El episodio vivido en torno a la actuación del rapero Matthew Paul Martin (artísticamente conocido como Metisyahu) en la 22 edición del festival de reggae europeo Rototom Sunsplash, me parece un buen ejemplo del poder de los prejuicios y de la eficacia aplastante de los lobbies, así como de la confusión que produce estar demasiado pendiente de lo políticamente correcto, en lugar de los problemas reales.
En las páginas de @laveupv se ha prestado considerable atención a los cruces de declaraciones y manifiestos y se han publicado varios artículos de opinión e informativos, entre otros, el a mi juicio excelente artículo de Toni Martínez http://www.laveupv.com/noticia/15583/els-tres-errors-del-rototom-en-el-cas-matisyahu-per-toni-martinez, que sugiero completar con lo publicado hoy por David Sarabia en eldiario.es, http://www.eldiario.es/cultura/musica/AVT-PP-censuran-conciertos-Matisyahu_0_421708454.html, sobre los precedentes de conciertos que en su día intentaron prohibir o censurar, por ejemplo, Esperanza Aguirre, Cristina Cifuentes u otros mandatarios del PP y también los dirigentes de la AVT.
Mi intención, como decía, es invitar a la reflexión sobre el desproporcionado peso de lo políticamente correcto, sobre el pavor que provoca ir en contra del mainstream y la necesidad de pronunciarse en los medios y en las redes, aunque se haga sin el tiempo imprescindible para informarse y no limitarse a reproducir prejuicios y/o falacias en la desesperada carrera por pronunciarse en un asunto tan mediáticamente apetitoso como éste.
Comenzaré por alguna información en torno a Rototom Sunsplash. Recordaré que este festival de reggae europeo no es un evento local del que sea responsable el Ayuntamiento del lugar, sino un evento organizado por una empresa, que contrata la realización con el Ayuntamiento. No es una ONG humanitaria, sino una empresa internacional que desde hace unos años ha optado por las playas de Castellón y su clima para publicitar con eficacia un festival que, eso sí, se presenta no sólo como musical, sino como cultural y aún comprometido, pues organiza junto al programa musical un importante espacio crítico o Foro social (el lema de la edición 2015 es “Peace Revolution”).
Hablemos ahora de lobbys, prejuicios y falacias. Y si de lobbys se trata, hay que reconocer que pocos comparables al israelí, o quizá habría que decir el lobby judío proisraelí. En efecto, la poderosa maquinaria mediática proisraelí ha conseguido imponer de nuevo su mensaje, centrado una vez más en su falacia estrella. Aquella que reza que todo aquel que critica las políticas del Estado de Israel es antisemita y poco menos que negacionista o incluso defensor del Holocausto. Una falacia ante la que todo el mundo corre a esconderse en lo políticamente correcto: “antijudío, yo? Antisemita? Racista, discriminador, enemigo de la libertad de expresión? Quiá!! Déme un micrófono que voy a dejarle claro de parte de quién estoy!” O incluso, “no se preocupe de venir, que ya le llama mi gabinete de prensa con mi <más enérgica condena a quienes violan de la forma más grosera los derechos humanos>”. Lástima que, frecuentemente, tan firmes defensores de los derechos humanos y de la legalidad internacional no tengan tanta prisa para pronunciarse contra los crímenes de guerra y contra la humanidad reiteradamente cometidos por los Gobiernos del Estado de Israel, contra el apartheid de los palestinos, contra la situación de niños y mujeres en Gaza, denunciados continuamente por ACNUR o la UNWRA.
Creo que, una vez más y casi como si habláramos de uno de los experimentos de Pavlov, en el caso Metisyahu se ha impuesto una especie de respuesta refleja, porque en la mayoría delas declaraciones de condena se han producido sin pararse a informarse sobre el tal artista y sus tomas de posición políticas, sobre la realidad del movimiento BDS, o sobre la cambiante estrategia de los organizadores del Rototom. Esta, en efecto, la desastrosa y zizagueante actuación a lo largo de esta historia por parte de la organización del Festival y de su director, Filippo Giunta, es a mi juicio, lo peor de la historia, como deja más claro que el agua Toni Martínez en su artículo.
Volvamos a las casi unánimes expresiones de condena. De El País a El Mundo, de C’s al PP y el PSOE, hasta el Gobierno Rajoy y el Consell de la Generalitat Valenciana, por boca de su habitualmente aguda vicepresidenta (que, a mi juicio, no tuvo su mejor día en esta ocasión; aunque, ya se sabe, aliquando dormitavat Homerus), todos han entendido que estábamos ante un vergonzoso ataque a la libertad de expresión, a la igualdad, un acto inaceptable de censura, cuando a un cantante hay que contratarlo o no por su valor artístico y no por sus convicciones, su religión, su raza o sus preferencias gastronómicas. De la calidad artística de Metisyahu habría mucho que decir; los expertos lo consideran un cantante mediocre que consiguió abrirse hueco precisamente explotando la faceta más folklórica y visible (el cuidado look) de su condición de judío. De sus declaraciones públicas y de las letras de sus canciones, basta con googlear para enterarse de que consideraba asesinos a los integrantes de la flotilla de la paz pro Gaza 2010, y que alienta a bombardear a las madres de los palestinos terroristas en canciones como Height, en la que el artista canta: “Vengo con una conciencia como mi espada”, “yo mataré a todos ellos, asesinos locos” o “estoy dejando caer bombas sobre vuestras madres hasta que os rindáis (la letra de su canción Height: http://www.azlyrics.com/lyrics/matisyahu/heights.html). Por mucho menos, Esperanza Aguirre (que ha sido de las primeras en escandalizarse por el caso que comentamos) , Cristina Cifuentes y otros líderes del PP y de la AVT intentaron impedir conciertos de grupos como Los chikos del maíz, Sociedad Alkoholika, e incluso los denunciaron pretendiendo sanciones penales. Fermín Muguruza, Boikot, H Canino y un largo listado de grupos han padecido experiencias similares. Eso se llama doble rasero, ¿verdad?
Pero volvamos a la cuestión: frente a Metisyahu, ¿se ha tratado de un ataque a la libertad de expresión, al derecho a la igualdad y la no discriminación, afortunadamente enmendado por el último comunicado de la organización? Y en ese caso, ¿quién es el responsable de tan grave actuación lesiva de derechos fundamentales?
Dejaré clara mi respuesta, que no representa más opinión que la mía. Creo que se ha producido una inaceptable pretensión de censura por parte de la organización, que trató de condicionar la actuación del artista a una especie de <auto de fe>: confesar que no es antipalestino, ni está en contra de los derechos de los palestinos. Y el responsable es Filipo Giunta y los organizadores, no el Ayuntamiento, ni BSDValencia, ni Compromis Castellón, ni IU, ni Podemos, que se pronunciaron en contra de la presencia del cantante. Rototom, antes de contratarle, podía y debía haberse enterado de lo que cualquiera que entra en Google está en condiciones de saber. Y decidir si les compensaba o no traer a ese personaje, si era compatible o no con los ideales que pregona. Lo más repugnante es que desde Rototom se diga que lo hizo obligado por las presiones de BSD-Valencia (¿a qué presiones se referirá, más allá de sus comunicados?), pero no porque le hayan convencido las razones expuestas por BSD-Valencia, ni sus propias convicciones.
Por tanto, ni IU, ni Podemos, ni Compromis Castellón son culpables de violaciones de derechos. Y tampoco BSD Valencia (cfr. http://boicotisrael.net/etiqueta/bds-pais-valencia/ ). Lo que la iniciativa de este grupo proponía era el boicot a un personaje que hace reiterada y conscientemente propaganda sionista radical. Alguien que ha dejado dicho y escrito barbaridades sin cuento sobre lo que hay que hacer con los palestinos y sus madres.
Y sin embargo, la respuesta muy mayoritaria fue otra: “No; de entrada, pongámonos de la parte del pobre e inocente artista mancillado en su libertad de expresión y en el derecho a la igualdad. Y busquemos y condenemos a los malvados culpables”. En este caso, la sucursal valenciana de BSD, que, de creer a sus debeladores, parece una especie de Mordor pasado por Darth Vader y lo peor de los Lannister. Esa ha sido la tesis de Filipo Giunta: el Rototom habría cedido ante la insoportable presión del BSD, que, de creer el 4º comunicado de los ingenuos y bienintencionados organizadores, sería el culpable de la inaceptable (sí, yo la considero inaceptable) decisión de obligar al cantante a someterse a un auto de fe. Porque para dejarlo claro, diré que estoy de acuerdo con Toni Martínez cuando este subraya que esa parte del comunicado del Festival es un error inadmisible (y una vileza, insisto en añadir).
En realidad, BSD es una iniciativa, fundada hace más de 10 años para presionar sobre esas políticas israelíes, mediante el Boycot, la Desinversión y las Sanciones al Estado de Israel y sus intereses http://boicotisrael.net/). Por cierto, iniciativa apoyada por eminentes intelectuales judíos de todo el mundo, judíos, insisto, pero no sionistas ni defensores del criminal Gobierno Netanhayu. Pero si esa sección, insisto, pide boicot contra un representante acreditado de esas políticas, y lo hace proponiendo una medida discutible (pero argumentada), esto es, que se retire la invitación al cantante http://boicotisrael.net/bds/aclaracion_cancelacion_matisyahu/), lo que no me parece proporcionado es que se asegure que hemos asistido a una conspiración siniestra, obra de un “grupo podrido desde su núcleo” (así lo calificó el Consejo Mundial Judío en uno de los comunicado oficiales emitidos sobre el asunto http://www.worldjewishcongress.org/en/news/a-clear-instance-of-anti-semitism-wjc-condemns-cancelation-of-matisyahu-concert-at-spanish-reggae-festival-8-0-2015 ), que denuncia que BDS repite las consignas antisemitas, racistas y discriminadoras de quienes están llenos de odio hacia el pueblo elegido.
El arquetipo de la opinión basada en el propio prejuicio y en la más descarada y prepotente ignorancia, me parece la tribuna “Opiniones según quién”, publicado en El País por Jorge Martínez Reverte (http://elpais.com/…/20…/08/19/opinion/1439979108_372776.html), donde con tremendo desparpajo asegura: «Lo cierto es que el chaval no ha dado para el gran público ningún asomo de pensamiento político xenófobo hasta ahora». Si se hubiera tomado el trabajo de googlear (no digo de investigar) habría leído lo que el chaval declaró sobre el ataque a la flotilla Gaza 2010, que se saldó con diez muertos, o se habría enterado de que actúa en numerosas ocasiones en consonancia con el AIPAC, el lobby judío que en EEUU apoya los ataques a la población civil en Gaza y la creación de nuevos asentamientos en ese territorio. Está claro que ni siquiera ha googleado ni escuchado las letras de canciones como Height, que antes he evocado. Nada, que la realidad no le estropee su prejuicio… En otra escala, muy distinta, pero que a mi juicio exhibe asimismo elevadas dosis de reacción pavloviana ante la avalancha de lo políticamente correcto y las presiones del supereficaz lobby mediático proisraelí, se encuentran las declaraciones de otros periodistas que se han lanzado a condenar la gravísima infracción a la libertad de expresión, el ejercicio de censura o, inevitablemente la obscena muestra de antisemitismo exhibidos por la izquierda radical infantil. Véase la sulfurosa reacción en las páginas de El Confidencial del editorialista de la derecha moderada, J.A.Zarzalejos, que aprovecha para denunciar el “rampante antijudaísmo de la izquierda”: http://blogs.elconfidencial.com/espana/notebook/2015-08-19/matisyahu-y-el-rampante-anti-judaismo-de-la-izquierda-en-espana_975906/
Por eso, creo que los políticos que se han lanzado a la condena de la grave violación de los derechos de Mestisyahu y han alabado la rectificación de Rototom, se han equivocado. Es cierto que la pretensión de la organización de obligarle a leer una declaración, era indebida e inaceptable. Pero el fondo de este asunto es muy otro. Es la obscena representación de la lógica imperante en los medios y, sobre todo, en las redes sociales: la lógica del rumor, de la falta de comprobación de las versiones de las partes, del contraste de hechos y argumentos, del terreno abonado para la simplificación, la falacia y el prejuicio. Es una cadena de despropósitos, que muestra la debilidad de las convicciones de los organizadores del Festival y su incapacidad para asumir sus responsabilidades. Es también la constatación del doble rasero que consiguen imponer el Estado de Israel y sus grupos de presión