de la Real Academia Española de la lengua, el profesor Santiago Muñoz Machado, recibiera a los dos firmantes de estas líneas, el propio senador Garcinuño y el senador De Lucas. Tras conversar con él sobre la tarea de la Academia en relación con el diccionario y sobre las posibilidades de acoger una moción sobre la mencionada tercera acepción, quedó claro para nosotros que lo más conveniente era promover la inclusión de una “marca” en esa tercera acepción, que dejase claro que ese uso es peyorativo, despectivo.

A juicio de los senadores firmantes de la moción, lo importante, en efecto, es contribuir a romper el estigma que pesa sobre las personas que padecen TEA y las consecuencias negativas para su reconocimiento y sus derechos. Somos conscientes de que eso no basta y que es necesario promover otras acciones por parte de los poderes públicos, significativamente en el ámbito de la educación y en el de los servicios sociales, por ejemplo, que contribuyan a rescatar esa dignidad. También en el ámbito de la comunicación, en el que existen ya algunas guías de estilo.

Ese fue el espíritu con el que el que el senador Garcinuño, como ponente, negoció con todos los grupos parlamentarios en la Comisión y defendió una versión transaccional que fue aprobada por unanimidad, reflejando así el sentir de la Cámara a favor de ese rescate de dignidad. Se trata de abrir camino y ayudar a las personas: algo que, a juicio de todos, da el mejor sentido a la actividad parlamentaria

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Javier Garcinuño es senador socialista por Cáceres

Javier de Lucas es senador socialista por ValenciaMÁS SOBRE ESTE TEMA

MELILLA, DESPUÉS DE LA DESOLACIÓN (versión ampliada del artículo publicado en Levante-EMV, 3 de julio de 2022)

Las brutales imágenes de violencia en la frontera de Melilla, que conocimos el viernes 24 de junio gracias a los videos difundidos por la sección de Nador de la principal asociación marroquí de defensa de derechos humanos, AMDH (pueden verse en su cuenta de twitter, @NadorAmdh), dejan sin aliento. Por violentos que fueran una parte de los centenares de inmigrantes que intentaron el salto (hay testimonios de que un buen grupo de ellos llevaba palos y piedras), nada puede justificar el uso absolutamente desproporcionado de la fuerza, el evidente maltrato y aun crueldad que protagonizó la gendarmería marroquí durante el enfrentamiento y, sobre todo, las faltas de respeto a la más elemental dignidad humana que se sucedieron después, con personas agonizantes, amontonadas unas sobre otras, sin la menor asistencia.

La condena internacional y la exigencia de investigación para evitar la impunidad

Pocos días después de los hechos, se ha producido un clamor internacional para que se lleve a cabo una investigación independiente, que impida que todo quede impune. Para esclarecer, por ejemplo, si la policía marroquí intervino en suelo español para practicar «devoluciones e caliente» -algo que no le corresponde en ningún caso y que supondría una groera violación del procedimiento legal vigente en España, incluso después de la convalidación parcial de es práctica por el TEDH. parcial: así lo ha recordado el TS español. Y aunque el ministro del interior lo ha negado en el Congreso, hay videos que confirman que así sucedió (https://www.publico.es/politica/gendarmes-marroquies-suelo-espanol-pruebas-marlaska-niega.html)

Esa investigación internacional ha sido exigida, por ejemplo, por las dos agencias especializadas de la ONU, ACNUR y OIM (https://www.europapress.es/internacional/noticia-acnur-oim-lamentan-muertes-frontera-melilla-20220625200645.html), y por el más importante organismo específico de la ONU, el Comité sobre derechos de los trabajadores migrantes, (https://www.ohchr.org/en/press-releases/2022/06/un-committee-urges-prompt-investigation-deaths-migrants-moroccan-spanish). Muy contundente ha sido el portavoz del Secretario General de la ONU, Stéphane Dujarric, que aseguró que tanto Marruecos como España hicieron un uso “excesivo” de la fuerza, exigió una investigación y recordó las obligaciones de todos los Estados de respetar los derechos de los inmigrantes; también en las fronteras. Posteriormente, el propio Secretario General insistió en los tres aspectos (https://www.infolibre.es/politica/marruecos-melilla-reacciones-internacionales_1_1270543.html).

También se han pronunciado en ese sentido organizaciones internacionales, como la Comisión de la Unión Africana, cuyo presidente, Moussa Faki Mahamat, ha recordado ”las obligaciones de todos los países bajo el derecho internacional de tratar a todos los migrantes con dignidad y priorizar su seguridad y derechos humanos, mientras se abstienen del uso de fuerza excesiva” (https://au.int/en/pressreleases/20220626/chairperson-expresses-shock-violent-treatment-african-migrants).

Por lo que se refiere a nuestro país, el Defensor del Pueblo de España ha iniciado un expediente, tras la denuncia de varias ONGs (https://www.eldiario.es/politica/ultima-hora-actualidad-politica_6_9120521_1091810.html), y la fiscalía de Sala de extranjería requirió a la Fiscal General del Estado (FGE) para que se abrieran diligencias de investigación. El martes 28, la FGE dictó el decreto que la ha puesto en marcha https://elpais.com/espana/2022-06-28/la-fiscalia-investigara-la-muerte-de-los-migrantes-que-intentaron-saltar-la-valla-de-melilla.html).

Sin embargo, creo que la tesis oficial d la UE y también de nuestro gobierno, es la que ha enunciado el comisario europeo de inmigración, el griego Magaritis Schinas, en una reciente entrevista: Marruecos es posiblemente el policía malo y se puede reconocer que en el salto a Melilla hizo u uso desproporcionado de la fuerza, sí. Pero para la Unión Europea es el policía necesario y hay que mostrar nuestra comprensión hacia él (https://www.lavanguardia.com/internacional/20220703/8382240/hubo-excesivo-fuerza-melilla.html)

Lamento ese doble lenguaje.Lo lamento porque estoy firmemente convencido del compromiso programático de mi partido, el PSOE, con la defensa de los derechos humanos. Por eso, lamento profundamente el silencio de una parte de los responsables de políticas migratorias de mi partido respecto a las violaciones de derechos cometidas en la frontera de Melilla: ¿con qué argumentos van a seguir sosteniendo que defienden los derechos humanos después de cerrar la boca ante esta barbarie?

Después de lo ocurrido en Melilla: ¿qué hacer?

Antes de ninguna otra consideración, recordaré que semejante brutalidad por parte de la gendarmería marroquí y de elementos paramilitares, no constituye nada nuevo, ni inesperado. Lo cierto es que hay datos que parecen confirmar que la policía marroquí había preparado las condiciones para una actuación de represión masiva de los inmigrantes que se encontraban en el Gurugú. Como parece también evidente que se ha incrementado exponencialmente el número de sudaneses y eritreos que, ante la situación en Libia, se desvían hacia Marruecos: un número importante de las víctimas tienen ese origen. Se trata, por cierto, personas susceptibles de necesitar protección internacional. Desgraciadamente, es más que probable que se vuelva a repetir algo así, porque es pauta habitual por parte de la gendarmería marroquí. Pese a todo, cualquiera que conozca mínimamente la situación en la que se encuentra una parte de la juventud en amplias regiones del continente africano (https://qz.com/africa/2179954/world-refugee-day-why-africas-youth-want-to-emigrate-to-europe-and-us/), sabe que los intentos de llegar a lo que, pese a todas las crisis, sigue siendo una región privilegiada, Europa, no van a cesar. Por altas que sean las vallas. Por trágicos que sean lo viajes en los que se pierden años, derechos, incluso la vida. Por muchos palos y balas con los que se afronte sus intentos de saltar.

Pero no es esto lo que más me interesa destacar aquí. Escribo estas líneas, a invitación del diario Levante-EMV, para tratar de apuntar cuál debería ser nuestra respuesta, más allá de la desolación y de la indignación. Más allá, claro, de la elemental solidaridad y empatía con las víctimas y sus familias, que echamos en falta en la primera reacción del presidente y del gobierno, que se mostraron demasiado complacientes con Marruecos (“bien resuelto”, fue una afirmación muy desafortunada), aunque luego el presidente del gobierno y la portavoz han reiterado expresamente las condolencias a las víctimas y sus familias. Pero es mucho peor la actitud del gobierno marroquí: jamás ha existido por parte de las autoridades marroquíes el más mínimo gesto hacia los inmigrantes que han fallecido o sufrido graves heridas. Y es que Mohamed VI y su corte practican impenitentemente un feroz racismo hacia los inmigrantes negros llegados del sur de sus fronteras, a los que consideran infrapersonas, un status muy por debajo del de súbditos, el que tiene la mayor parte de la población del reino alauita. En las pérdidas de vida y violaciones de derechos las mafias tienen una gran responsabilidad, sí. Pero, insisto, es enorme la de las autoridades marroquíes. Y la respuesta debida, ante todo, es esclarecer los hechos y determinar con claridad las responsabilidades y su castigo. También del lado español, pues hay evidencia de que la policía marroquí entró en territorio español para volver a llevar a algunos de los inmigratnes a territorio marroquí.

Si más allá de caso concreto nos preguntamos qué hacer, cómo asegurar una respuesta legítima, adecuada y eficaz a la gestión de los movimientos migratorios, a mi juicio y en opinión de muchos de nosotros, las condiciones básicas de esa respuesta son bastante sencillas.

Empecemos por saber lo que no hay que hacer. Para mí, después de 40 años de experiencia, está claro que lo primero es dejar de insistir en los errores de una política migratoria que reiteran inútilmente tanto sufrimiento, tanto dolor y que no han disuadido ni disuadirán a los millones de personas que, si quieren una expectativa más digna de vida, no tienen otra elección que emprender esa dificilísima aventura. Siguiendo al filósofo camerunés Mbembé, he calificado muchas veces ese modelo de política migratoria como necropolítica. Necropolítica, sí, porque en lugar del imperativo básico de respeto a la vida y dignidad humanas, las vidas de los inmigrantes parecen sólo cifras de una perversa contabilidad que sólo entiende de la hoja de resultados, medida en términos de beneficio económico por quienes creen que los migrantes solo son -y así deben ser tratados- fuerza de trabajo. Ese imperativo unilateral de beneficio y una tan solemne como retórica “defensa de la integridad del territorio y de la soberanía del Estado español”, hacen de las fronteras lugares sin derechos, ajenos a la igualdad en el imperio de la ley. Lean las recomendaciones 76 a 82 del Informe “Violaciones de los derechos humanos en las fronteras internacionales: tendencias, prevención y rendición de cuentas” (https://www.ohchr.org/es/documents/thematic-reports/ahrc5031-human-rights-violations-international-borders-trends-prevention), presentado hace una semana ante la Asamblea General de la ONU por el relator especial de derechos de los inmigrantes y que denuncia prácticas que no respetan los Principios y Recomendaciones sobre los derechos humanos en las fronteras internacionales, propuestos a Naciones Unidas por el Secretario General, en 2014 (https://acnudh.org/principios-y-directrices-recomendados-sobre-los-derechos-humanos-en-las-fronteras-internacionales/). No son tan difíciles de conocer. Pero sí muy fáciles de burlar, a la vista de la experiencia.

Hay que superar una política migratoria cuyo emblema y único objetivo parece la obsesión de control policial, que lleva a levantar vallas más altas, apalear y expulsar a personas, y externalizar lo peor de la represión a regímenes autocráticos, dispuestos a hacer el papel de policía malo, que se salta cualquier límite de respeto a los derechos humanos y al Estado de Derecho, en una complicidad que no es cooperación, sino que se parece demasiado al chantaje y quizá la corrupción.). Hay mafias, sí, pero hace muchos años ya que sabemos que no son sólo de tráfico y explotación: también las que se benefician de la floreciente industria del control de fronteras. Así lo mostraron a finales de los 2000, las investigaciones de Claire Rodier y de Migreurop, a las que siguieron por ejemplo las de Akkerman en 2019 para el Transnational Institute y otros proyectos (por ej., https://thecorrespondent.com/10221/security-for-sale-the-price-we-pay-to-protect-europeans/497732037-a3c8cc9e). Lo que es peor, eso incluye por desgracia a Frontex, como hemos visto recientemente.

Además, no se puede dejar de señalar a quienes hacen negocio de su estratégica posición geográfica: Marruecos es el arquetipo de hacer negocio con la “esclavitud de la geografía”. Pero ante eso, que es chantaje, la respuesta no puede consistir en ceder resignadamente, sino en negociar, desde la firme exigencia de una contrapartida que debe implicar el respeto de derechos. Y la experiencia muestra que no es eso lo que cabe esperar de los monarcas alauíes, que practican impunemente con nuestro país lo que se da en llamar la estrategia del salchichón.

Vayamos a la parte propositiva. Habida cuenta de las características de este artículo, me limitaré a señalar tres tipos de iniciativas, bien conocidas.

La primera, remite a la reiterada reclamación de crear vías legales, seguras y regulares para que los inmigrantes puedan llegar e instalarse sin riesgo de sus vidas, para trabajar legalmente, regresar a sus países y en su caso, volver a trabajar aquí, sin tener que pasar a lo largo de todas esas etapas por la clandestinidad. Porque la clandestinidad, el tráfico y la explotación, que son el negocio de las mafias, existen por dos razones. Porque hay empleadores en nuestro país a quien interesa el dumping social que supone disponer de esa mercancía, de esa mano de obra vulnerable, dispuesta a renunciar a sus derechos, y porque no hay vías legales y seguras para llegar y, por tanto, los inmigrantes tienen que acudir a las rutas que controlan las mafias.

La segunda, consiste en construir una política europea de asociación con los países de origen, pero no tanto para asegurar la obsesión del control, sino sobre todo para incidir en las causas de esos movimientos migratorios forzados, que seguirán existiendo y se van a incrementar si no actuamos. Esos desplazamientos masivos no se podrán regular mientras continúe la inmensa brecha de desigualdad en desarrollo humano, derechos humanos y democracia. Por tanto, iniciativas de asociación para la promoción en esos países de esos tres indicadores.

Y una tercera propuesta: poner en marcha medidas para otra política de acogida y, sobre todo, de inclusión, empezando por el acceso al mercado laboral en condiciones de igualdad de derechos. Hay que desarrollar actuaciones como las que con mucho acierto, a mi juicio, ha puesto en marcha, por primera vez en nuestro país el ministerio de inclusión y migraciones, mediante reformas del reglamento de extranjería como las que permiten la incorporación a la seguridad social y al mercado de trabajo de miles de jóvenes que, así, no serán la amenaza que pretenden los carteles de Vox, sino que se convertirán en parte de la mejor esperanza para nuestro país.