RAZON DE ESTADO Y DERECHOS HUMANOS: ¿UN MINISTERIO DE DERECHOS HUMANOS?

Entre las ideas interesantes que se encuentran en los diferentes documentos presentados por los partidos políticos a propósito de las negociaciones para investidura y/o Gobierno en estas semanas, una de las que apenas ha recibido atención es la formulada por Podemos, la propuesta de crear una Secretaría de Estado de derechos humanos.

En la estructura actual de la Administración central del Estado no existe tal cosa (si dejamos aparte el Defensor del Pueblo, porque su naturaleza es muy diferente, comenzando por el hecho de que es Comisionado de las Cortes generales y, por tanto, independiente del Ejecutivo). Sí hay departamentos de menor rango, con competencias específicas y limitadas. Por ejemplo, durante mucho tiempo existió la oficina de derechos humanos en el Ministerio de Asuntos Exteriores, transformada por un Decreto de 9 de enero de 2015 del Gobierno Rajoy que creó la Dirección general de Naciones Unidas y derechos humanos. Con todo, conviene tener en cuenta el propósito con el que tomó esta iniciativa, en el que parece decisivo el contexto político, esto es, medidas que acompañaran al papel que alcanzaba España al ser elegida miembro del Consejo de Seguridad en ese período.

1. Bergmann-Pool : Getty - Merkel BahreinDurante el segundo mandato del Gobierno ZP, se creó dentro de la Secretaría de Estado de Relaciones con las Cortes (en el marco del Ministerio de Presidencia que encabezaba laSra Fernández de la Vega), pero con vocación transversal, es decir, ministerial, y cumpliendo un mandato de la ONU, el I Plan de Derechos Humanos, dotado de una Comisión de seguimiento de la que formaban parte expertos independientes. Lamentablemente, la responsable de esto (y de casi todo) en el Gobierno Rajoy, la Sra Saénz de Santamaría, dejó de lado el II Plan, como tuvo ocasión de explicar públicamente un querido colega, el profesor Fernando Rey, coordinador de los expertos elegidos a esos efectos.

La idea, en todo caso, parece oportuna e incluso necesaria. La importancia de contar con un departamento de alto nivel y con competencias transversales, que coordine y supervise las políticas públicas del Ejecutivo que tocan –¿y cuándo no?- aspectos relativos a los derechos humanos, es evidente. Otra cosa es lo que nos dice la experiencia, que habla y mucho, de las dificultades de una empresa semejante.

A este respecto me parece significativo el episodio al que pude asistir como testigo durante mi trabajo en Paris, el que protagonizaron nada menos que, de un lado,Bernanrd Kouchner, the french doctor, fundador de MSF MdM y la activista Rama Yade, de otro, durante el mandato presidencial de Nicolas Sarkozy. La estrategia de éste, como se recordará, consistió en incorporar a Departamentos ministeriales del área de acción social y humanitaria a nombres muy relevantes, procedentes de ONG. Dejo de lado, por ejemplo, cómo afectó el paso de sus líderes por carteras de Gobierno a movimientos sociales de denuncia como en el caso de Fadela Amara (Ni putas ni sumisas), o a ONG como en el caso de Martin Hirsch (proveniente de Los traperos de Emaús). Creo que puede decirse que el resultado fue desastroso para todos, menos para el propio Sarkozy, que consiguió lo que buscaba: efecto mediático inicial y a corto plazo, ni siquiera a medio, la desarticulación de centros de oposición ciudadana. Pero la historia de Kouchner y Yade es aún más ilustrativa.

3. MICHEL EULER (AP) - Sarkozy Gadafi

La elección de Kouchner parecía una jugada maestra. De pasado incontestable, el médico humanista era también un personaje de gran ambición política. Ocupar el Quai d’Orsay, ser nada menos que Ministro de Exteriores de Francia, era una proposición irrechazable. Kouchner, en otro movimiento brillante, creó una Secretaría de Estado de derechos humanos en su Ministerioy puso al frente a la brillante Rama Yade. Durante 18 meses, todo parecía dar la razón a la apuesta. Pero precisamente en vísperas del 60 aniversario de la Declaración de derechos humanos de la ONU, el 10 de diciembre 2008, la jugada saltó por los aires, con unas explosivas declaraciones del ministro sobre el fundamento y oportunidad de la secretaria de Estado de derechos humanos, aunque todo el mundo entendió que se trataba también de segar la carrera de Yade. Lo que había empezado como una propuesta interesante e innovadora, se reveló a la postre como envenenada, si no pura y simplemente indecente. Veamos.

El 9 de diciembre, Kouchner sorprendió, como decía, con unas declaraciones al diario Le Parisien-Aujourd’hui en las que reconocía el “error” de haber creado de una Secretaría de Estado de Derechos Humanos:

“Hay una contradicción permanente entre los derechos humanos y la política exterior de un Estado, incluso en Francia…puede ser una contradicción fecunda, pero ¿acaso era realmente necesario dar un carácter gubernamental a los derechos del hombre creando una Secretaría de Estado? No lo creo, y ha sido por mi parte un error el haberla propuesto a Nicolas Sarkozy”.

Y concluía:

“No se puede dirigir la política exterior de un país solamente en función de los derechos humanos. Dirigir un país obliga ciertamente a alejarse de un cierto angelismo”.

2. Mark Wilson:Getty Images - Obama

De nada valió que Rama Yade presentara los resultados que había puesto en pie en ese período, en una entrevista que apareció el día siguiente en el diario Metro, en la que insistía en sus iniciativas ante la UE y a ONU para mantener el papel de Francia como la potencia líder que impulsa los derechos humanos en el mundo. La Secretaría de Estado fue borrada del mapa.

La moraleja del caso es evidente: el propósito de esta iniciativa, en el caso francés, no era luchar institucionalmente por los derechos humanos, sino adquirir y mantener poder. Por eso, lo que pesó en su desaparición fue la actitud poco obediente de Rama Yade respecto a los designios tácticos de Sarkozy y de su leal ministro Kouchner. Y es que Rama Yade, cuya ambición política, insisto, era no menor que la de Kouchner, se negó a jugar el papel de eurodiputada, como El Elíseo quería, para aprovechar su tirón popular en esa convocatoria electoral. Aún más, Yade desairó a Sarkozy y Kouchner cuando estos desplegaron tapis rouge con toda la pompa y esplendor para recibir a… Gadafi. Eso sí, en el desaire se unió a Yade nada menos que Carla Bruni, que no tenía el estómago listo para hacer el papel de anfitriona del histriónico y machista líder libio. Eso fue pocos meses antes de emprender una cruzada contra éste, también por motivos tan nobles como las pocas expectativas de Sarkozy ante las inminentes elecciones presidenciales, esto es, por razones de alta política, dela política en serio. Fue, por cierto, un tan perenne como megalómano nuevo filósofo, quien le aconsejó la jugada maestra de “liberar Libia” para remontar en las expectativas (con notable éxito para Sarkozy y para Libia, como se recordará, pero este es otro asunto).

La lucha por los derechos humanos es una tarea política prioritaria. Incluso la tarea que da sentido a la política. La independencia en esa lucha es condición primordial. Por eso, los agentes primordiales son los propios ciudadanos, la sociedad civil que se organiza en ONG y las asociaciones y movimientos al servicio de esta causa. ¿Puede mantener la necesaria independencia un departamento que asume semejante tarea dentro del Ejecutivo?

gadafi con todos final

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MEDITERRÁNEOS: MIRADAS ENFRENTADAS (Para el catálogo de la Exposición IVAM, El Mediterráneo, del mito al espanto)

Un juego de miradas que descubre la nuestra

Recorrer esta exposición del IVAM, a mi juicio, es sobre todo pasear por un juego de miradas. No hace falta insistir con Anderson en ese proceso de construcción social de la realidad que llevamos a cabo desde nuestra mirada y que el maestro Machado sintetizara en los conocidos versos, «El ojo que ves no es/ojo porque tú lo veas;/es ojo porque te ve”. El cine y la fotografía, incluso más que la pintura, tienen esa capacidad brutal de reconstrucción.

Ya sé que el arte no tiene por qué proponerse intención normativa alguna. Hablo de normativa en el sentido kantiano de la razón práctica, la que tiene que ver con el sentido, la valoración, la justificación de nuestras decisiones, de nuestras conductas, la que aspira a guiar nuestras decisiones en el orden moral, jurídico y político. Por eso, insisto, ha de reconocerse que en el arte no es necesaria, menos aún prioritaria, esa intención normativa. Y todavía menos esa perversión que Nietzche denunciara como moralina. Es nuestra mirada, la de quien recorre esta exposición, la que podrá y querrá, en su caso, extraer un juicio que irá a veces va más allá, otras más acá de lo que se propone el artista. Un juicio que, a mi entender, permite desvelar lo brutal y cruel de nuestra (re)creación del Mediterráneo, de nuestros Mediterráneos. Porque no podemos ignorar, para empezar, el hecho de que el Mediterráneo es hoy la mayor frontera del planeta, en el sentido de la mayor falla demográfica: hay una proporción inversa y gigantesca entre el PIB y la tasa de crecimiento demográfico a una y otra orilla de nuestro mar. Eso no puede dejar de constituir un efecto de salida desde esos países (donde la población menor de 21 años constituye una proporción abrumadora, sumado al hecho de las escasas o muy mediocres expectativas de mejora de nivel de vida), hacia los países del norte, envejecidos, pero con un PIB y un Índice de desarrollo humano que multiplica hasta cinco veces los de los países ribereños del sur. Lo que no podíamos sospechar es que esa frontera marina se convertiría, además, en la más peligrosa del mundo[1].

Es ese el Mediterráneo, los Mediterráneos que hemos creado a golpe de intereses y leyes. Los que sirven a esas que llamamos “políticas mediterráneas”, como las de migración y asilo. Intereses, leyes, conflictos que a duras penas consiguen ocultar las razones por las que hemos convertido el Mediterráneo en un lugar de espanto, de indiferencia ante la suerte del otro: la suerte que le hemos deparado al construirle con nuestra mirada, que significa explotación, desigualdad, humillación y muerte.

Digo muerte. Una muerte que no sólo es la física, la de esos casi cuatro mil cadáveres que han engrosado en 2015 la fosa común en que se ha convertido lo que nuestros ancestros calificaron con el posesivo, nuestro mar. No: hablo de desigualdad, explotación, humillación y expulsión, que son muerte civil, muerte de lo más humano, muerte de personas transformadas en números, anónimos, carne de estadística.

Y sin embargo, el Mediterráneo es también, o al menos lo fue, el mito en el que crecieron los mitos de los que aún nos alimentamos. El mito en que los mitos se hicieron razón, logos. En lo que sigue, trato de ofrecer al lector, al visitante, algunas pistas sobre ese extravío.

 

 

Mediterráneo: mito, razón, mercado, imperio

Desde que el eminente filólogo Wilhem Nestle publicara en 1940 su monumental Del Mito al Logos[2], en la que, en diálogo crítico con los físicos, los eleáticos y sofistas y Platón, pero también con Nietzsche, explica el nacimiento de la filosofía en Grecia como un esfuerzo de emancipación de la razón respecto al pensamiento mitológico, obra de esos primeros filósofos, no podemos separar esa trilogía -mito, razón, filosofía- de otro concepto clave, el de Mediterráneo.

En efecto, el Mediterráneo aparece como el espacio natural, el <caldo amniótico> de la civilización o, al menos, de la tradición cultural que se apropia en términos de identidad de la civilización occidental, nuestra civilización y llega a autodefinirse como “la” civilización. <Mar entre tierras>, implica la relación dialéctica constitutiva entre tres tierras (Europa, Africa, Oriente) que históricamente se resuelve en la misma relación entre dos civilizaciones, dos visiones del mundo que en realidad se implican mutuamente al mismo tiempo que pugnan entre sí: Oriente y Occidente, que se alimentan uno al otro, como lo hacen el Sacro Romano Imperio y el imperio Otomano, el de la Sagrada Puerta, aunque acaben resolviendo su pugna multisecular –política, comercial, religiosa y cultural- con la hegemonía del segundo, que llega a imponer su propia versión del Oriente, ese Orientalismo tan sabiamente descrito por Edward Said[3]

Fue la tradición romana la que llevó a su culmen ese espacio originario de la cultura, aunando a ella las dimensiones de ámbito del comercio, del intercambio y, por ende, de la riqueza, clave de la prosperidad del imperio y aun de la noción misma de imperio. Ciertamente, no son los romanos los primeros en acumular esas dos dimensiones, la económica y la política que encierra potencialmente el Mediterráneo. Los nombres de Cartago, Alejandría, Atenas, Sicilia, Creta, Tiros o Biblos, es decir, sobre todo de la civilización fenicio-púnica o del imperio de Alejandro III de Macedonia, Μέγας Αλέξανδρος, el discípulo de Aristóteles e hijo del rey Filipo, son antecedentes que permiten explicar el mito del Mediterráneo como el mar central, y aun el centro del mundo, siempre que no olvidemos la tendencia que hace que todo imperio, en cuanto tal, se defina como <imperio del centro>[4].

Lo curioso es la evolución de ese papel definitorio, central, que tiene el mito del Mediterráneo para la propia identidad europea, es decir, la relación entre el papel cultural, económico y político del Mediterráneo y la misión que, en cada momento, se atribuye Europa a sí misma. Sobre todo porque no sería arriesgado proponer que históricamente, la autocomprensión de Europa no se puede entender sin la referencia a la diferente visión atribuida al Mediterráneo. Es imposible olvidar la aportación a ese respecto de la escuela de los Annales y, en particular, del gran F Braudel[5].

Es cierto que la dimensión global que adquirirá Europa -las potencias europeas- a partir de finales del XV y que se extenderá hasta la primera mitad del XX está ligada al declive del Mediterráneo como mar vital (España, Italia y en menor medida Francia), en pugna con las potencias atlánticas (primero Portugal, pronto el Reino Unido y los Países Bajos), lo que supondrá la centralidad de ese Atlántico y de los pueblos del norte[6], que, con la excepción del Reino Unido, muy tempranamente presente como aspirante a la hegemonía, son sobre todo los de la MittelEuropa y sólo más tardíamente los pueblos del norte, los de los mar del Norte y los escandinavos en torno al Báltico.

Ocioso es subrayar que en el decaimiento del mito del Mediterráneo como centro de las tierras y centro de Europa y aun del mundo tiene mucho que ver con otros mitos, como el que contribuye a crear ya en el mismo XVI el cartógrafo sueco Olaus Magnus, que establecerá la diferencia entre mediterráneos y nórdicos: los primeros blandos y degenerados por el clima cálido (pero también vitalistas), los nórdicos sanos y virtuosos por el rigor del entorno. Esta caracterización por las circunstancias geográficas (algo que se encuentra desde luego en Montesquieu), recibe un apoyo decisivo gracias a la vulgarización de la tesis de Weber sobre la ética protestante y el capitalismo, que dará cuenta de la superioridad del ethos de los pueblos de la Reforma frente a los pueblos mediterráneos (católicos, o, lo que es peor, musulmanes, no europeos en sentido propio). Es lo que subyace a ese acrónimo, PIGS, con el que la jerga bruselense trata de estigmatizar a los socios mediterráneos de la UE. Y así, el sol, la luz, la sal del Mediterráneo, su paisaje, su agricultura y su ritmo de vida,  pasan a ser espacio de ocio en la peor acepción del mismo, el turismo de masas que convierte a los países del Mediterráneo, al mar mismo, en zona de servicios, destino de vacaciones de los dueños de Europa.

Pero aún nos faltaba una vuelta de tuerca, un giro histórico que, a caballo del proceso tecnoeconómico de globalización que impone la ideología fundamentalista de mercado (Stiglitz dixit), de la lógica de expulsión que, al decir de Saskia Sassen[7] ,es el emblema de esta fase del neocapitalismo global, un modelo económico que como el del inicio del propio capitalismo global, tiene sus consecuencias, sus costes. Aquellos fueron el colonialismo, el imperialismo, la esclavitud. Hoy se trata del incremento exponencial de la desigualdad, de la pauperización de los pueblos del Sur, de la destrucción de sus hábitats naturales (del planeta mismo) que les obliga a desplazarse, a huir y que está en el origen de esos fenómenos de movilidad humana forzosa que llamamos migraciones, desplazamientos y que caracterizan a esos nuevos parias que son inmigrantes y refugiados. Como explica Sassen, se trata de dislocaciones socioeconómicas que no pueden ser explicadas sólo con las categorías de «pobreza» e «injusticia». De acuerdo con la Premio príncipe de Asturias de Ciencias Sociales, esas dislocaciones se comprenderían con mayor precisión si se conceptualizan como diferentes manifestaciones de lo que deberíamos entender como expulsiones. Por eso escribe: «En las últimas dos décadas, se ha presenciado un fuerte crecimiento de la cantidad de personas y empresas expulsadas de los órdenes sociales y económicos centrales de nuestro tiempo». Expulsiones que no son espontáneas, sino producidas con instrumentos que incluyen «desde políticas elementales hasta instituciones, técnicas y complejos sistemas que requieren mucho conocimiento especializado y formatos institucionales intrincados». El abordaje de la lógica de las expulsiones pone en evidencia un sistema cuyas consecuencias son devastadoras, incluso para quienes piensan que no son vulnerables. De las finanzas a la minería, las técnicas de expulsión depredadoras hacen presa en todos aquellos que la sociología contemporánea nos ha hecho entender como desechables, sustituibles, los nuevos parias cuyo arquetipo son los inmigrantes y ahora también los refugiados. Esos que hoy transitan por el Mediterráneo, arriesgando sus vidas por la esperanza de la otra orilla, la nuestra. Y es así como el Mediterráneo, que fue espacio de frontera,  se convierte en frontera de muerte, lugar de espanto.

 

 

El Mediterráneo y la polisemia de la frontera

Es cierto, el Mediterráneo ha sido también y sobre todo, la frontera entre tres continentes, entre diferentes tradiciones culturales y religiosas, entre Imperios en pugna, como recordaba más arriba. Sin embargo, convendría atender con algo más de detalle a la noción de frontera, preñada de ambigüedad incluso si, como es el caso, parece traducir una barrera natural. Porque la noción dominante de frontera es una reducción que no hace justicia al papel histórico de ese mar.

 

Pero es imposible negar que la frontera, el Mediterráneo como frontera, desde la playa del Tarajal a las islas de Kos y Lesbos, ha adquirido otra dimensión. La que hace de las fronteras el espacio de la violencia, de la violación de los derechos. Las aguas del Mediterráneo nos arrojan cadáveres, que son sólo la punta del iceberg respecto a los cadáveres que sepultan. Por cada Aylan cuya foto commueve a la opinión pública, son centenares los cuerpos de niños que yacen ocultos en el suelo marino. El Mediterraneo se convierte así en la frontera de muerte, la más peligrosa del planeta, como han certificado el ACNUR, la OIM y las organizaciones no gubernamentales de apoyo a los derechos de inmigrantes y refugiados. Un verdadero lugar de espanto.

 

 

El Mediterráneo, frontera de muerte, lugar de espanto.

 

El impacto de los hechos de violencia en la frontera es innegable: siempre lo es cuando hay un daño, siempre que hay sufrimiento. Porque la violencia significa ante todo daño, en la medida en que la violencia busca imponer u obtener algo por la fuerza. Y el daño injustificado o desproporcionado es el mal que el Derecho no puede, no debe aceptar. Esta idea se refuerza aún más si aceptamos la tesis de algunos filósofos del Derecho, como Ballesteros, que sostienen que en el corazón de la utilidad del Derecho se encuentra su condición de barrera contra la violencia y la desigualdad: por eso el Derecho sería, idealmente, “no discriminación y no violencia”.

Aún más, el núcleo de lo que el Derecho debe prohibir, según la conocida argumentación de J.S.Mill en su On Liberty, es el daño a tercero. Por eso, la primera reflexión sobre esa <violencia en las fronteras>, como aquella a la que venimos asistiendo casi en directo en Lampedusa, Ceuta o Melilla,  es que muchos de esos actos parecen coincidir con lo que consideramos delito, en la medida en que revelan usos desproporcionados de fuerza, amenazas desproporcionadas a la vida, a la integridad física, a la libertad, en relación con aquello que pretenden evitar, la llegada irregular a nuestras fronteras. Hablamos de daños en necesidades básicas,  en bienes jurídicos primarios, en derechos humanos universales: a la vista de esos daños podemos decir que las fronteras significan hoy riesgo de muerte, muerte.

Hay quien negará esta premisa al recordarnos de forma pragmática que, a fin de cuentas, el Derecho es sólo otra forma de la violencia. Sus argumentos son conocidos: ¿no es en sí el Derecho violencia institucional? ¿No es ese el sentido real del weberiano <monopolio de la violencia>, que significa monopolio del Derecho en cuanto instrumento de coacción y sanción? ¿no está ahí el vínculo entre Derecho, poder y miedo, el recurso al miedo como vínculo político instintivo (tanto al menos como el instinto gregario, de rebaño, la voluntad de ser siervo)? no es eso lo que nos anticipaba el brocardo primus in orbe deos facit timor, una constante de la teoría política, desde Grecia a nuestros días, que enuncia la fuerza del miedo como factor de obediencia? ¿No nos impone esa conclusión un examen realista, como el propuesto por Ross en su polémica con Kelsen acerca de la nota distintiva del Derecho, que no sería la validez, sino su eficacia coactiva? Hasta en el arte se nos transmite esa visión. Por ejemplo, en la mirada sobre el Derecho como violencia expresiva, al menos en las sociedades originarias, que tan plásticamente refleja Eastwood en el diálogo de su premiada película Unforgiven (Sin Perdón), entre el pistolero/sheriff Little Bill Dagget (Gene Hackmann) y el pistolero English Bob (Richard Harris), mientras aquél le propina a este una terrible paliza:

 

–             <Little Bill Daggett: Supongo que piensas que te estoy pegando, Bob. Pero no es así, Bob. Lo que estoy haciendo es hablar, sabes? Le hablo a todos los villanos de Kansas, de Missouri, y de Cheyenne. Y lo que les digo es que no encontrarán ningún dinero de putas. Y aun si lo hubiera, que no deben venir a buscarlo de ninguna manera.

–             English Bob: Yo os maldigo. Os maldigo a ti y todos los que como tú sois gente sin moral y sin leyes. Y  a vuestras putas sin moral y sin honor. No me extraña que todos vosotros emigrárais a América, porque nadie en Inglaterra os quería. Sois un montón de salvajes. Una piara de sangrientos salvajes. Os maldigo>

 

Claro que hay otra mirada, otra comprensión sobre la relación entre fuerza, violencia y Derecho. Y el mismo Eastwood nos la ofrece como contrapartida en otro film: Grand Torino. Para poder justificar esa otra visión, para deslindar el monopolio legítimo de la violencia, frente a la violencia ejercida por quien tiene suficiente poder para imponerla, resulta inevitable acudir a la idea de justicia. Pero a su vez,  para que ésta no sea un recurso formal, maleable en manos del poderoso, es necesario remitir el uso de poder a la noción de derechos humanos, concreción histórica de esa idea de justicia. Sólo un Derecho entendido como lucha por el DerechoKampf um Recht (Ihering), que se resuelve en lucha por los derechos, Kampf um Rechten, puede pretender ser instrumento distinto del recurso a la violencia. Es decir, tal y como advierte Ferrajoli, un Derecho entendido como ley del más débil. Pero no en el sentido prenietzscheano que nos mostró  Calicles, como recurso ingenioso y resentido de los débiles contra el fuerte, el verdadero señor natural, sino como reconocimiento del otro, como lucha por los derechos del otro y en particular del otro más vulnerable.

Pues bien, precisamente el más vulnerable es el que busca asilo, aquel que no tiene en su propio país el derecho a tener derechos, el primer derecho, el Urrecht. Y la lucha por el primer derecho obliga a defender eficazmente a quienes cruzan las fronteras en su búsqueda, para conseguir su reconocimiento. Un reconocimiento elemental que es el primer amparo jurídico: la viejísima institución del asilo como forma institucional de la hospitalidad, tal y como insistieron con acento diferente Arendt y Brecht. Si la fuerza coactiva propia del Derecho que se ejerce en las fronteras no respeta esos límites, deja de ser ejercicio del monopolio legítimo de la fuerza y se convierte en violencia. Volveremos enseguida sobre esta cuestión, probablemente la prueba más evidente de la deriva ilegítima de las políticas europeas de migración y de asilo.

Pero más allá de lo directamente visible, la <violencia en las fronteras>, se encuentra otra cuestión, la de <la violencia de las fronteras>, es decir, la pregunta: ¿son las fronteras un daño y, por tanto, violencia? ¿Aún más, son violencia  estructural? Las fronteras significan hoy, para muchos seres humanos, vuelvo a constatarlo, un riesgo serio de muerte o de daños importantes en la integridad física. Son para muchos una restricción a la libertad de circulación que parece discriminatoria e inaceptable. ¿Debemos abolirlas porque son un daño? ¿O son simplemente una más de las reglas que hacen posible la libertad, aunque sea al precio de limitarla?  Hablo de <violencia de las fronteras> en la medida en que la legalidad que hace y define hoy las fronteras rompe con el Derecho, con los derechos. Porque, en el caso de la UE hoy y sobre todo (como ha explicado Naïr) como consecuencia del proceso de renacionalización de las políticas migratorias y de asilo, las fronteras son un <instrumento de guerra contra inmigrantes y refugiados>. Así viene denunciándolo desde hace años Migreurop: una guerra en la que el Derecho es instrumento básico, lo que supone la destrucción del Estado de Derecho y de aquello que da sentido al Derecho mismo, la lucha por los derechos.

Repetiré una obviedad: la guerra es, en cierto modo la negación del Derecho. No es la continuación de la política por otros medios. Es el mal.  Y por eso me parece justificado decir que la deriva de las políticas migratorias y de asilo de la UE suponen el resurgimiento de una tradición jurídica y política que desarrolla el negativo del Derecho. En efecto, esta “guerra contra los inmigrantes y refugiados”  tiene su coartada (me niego a hablar de justificación) en esa inversión de la lógica del Derecho que es el principio de discriminación del otro. Sobre esa negación se edifica la arquitectura jurídica de su no reconocimiento, que se concreta a su vez en la negación de la igualdad (en la negación al otro de su reconocimiento como persona) y por tanto en la ausencia de un status jurídico de seguridad. Además, esta concepción tiene el refuerzo de su funcionalidad desde el punto de vista económico, esto es, sirve para alimentar el negocio de la explotación laboral, que muestra toda su cruel ambigüedad en los dos extremos de la política de sobreexplotación, propia de <economía de burbuja>, del capitalismo de casino y en las  políticas de cierre (que, a su vez, fomentan de otro modo las redes clandestinas de explotación). Todo ello muestra a las claras la extrema condición de precariedad –el epítome de la condición de “desechables”, de su “liquidez”- que se atribuye a los inmigrantes.

En cierto modo, como se ha denunciado, esa utilización de los inmigrantes apunta al vínculo entre la nueva forma de esclavitud que afecta a los inmigrantes (como trabajadores) y las políticas migratorias (también de asilo). La tesis es bien conocida. Del mismo modo que hablamos de racismo y xenofobia institucionales, la otra cara del racismo y la xenofobia, las políticas migratorias (y de asilo) son el marco institucional que propicia nuevas formas de esclavitud que afectan a los inmigrantes (y asilados). El marco que hace posible políticas de anulación de derechos fundamentales de los inmigrantes por su condición de inmigrantes, como denuncian una y otra vez rigurosos informes de ONGs como CEAR, Cáritas, APDHA, SOS Racismo, Sanidad para todos, Red Acoge y tantas otras. Esas políticas forman parte de una concepción que muestra cómo los movimientos migratorios son piezas estructurales de un sistema, y no oleadas espontáneas, salvajes, incomprensibles: invasiones. No, las migraciones se integran en un sistema económico global, al que llamamos proceso de globalización, regido por la lógica neofundamentalista del capitalismo de mercado global, que extiende la desigualdad y la explotación sobre la pretendida movilidad y libre curso del mercado. La negación de la igualdad (la negación al otro de su reconocimiento como persona), se concreta en la ausencia de un status jurídico de seguridad y en la quiebra de los principios de legalidad y de igualdad ante la ley, de la garantía de la igual libertad  y la reducción de esos sujetos (infrasujetos si no propiamente no-sujetos) a propiedad. Es decir, lo que se instrumentaliza mediante ese Derecho de excepción que es el Derecho migratorio (más que Derecho de extranjería) que, como advierte Lochak, opta por el “estado de sitio”, en lugar del Estado de Derecho y convierte en permanente la situación excepcional, provisional, extra-ordinaria que es un “estado de excepción”.

En efecto, a esos infrasujetos se les niega incluso su condición misma de inmigrantes, el derecho a ser inmigrante, concretado en el derecho de libre circulación (un derecho complejo, como postulaba el añorado profesor Chueca), que conecta directamente con el principio de autonomía y con su corolario de elección del propio plan de vida, de moverse con arreglo a él. La construcción de la figura jurídica del inmigrante como infrasujeto o no sujeto tiene que ver, obviamente también con su utilización como problema-obstáculo a los efectos de consumo partidista interno. El inmigrante como chivo expiatorio, como agresor externo contra el que hay que proteger a los ciudadanos. De esa forma, el sistema se relegitima, por más que lo haga conforma al más antiguo de los modelos de legitimación, que, como hemos visto, en ese primus in orbe deos facit timor, es el miedo. Y por eso creo que se puede decir que esas políticas migratorias y de asilo son políticas de guerra, que tratan de meternos miedo, que tengamos miedo, que cedamos la libertad y los derechos, empezando por la libertad de crítica, en aras de la protección que supuestamente se nos ofrece.

 

Me parece difícil negar que ese modelo de <política de las fronteras> viola la lógica propia del Estado de Derecho, sus principios y valores, sus reglas: la primacía de los  derechos, los bienes jurídicos e intereses que se establecen como prioritarios porque están al servicio de las necesidades básicas. Cuando todo el empeño de la política migratoria es conceptualizar la inmigración en tiempos de crisis como una amenaza de orden público y aun de seguridad, de defensa, se entiende que exija la institucionalización de instrumentos de excepción, como los campos de internamiento, la utilización de fuerzas armadas o análogas (el sistema FRONTEX) y la criminalización de inmigrantes. Sobre esa base se asienta una lógica jurídica que desgraciadamente ha calado en la opinión pública y que “justifica” limitar, reducir, eliminar derechos fundamentales a los inmigrantes y refugiados por su condición de tales. Lo que es peor, en ese proceso de estigmatización se niega a los refugiados incluso el derecho a serlo, el derecho elemental a pedir asilo.

 

Además, esta política de fronteras impone una vieja lógica territorial estatal,  al servicio de unas nociones de mercado y de poder, de soberanía, incluso, que son ya caducas: porque esa versión de las fronteras viola la lógica universalista de la globalización jurídica y política, que sigue la vía del cosmopolitismo jurídico, al menos en lo relativo al igual reconocimiento de los derechos humanos universales y de sus garantías. Una vía en la que se muestra el oxímoron de una noción de soberanía estatal que aún hoy pretende ponerse por encima de las exigencias del Estado de Derecho, es decir, del sometimiento al Derecho, comenzando por los derechos humanos.

Insistiré. Lo más grave, a mi juicio, es que esta política de fronteras es violencia que viola, daña a los más vulnerables ante el Derecho, los que no son ciudadanos, los refugiados y con ello viola el derecho mas elemental, el derecho a tener derechos: el asilo. Por eso, como lo demuestra la existencia de los CIE y sobre todo de los campos externalizados, como lo acredita la voluntad de anulación del derecho de asilo en la que están empeñados buena parte de los gobiernos europeos, con el Gobierno Rajoy al frente,  la lucha por el Derecho, por los derechos, por el Estado de Derecho, hoy,  es lucha contra esa utilización de las fronteras como violencia, una utilización que, si se piensa bien,  supone una perversión de aquel  fragmento 44 de Heraclito que nos proponía: “Un pueblo debe luchar por sus leyes como por sus murallas” (753 (22 B 44) D. L., IX 2).

 

 

 

 

 

 


[1] Así lo prueba el informe publicado en septiembre de 2014, por la Organización Internacional de las Migraciones (OIM), Fatal Journeys. Tracking Lives Lost during Migration Se puede descargar en el sitio web http://www.iom.int/files/live/sites/ iom/files/pbn/docs/Fatal-Journeys-Tracking-Lives-Lost-during-Migration-2014. Pdf. En junio de 2015, el Migration Policy Institute (MPI) con sede en Bruselas, ha publicado su Rapport Before the Boat. Understanding the Migrant Journey Cfr.http://www.migrationpolicy.org/research/boat-understanding-migrant-journey. Este informe forma parte a su vez del proyecto de investigación “EU Asylum: Towards 2020”, desarrollado por el MPI y la Open Society Foundation, en el marco de la Europe and International Migration Initiative, un proyecto que trata de desarrollar los trabajos realizados en 2014 en el marco de la iniciativa ‘European Asylum Beyond 2014’ y que se orienta hacia el desarrollo del Sistema Europeo de Asilo Común (CEAS, por las siglas en inglés de Common European Asylum System)

[2] Vom Mythos zum Logos, die Selbstentfaltung des griechischen Denkens von Homer bis auf die Sophistik und Sokrates,  A. Kruner, 1940.

[3] Me refiero a su obra magna de 1978, Orientalism, aunque conviene leer también Cultura e imperialismo (1993).

[4] Así como por ejemplo lo hará China, que se autodefine como tal zhong-guo, Estado o nación del centro.

[6] Es imposible dejar de evocar aquí a Luis Racionero y su Mediterráneo y los bárbaros del Norte, Plaza y janés, 1996.

[7] S Sassen, Expulsiones, Katz, 2015.

HIGH NOON

Quienes vivimos su estreno en España, la conocimos como “Solo ante el peligro” y nos entusiasmamos con esa historia que parecía escrita para Gary Cooper y en la que debutó con 22 años Grace Kelly, en unas circunstancias (por ej., la relación con Cooper, de 50 años) y en un papel que, por azar, albergaban ya no pocos elementos de los que marcarían su carrera y aun su vida. Mientras los niños soñábamos con ser ese héroe solitario abandonado por todos y a la postre superviviente digno, mientras silbábamos el tema de la película, Do not Forsake me, de Dimitri Tiomkin, que se hizo inmensamente popular, se nos escapaban las claves, claro. La primera, que explicó muy bien André Bazin en un artículo de 1955 en Cahiers de Cinema en el que acuñó la categoría “superwestern” (western que añaden tramas ajenas), es el hecho de que el guionista y coproductor con Stanley Kramer, Carl Foreman, era investigado por el Comité de Actividades Anti-americanas mientras escribía el guión y de hecho fue citado a comparecer en coincidencia con el comienzo del rodaje. Por eso. la historia en buena medida es una metáfora de ese negro episodio de los EEUU y también de Hollywood, porque Foreman, como el sheriff Will Kane, vivió el abandono y aun el rechazo de muchos de sus compañeros.

¿Es Pedro Sánchez una suerte de Will Kane? Hay algunas razones que podrían abonar la interpretación. Su peripecia en el partido –abandonado por la duquesa y sus barones-, la apostura/terquedad del héroe con destino trágico, pues se enfrenta a una tarea imposible y casi suicida para su futuro político, mientras a su alrededor tratan de marcarle la hora y aun de adelantársela…Pero esa épica quizá forma parte de la teatralización del intento de investidura y al decir de muchos, se revelaría más bien como cálculo deliberado de rentabilidad, pues podría ofrecerle ventaja (“lo intentó”) en caso de unas nuevas elecciones.

No está tan solo Sánchez, aunque no le acompañen la mayoría de sus ayudantes/señores, y aunque no se sepa si quienes parecen diputarse su compañía –Albert Rivera y Pablo Iglesias, como Grace Kelly y Katy Jurado- en realidad tienen más peligro que el supermalo Henry Miller (Rajoy) y su grupo de forajidos, entre los que, por cierto, debutaba también en escena Lee van Cleef. Y así, pasamos ya dos meses entretenidos en nuestras cosas, mientras ahí fuera, el mundo sigue girando ajeno a nuestras cuitas, como casi siempre, pero dictando nuestro verdadero destino, aunque lo ignoremos.

LAS LÁGRIMAS DE COSETTE

La repercusión que ha conseguido alcanzar el artista Bansky con sus grafitti y perfomances varias está fuera de toda duda. La penúltima de ellas constituye, a mi juicio, una buena metáfora para entender lo que le sucede a la Unión Europea. Digo lo que <le sucede> porque la UE parece incapaz de actuar por sí misma y actúa casi a remolque de los acontecimientos, de lo que deciden otros actores del panorama internacional. Así se constata ante su incapacidad para hacer frente con un mínimo de coherencia y, por qué no, grandeza, a sus principales desafíos como el que, contra toda evidencia, nos empeñamos en llamar <crisis de los refugiados> pese a que, como he tratado de argumentar, es algo muy diferente, la crisis del proyecto europeo, que es mucho mñas incluso que la crisis de la UE.

Vuelvo a Bansky. Su penúltima pieza, estratégicamente situada muy cerca de la embajada de Francia en Londres y que apenas quedó expuesta 72 horas (fue tapiada el lunes siguiente, por empleados municipales), mostraba a la conocida Cosette –el personaje inmortalizado en Los Miserables, de Victor Hugo-, envuelta en las lágrimas provocadas por un bote de gases lacrimógenos. Junto a ese dibujo, Bansky incluyó un código QR que, convenientemente escaneado, abría el link a un vídeo de la actuación de la policía francesa el pasado 5 de enero, en uno de los dos terribles campos de refugiados que existen hoy en ese país (junto al de Grand-Synthe, cerca de Dunkerke), el que se conoce como la jungla, en Calais. Ahí se puede comprobar que se emplearon esos y otros medios contundentes contra los refugiados que se amontonan a la espera de su intento de cruzar el canal.

Se trata de los mismos refugiados a los que Cameron estigmatiza de continuo, una cadena de agresiones verbales que suelen emplear él y otros miembros del Gobierno de su majestad, como  ha denunciado Jessica Elgot en un magnífico artículo en The Guardian (http://www.theguardian.com/uk-news/2016/jan/27/david-camerons-bunch-of-migrants-quip-is-latest-of-several-such-comments ). Baste recordar cómo criticó la actuación del líder opositor Corbyn, el único político europeo que se ha tomado el trabajo de visitar el campo de Calais y enterarse de primera mano de la situación de los refugiados e inmigrantes que malviven en ese basurero. Cameron se refirió peyorativamente a esa visita como un meeting de Corbyn con quienes describió como a bunch of migrants (un “manojo de inmigrantes”, podríamos traducir, enfatizando la acepción peyorativa).

Es una anécdota? Sí y no. El incidente parlamentario lo es, a primera vista. Pero, en el fondo, resulta emblemático de la creciente actitud de los Gobiernos europeos hacia <el problema> o <la crisis> de los refugiados. Una anécdota más, pero también un símbolo, si como tales entendemos la dimisión (“portazo” lo llamó elocuentemente Libération) de la ministra de justicia Taubira, en su rechazo frente a la orientación restrictiva de derechos y libertades por parte del Gobierno francés de Hollande y Valls, reformas constitucionales incluidas, por no hablar de esa suerte de <estado de alarma en permanente prolongación>.

Una anécdota, pero también devenida en símbolo, como  la “crisis de Colonia” devenida en crisis estatal, ante el nunca suficientemente explicado episodio de agresiones sexuales en la noche de fin de año en esa ciudad (también en otras, como Hamburgo), supuestamente llevada a cabo por un grupo  -un ejército, casi- de mil hombres, árabes o africanos, ineludiblemente vinculados a los refugiados que en número superior a un millón han llegado a Alemania a lo largo de 2015.

Anécdotas no son, evidentemente, las medidas que, a imitación de políticas experimentadas en Suiza y en alguno de los Estados de la RFA, han sido recientemente adoptadas por el Parlamento de Dinamarca: la confiscación de bienes a los refugiados, so pretexto de darles un trato igualitario respecto a los ciudadanos daneses que acceden al salario social mensual y a quienes se exige que no tengan fondos superiores a 1340 euros, por más que resulta evidente que esa analogía es completamente impropia (http://ctxt.es/es/20160120/Firmas/3776/Refugiados-Dinamarca-Suiza-derechos-humanos-requisa-de-bienes-Convencion-de-Ginebra-Europa-Europa-contra-s%C3%AD-misma.htm ) y, sobre todo, que ese argumento de que la carga económica que representan los refugiados debe ser aminorada por las aportaciones de los mismos refugiados.

No son anécdotas la marcha atrás emprendida por países como Noruega o Finlandia, que han emprendido una política acelerada de devoluciones de refugiados –sin una garantía suficiente de cumplimiento de los requisitos de la Convención de Ginebra de 1951, en condiciones particularmente severas: son devueltos  a Rusia (país que han cruzado esas personas que buscan refugio, bordeando territorio ártico en condiciones de tremenda dureza, después de una travesía de miles de kilómetros). No lo son los muros que crecen no sólo en los países de la UE que pertenecen al< grupo de Visegrado> (Polonia, Eslovaquia, Chequia y Hungría), criticados como insolidarios, insuficientemente democrático, sino también en Austria o Alemania, por no decir en Ceuta y Melilla donde España marcó el camino con sus alambradas de cuchillas para “defender la integridad y soberanía” de nuestro territorio.

Sí, es verdad, la Cosette de Bansky llora como refugiada agredida y llora también por los agredidos con ella, los refugiados, esos nuevos miserables. Esas son las mismas lágrimas ocultas tras la reflexión de Hannah Arendt, quien denunciara con clarividencia que “la historia contemporánea ha creado un nuevo tipo de seres humanos, los que son confinados en campos de concentración por sus enemigos y en campos de internamiento por sus amigos”.

Pero, en realidad, llora por una Europa que se esfuma, que olvida lo mejor que ha atesorado. Llora por el olvido y a traición a los ideales que hicieron de Europa, desde el XVI al XIX, el laboratorio de la esperanza de la humanidad. Por los ideales del humanismo, de la Ilustración, de la Revolución Francesa, del movimiento obrero, del liberalismo y de la socialdemocracia, del Estado de Derecho y del Estado social, que son la libertad, la igualdad, la solidaridad/fraternidad.  Una Europa que, frente a la evidencia del estado de necesidad de millones de personas (refugiados e inmigrantes), entona siempre el mantra del orden público, del equilibrio económico, supuestaente puestos en peligro por refugiados e inmigrantes –ilegales, si no incluso terroristas- frente  los que hay que tomar medidas serias y eficaces, adejtivos que siempre esconden restricciones y violaciones a los derechos humanos.

Y con ella lloramos los que entendemos que Europa importa más que una UE entendida restrictivamente como espacio de libre mercado y libre comercio, que se reconoce más en el TTIP que en  la  Convención de refugiados de 1951 o en la Convención de la ONU de derechos de los trabajadores inmigrantes y de sus familias, de 1990. Lloramos, pero debemos actuar, luchar por exigir que Europa no olvide el Derecho, el imperio del Derecho que exige el cumplimiento de deberes contraídos y, por tanto, la prioridad de poner los medios para garantizar el derecho a la vida, a la libertad, a encontrar refugio frente a la persecución y a la miseria. No es por ellos, no es sólo por ellos, refugiados e inmigrantes, los nuevos miserables. Es por nosotros, si queremos seguir mereciendo el noble título (por ahora más ficticio que real) de ciudadanos europeos.

 

 

LO QUE SIGNIFICA TOMAR EN SERIO EL DERECHO DE ASILO

Ante la manida “crisis de los refugiados”, nuestros políticos habían adoptado la pose de haber entendido que nos encontrábamos ante una “emergencia humanitaria” y derramaban lágrimas y se mostraban compungidos, al mismo tiempo que condenaban las imágenes terribles que aparecían en los medios (desde la foto del niño Aylan Kurdi). Mientras, con la boca pequeña, susurraban que, por otra parte, se trata de una <avalancha> que nos sumía en enormes dificultades y amenazaba la garantía del Estado del bienestar (qué cosa? nos preguntamos muchos) y en particular de los ciudadanos europeos más desfavorecidos. Ese sutil mensaje de xenofobia ha dado sus frutos. Hoy se multiplican las manifestaciones y actos contra los refugiados, fruto en gran medida de la dimisión de esos responsables (y de los responsables de muchos medios de comunicación) de su tarea ineludible, obligada al menos para quien quiera merecer el nombre de político  de periodista dignos, que consiste en explicar a la población la realidad. También los deberes que tenemos contraídos con los otros. Y la necesidad de cumplir con esos deberes.

Así, hemos pasado a admitir como rutina y después a digerir, a mirar con indiferencia e incomodidad, imágenes inaceptables para una sociedad civilizada. Las imágenes que actualizan y aun empeoran por su extensión la degradación que el régimen de Hitler impuso a millones de seres humanos en su política racista que culminó en la “solución final”. Vallas, alambradas, ancianos, mujeres y niños abandonados a su suerte, masas acarreadas como ganado, a veces apaleadas, manifestaciones crecientes que transparentan un odio que hace aún más insoportable la mirada avasalladora de la discriminación hacia esos otros que son inmigrantes y refugiados. Sobre todo, esos dos iconos del horror más profundo de la conciencia europea que son los trenes y los campos. Trenes abarrotados de infrahumanos tratados como ganado; campos en los que se acaban amontonados y sin esperanza. Lo dejó escrito Arendt: la historia contemporánea ha creado un nuevo tipo de seres humanos, los que son confinados en campos de concentración por sus enemigos y en campos de internamiento por sus amigos.

Pero no: el asilo no es una cuestión de caridad, ni de hospitalidad o de piedad en el sentido moral (menos aún, de ese hipócrita sucedáneo que es la moralina al uso). Es un derecho. Un derecho que la inmensa mayoría de los gobernantes europeos (con honrosas excepciones) no toman  en serio e incluso sitúan en grave riesgo de desaparición o de una desnaturalización tan profunda que pierde su sentido. Porque sometido a recortes, procedimientos extrarigurosos, condiciones onerosísimas para con quien huye por salvar su vida, políticas de externalización, étc., el asilo se desvanece. Se hace inasequible, impracticable.  Justo en el momento en que, según prueban las estadísticas del ACNUR, cada vez más seres humanos, por millones, necesitan de esa esperanza del Derecho.

Los políticos europeos no quieren tomar en serio ese derecho, que tiene costes, sí. Porque las prestaciones que son el derecho de los asilados no son gratis. Pero es que lo sabíamos y quisimos aceptar esa obligación en 1951, por solidaridad, por sentido del la justicia y del Derecho, cualidades que pareciera que se han desvanecido en Europa. Así lo prueban las disposiciones adoptadas por el Parlamento danés, a la imagen de Suiza y de los Estados alemanes de Baviera y Baden-Wurtembgerg, que imponen contribuciones económicas (verdaderas exacciones) a los propios refugiados, so pretexto de la igualdad con los ciudadanos daneses que gozan del salario social (¿qué broma es esa, igualdad entre un huido de la guerra de siria y un parado danés?) y para poder asumir la <carga económica>del asilo. Dinamarca, cuyo PIB comparado con el de el Líbano, Jordania, Turqúia o Kenia (países receptores de refugiados por centenares de miles) lo multiplica por decenas! Lo mismo sucede en este momento en Alemania, donde la coalición gubernamental ha alcanzado un acuerdo para restringir las admisiones, disminuir el número y duración de las prestaciones a quienes se concede el derecho de asilo o la protección subsidiaria y favorecer la denegación y expulsión de los solicitantes de asilo. La existencia de los campos de Calais y Grande-Synthe evidencia también el doble rasero que emplea Francia y desvanece el asilo en lo que fuera tierra de promisión de los refugiados. Y la política del Gobierno Rajoy, que exhibe sin disimulo la supeditación del derecho de asilo a una mal entendida defensa de la soberanía del territorio, como lo ejemplifican Ceuta y melilla, no contribuyen a ofrecer esperanza. Todo ellos sin hablar de las reformas contra el asilo en los 4 países del grupo de Visegrado (Hungría, Chequia, Eslovaquia y Polonia), los primeros que se opusieron a un sistema común y obligatorio con cuotas solidarias para distribución de reasentamiento y de acogida. España, Francia, Italia y el Reino Unido contemplan restricciones en los procedimientos administrativos y criterios arbitrariamente selectivos respecto a los países de procedencia. Noruega y Finlandia expulsan hacia Rusia a los refugiados que llegaron a pie a esos países cruzando territorio ártico. Suecia aminora sus cuotas y trata de agilizar los procedimientos de explusión.

En suma la UE no ha conseguido imponer de hecho lo que ya existía como SECA (sistema común y obligatorio) y busca la vía habitual de comprar con millones de euros la externalización de la contención de los refugiados, complementada con el compromiso de aceptar devoluciones incluso colectivas (es el pacto con Erdogan a cambio de 3000 millones de euros). Al mismo tiempo, amonesta severamente a Grecia por no cumplir eficazmente su papel de guardián de la frontera del Egeo convertida en ruta preferente. A Grecia! A la que, por si no tuviera poco con soportar las medidas austericidas que Sypras ha acabado aceptando,  no se ha ofrecido el mínimo de ayuda para al menos salvar y rescatar a los naúfragos en su ruta hacia las islas que ya nos son familiares (Kos, Lesbos). Una tarea que están tratando de cumplir un puñado de ONGs y voluntarios individuales…es decir, que la UE, en lugar de favorecer procedimientos ágiles y asequibles (también por próximos) para plantear las demandas de asilo aprovechando las posibilidades que le ofrece su servicio exterior (el suyo y el de los 28 Estados miembros) y rutas, corredores humanitarios, además de hacer efectivo el procedimiento

Qué hacer? Pueden los estados de la UE asumir ese desafío. Mi respuesta es inequívoca: sí. Sí, siempre que haya un marco obligatorio, común y equitativo entre todos ellos.

Lo primero, crear con una Autoridad o Agencia específica para la gestión del sistema de Asilo y Refugio y de la protección subsidiaria (con especial atención a los programas de reasentamiento). No basta a mi juicio con la FRA (Agencia Europea de derechos fundamentales) ni, evidentemente, con FRONTEX ni aun en su modalidad de verdadera policía de fronteras propuesta por la Comisión en su comunicación del 15 de diciembre.

Además, aumentar y concretar las vías legales asequibles y procedimientos ágiles para la solicitud de asilo. Por ejemplo, garantizar la posibilidad de pedir asilo en embajadas y consulados en los países de origen, limítrofes y tránsito y que se abra así el expediente de asilo, sin que sea necesario llegar a territorio europeo para hacerlo. Y necesitamos un esfuerzo en dotar oficinas europeas de examen de solicitudes de asilo, e coordinación con ACNUR, sobre todo  en los países limítrofes a aquellos en los que existen situaciones de conflicto que generan desplazamientos de refugiados.

Es vital poner las condiciones para hacer efectiva la Directiva Europea de Protección Temporal (2001/55CE del Consejo) activando el mecanismo contemplado para hacer frente a emergencias humanitarias,  y que, además, que habilita medidas que pueden beneficiarse del Fondo Europeo para refugiados. Eso incluye eliminar la exigencia del visado de tránsito para aquellas personas que proceden de países en conflicto y mejorar los programas de reunificación familiar.

Obviamente, es necesario también reforzar e incrementar los programas de reasentamiento en coherencia con el número de refugiados existente, asumiendo un reparto equitativo y solidario entre todos los Estados. La propuesta que hizo la Comisión Europea en su nueva agenda migratoria en mayo de 2015, que suponía una cifra ridícula en comparación con las necesidades reales (16000, cuando sólo Líbano acoge más de 1.100.000) debe y puede ser un buen criterio metodológico. Pero siempre que se centre todo el esfuerzo en agilizar, facilitar y también ordenar, claro el acceso al asilo a quienes lo necesitan, quienes tienen un derecho frente al cual, nosotros no podemos olvidar nuestra obligación.

 

MATICES Y CONTRAPUNTOS A LAS PROPUESTAS DE SAMI NAIR SOBRE POLITICAS MIGRATORIAS Y DE ASILO

El análisis de Sami Nair sobre los errores de las políticas migratorias y de silo de la UE me parece impecable y aun diría que no puedo no compartirlo, pues en él se inspira buena parte del trabajo que vengo realizando sobre esos temas desde hace más de veinte años; en gran medida, además, en colaboración con el propio Nair. Señalaré sólo algunos matices de discrepancia en lo que se refiere a las causas y síntomas y trataré de añadir algo en lo que toca a las propuestas.

 

1. Es evidente la diferencia entre algunos de los principales rasgos definitorios de esos dos movimientos de población, lo que permite explicar las migraciones como un fenómeno estructural, ineludible y aun capital para la comprensión de nuestro mundo, ligado a la división internacional del trabajo en esta fase del proceso de globalización impuesto por el capitalismo global, mientras que los refugiados serían el resultado coyuntural de problemas concretos de persecución. Sin embargo, aquí convendría –a mi juicio- apuntar dos importantes matices sobre los que el mismo Nair ha llamado la atención en otras ocasiones.

1.1.Ante todo, la contingencia del fenómeno de los desplazados y refugiados es engañosa, por cuanto obedece en el fondo a las mismas razones estructurales que configuran las relaciones internacionales: en esas persecuciones, guerras civiles, étc, subyacen las mismas estrategias de quienes compiten en el mercado global. Por ejemplo, de las industrias de armamento (tan importantes para países como EEUU, el Reino Unido, Francia, España, Italia…) que hacen caja vendiendo sus “productos” a buena parte de los Estados en conflicto (incluso a los dos bandos) de los que huyen los refugiados; por no hablar de las empresas transnacionales que expolian materias primas y recursos energéticos entre los que el agua cobra cada día mayor importancia y que sostienen a regímenes dictatoriales que son los que se afanan en tales persecuciones de las que refugiados y desplazados se ven en el estado de necesidad que les lleva a huir.

1.2. En segundo lugar, y aunque esta es una vexata quaestio que los iusnternacionalistas expertos en derecho internacional humanitario suelen dar por zanjada y atribuyen al desconocimiento de los aspectos técnico-jurídicos, lo cierto es que los desastres ambientales han dado lugar a un nuevo tipo de desplazamientos que sólo si se habla de modo superficial podemos considerar inevitables e imprevisibles, según el parámetro del terremoto de Lisboa que tanto afectó a nuestros ilustrados. Lo diré llanamente: creo que hay que encontrar una propuesta para la existencia de lo que inevitablemente habría que considerar como refugiados medioambientales. Quizá al margen del actual sistema internacional de Derecho de refugiados, sí. Pero me parece obvio que la degradación del medio ambiente es también el resultado de un modelo de explotación depredador, característico de la penúltima y última fases del capitalismo (industrial y posindustrial) y que son, somos esos agentes los responsables de que millones de seres humanos se vean obligados a huir de sus países.

 

2. Comparto en su totalidad el diagnóstico sobre los errores de la política migratoria europea: su cortoplacismo, su dimensión únicamente instrumental y torpemente unilateral y el fracaso al que conducen unas políticas que se orientan siempre al primado de la contención de las supuestas invasiones o movimientos migratorios incontrolados a fin de racionalizarlos mediante un modelo hidráulico (vasos comunicantes) que las define y que tiene en la externalización de las policías migratorias su principal instrumento. Y tiene toda la razón Nair al denunciar la ceguera de quienes todavía piensan que pueden parar los movimientos migratorios cuando no lo necesiten, ignorando que las migraciones seguirán, siempre. Como también al identificar la torpeza e ignorancia propias de ese egoísmo que en aras de las particularidades (innegables) conduce a los Estados miembros a un proceso de renacionalización que imposibilita cualquier política comunitaria (salvo la de control policial).

2.1.Por mi parte, subrayaría el error básico en la respuesta de la UE a la mal llamada crisis de refugiados: ante todo, la UE y los estados europeos no han puesto la prioridad en donde debieran, esto es, que afrontan la exigencia d garantizar obligaciones jurídicas vinculantes, derivadas del derecho internacional de refugiados del que son todos parte y no un problema de generosidad moral. Luego lo primero es  poner los medios materiales y personales para hacer efectivos los derechos de los refugiados en lugar de quejarse de  la supuesta incapacidad para hacer frente a este indiscutible desafío; hacerlo solidaria y proporcionalmente, sí.

2.2.Y, en segundo lugar,  quiero hacer constar que la UE no puede llamarse a andana ante los millones de refugiados sirios, afganos o eritreos como si fueran algo imprevisible, cuando esas tragedias que les hacen huir vienen sucediendo desde años (4 en el caso sirio) ante nuestros ojos y con nuestra complicidad por acción u omisión.

 

3. Finalmente, en lo que se refiere a las propuestas, a lo que debe hacer Europa, estoy también de acuerdo con la docena de iniciativas concretas que propone Nair, en lo que se refiere a política de asilo y migratoria. Matizaría y añadiría a lo ya expuesto por él lo siguiente, que son medidas encaminadas a que funcione de hecho un verdadero Sistema PERMANENTE y COMÚN EUROPEO de asilo (que, teóricamente existe y aun está dotado de medios):

  • La UE debe contar con una Autoridad o Agencia específica para la gestión del sistema de Asilo y Refugio y de la protección subsidiaria (con especial atención a los programas de reasentamiento). No basta a mi juicio con la FRA (Agencia Europea de derechos fundamentales) ni, evidentemente, con FRONTEX ni aun en su modalidad de verdadera policía de fronteras propuesta por la Comisión en su comunicación del 15 de diciembre. Otra Autoridad o Agencia similar debiera ser creada para lo referente a Inmigración. Cabría decir, claro, que paralelamente debería crearse en España una Alta Autoridad interministerial con rango mínimo de Secretaría de Estado, al frente de una Agencia de Refugiados y otra al frente de una Agencia de Inmigración, asimismo de carácter interministerial.
  • Se debe incrementar la implementación de vías legales para la solicitud de asilo y en particular garantizar la posibilidad de pedir asilo en embajadas y consulados en los países de origen, limítrofes y tránsito y que se abra así el expediente de asilo, sin que sea necesario llegar a territorio europeo para hacerlo. Para ello, es decisivo el esfuerzo en incrementar las oficinas europeas de examen de solicitudes de asilo, que deberían multiplicarse y asegurar en ellas la presencia de representantes de ACNUR.
  • Ese incremento correspondería, en buena lógica, a la UE, que debe y puede multiplicar las oficinas diplomáticas y consulares (esa es una contribución de los 28: no hace falta que todos los países las abran en todos los países de riesgo o en sus Estados limítrofes. Se trata de coordinar la aportación de los Estados miembros para ese incremento), sobre todo  en los países limítrofes a aquellos en los que existen situaciones de conflicto que generan desplazamientos de refugiados. Es ingenuo pensar en hacerlo en Siria, Afganistán o Eritrea. Pero no en Jordania, Líbano. Iraq o Turquía, por referirnos sólo a ejemplos que afectan los refugiados sirios.
  • Hacer realidad la Directiva Europea de Protección Temporal activando el mecanismo contemplado para hacer frente a emergencias humanitarias, la Directiva 2001/55CE del Consejo que, pese a su antigüedad, nunca ha sido aplicada” y que habilita medidas que pueden beneficiarse del Fondo Europeo para refugiados. Como ha señalado por ejemplo Pascual Aguelo, basta recordar el nombre completo de la directiva: “Directiva relativa a las normas mínimas para la concesión de protección temporal en caso de afluencia masiva de personas desplazadas y a medidas de fomento de un esfuerzo equitativo entre los Estados miembros para acoger a dichas personas y asumir las consecuencia de su acogida’. La directiva provee iniciativas para hacer seguro y equitativo el deber de solidaridad entre los Estados miembros de la UE. Es decir, que EXISTE ya un SECA, EXISTE una normativa en vigor que hace posible adoptar medidas, EXISTE dotación presupuestaria.. Entre esas medidas se incluye eliminar la exigencia del visado de tránsito para aquellas personas que proceden de países en conflicto
  • Mejorar los programas de reunificación familiar
  • Reforzar e incrementar los programas de reasentamiento en coherencia con el número de refugiados existente, asumiendo un reparto equitativo y solidario entre todos los Estados.

 

Añadiré las peculiaridades que plantean Estados como España, en los que hay que optimizar la coordinación entre los diferentes niveles de la administración para evitar el despilfarro de recursos y mejorar la eficacia, sin que ellos suponga tratar de negar la autonomía y las competencias de Ayuntamientos, Diputaciones y Comunidades autónomas (CCAA).

  • 1. Hay que elaborar y aprobar ya, de modo urgente y en colaboración con las ONGs especializadas y con el Defensor del Pueblo, el Reglamento de la ley de asilo. Debe prestarse especial atención al desarrollo del artículo 46 de la Ley de Asilo que hace referencia a las personas en situación de especial vulnerabilidad.
  • 2. Es conveniente diseñar  un Plan estatal de acogida de refugiados (y también de quienes obtengan la protección subsidiaria), en colaboración con Ayuntamientos, Diputaciones, CCAA y ONGs especializadas y prestando especial atención a la experiencia y recomendaciones formuladas reiteradamente desde el Defensor del Pueblo en sus informes Anuales y en sus recomendaciones puntuales. para su distribución equitativa
  • 3 España dispone de la FEMP (Federación Española de Municipios y Provincias) que sería el interlocutor idóneo para ayudar a coordinar las iniciativas de Ayuntamientos y Diputaciones con las de la Administración central del Estado. Y del mismo modo con las CCAA: se trataría de que el Gobierno del Estado utilizara los cauces institucionales para coordinar –desde el mayor respeto a las competencias de las CCAA- la actuación concreta y la distribución de la acogida de refugiados en el territorio de soberanía española.
  • 4. Es necesario diseñar, por el mismo procedimiento y condiciones, políticas de protección social para quienes soliciten y obtengan asilo o protección susbsidiaria. Para ello es importante contar con la experiencia de ONGs especializadas, en lugar de multiplicar las ayudas a todas las ONGS. Deberían concentrarse las subvenciones  en CEAR y ACCEM. Y en coordinación los medios que pueden proporcionar Ayuntamientos (FEMP)  y CCAA. Es urgentísimo, en materia de la atención a los inmigrantes, que se restaure de inmediato y con dotación de al menos 400 millones de euros el Fondo de ayuda a acogida e integración inmigrantes, para Ayuntamientos y CCAA, que fue ya muy reducido en el último tramo del Gobierno de Rodríguez Zapatero, al abrigo de las dificultades de la crisis y simplemente suprimido por el Gobierno Rajoy en 2012.