TORRE PACHECO. REPETIR LOS ERRORES, 25 AÑOS DESPUÉS (versión ampliada del artículo publicado en Público, 15 de julio de 2025)

 

Los acontecimientos que se sucedieron en la segunda semana de julio de 2025 en la ciudad de Torre Pacheco nos han hecho evocar a algunos de nosotros -los que, por edad, guardamos algo de memoria- lo que se vivió, 25 años antes, en enero y febrero del año 2000, en la localidad almeriense de El Ejido (muy próxima por cierto a Torre Pacheco), unos trágicos sucesos que fueron entonces considerados como el último progrom en suelo europeo y que, por cierto, tuvieron un fuerte impacto en la legislación de inmigración, mal llamada de extranjería.

A mi entender, sería en todo caso un error pensar que lo ocurrido en Torre Pacheco, o en otros municipios, como Alcalá de Henares o Piera, casi en los mismos días, obedece en cada caso a un movimiento espontáneo y localizado. Todo parece indicar que nos encontramos más bien ante un paso en la estrategia a medio plazo de la extrema derecha, que va ganando terreno en buena parte de la UE, contagiando a la derecha (creo que es evidente ese contagio en la segunda legislatura de von der Leyen) y sin que la izquierda haya dado señales de una respuesta clara y eficaz en la defensa de principios que considero irrenunciables, como trataré de exponer.

Resumamos. En la ciudad de Torre Pacheco, tras la paliza sufrida por un sexagenario a manos, presuntamente, de varios jóvenes identificados como magrebíes, se desató casi de inmediato una campaña en redes sociales, junto a declaraciones de políticos de extrema derecha, llamando a tomar la justicia por su mano, es decir, a vengarse. La campaña en cuestión, que utilizaba lemas como «cacería», se focalizó en los inmigrantes que viven en el barrio de San Antonio de esa ciudad, sobre la base de que no sólo los agresores, sino todos los inmigrantes, son delincuentes y su presencia es un peligro que hay que erradicar.

En el origen de esos mensajes y de la incitación al odio y a la violencia, alimentados con todo tipo de bulos, como se ha demostrado, se encuentran indiscutiblemente políticos de Vox y medios de extrema derecha[1]. Se trata de falsedades cuya línea argumental se centra en la tesis de que la llegada de inmigrantes, además de desbordar nuestro propio equilibrio demográfico y nuestro estilo de vida, se traduce de inmediato en un incremento de la delincuencia, en un deterioro de la garantía de los derechos de los ciudadanos (comenzando por la seguridad y siguiendo por derechos sociales: salud, educación, vivienda) y pondría en riesgo la democracia misma. Son mentiras fácilmente desmontables con la apelación a los hechos, los datos que nos muestra la estadística[2]. En particular, la pretendida correlación entre presencia de la inmigración e incremento de la delincuencia, el gran caballo de batalla de los Alvise, Abascal y tuttiquanti radicales de extrema derecha, que propagan el terrorífico panorama de una supuesta conspiración orientada a un gran reemplazo de la demografía y los valores occidentales, merced a la invasión que supondría la inmigración y que sólo se podría frenar apelando a la gran deportación, la Reemigración[3], está rotundamente desmentida por hechos, por datos que se encuentran al alcance de cualquiera, en los informes anuales de la fiscalía o en las bases de datos del ministerio del Interior.

Lo cierto es que, aunque la campaña para las cacerías en Torre Pacheco, convocaba manifestaciones para los días 15 a 8 de julio en esa localidad (en el bien entendido de que se trataba de que llegara gente a Torre Pacheco a esos efectos, pues no se contaba con una adhesión significativa de los propios vecinos), ya el 13 de julio de 2025 se habían vivido ya dos noches de violencia extrema en el barrio de San Antonio de esa localidad y numerosos enfrentamientos, con el agravante de una muy tímida reacción de las fuerzas de orden público en las primeras 24 y casi 48 horas. Algo que afortunadamente se corrigió a partir del día 15, cuando estaban anunciadas concentraciones de protesta y de cacería contra los inmigrantes, que fueron disuadidas por  una mayor presencia y control policial (que no impidió las provocaciones e insultos a los medios de comunicación presentes para informar) y, sobre todo, con detenciones como la de uno de los autores de la agresión al anciano y también de algunos de los responsables de la campaña en redes, de odio e incitación a la violencia, basada en todo tipo de bulos y falacias sobre los inmigrantes. A día de hoy, conviene destacar que la fiscalía ha incoado diligencias sobre la posible responsabilidad del diputado autonómico y líder de Vox por Murcia, el señor Antelo.

Dicho todo ésto, a mi juicio y como he anticipado, es interesante ponerlo en relación con lo que se vivió en El Ejido, hace ahora 25 años, pues hay considerables similitudes, aunque también importantes diferencias

 

 

Lecciones de El Ejido: similitudes y diferencias con Torre Pacheco.

Para los más jóvenes, recordaré algunos datos del escándalo de El Ejido. El 22 de enero de 2000 dos agricultores españoles fueron asesinados en El Ejido por un temporero marroquí. Quince días después, el 6 de febrero, una joven fue apuñalada por un inmigrante marroquí que estaba en tratamiento siquiátrico. A continuación, entre los días 8 a 10 de febrero, se produjo lo que fue calificado como un verdadero progrom, en el que se destruyeron todo tipo de locales, una mezquita, los locutorios telefónicos, las carnicerías halal, distintos vehículos y se arrasaron las sedes de Andalucía Acoge y de la Federación de mujeres progresistas. Hubo intentos de linchamiento a inmigrantes, e incluso el subdelegado del gobierno en Almería fue perseguido al grito “ese es el que les da los papeles”. Numerosos periodistas que asistieron a aquellos acontecimientos en El Ejido, calificaron como pasiva la actitud de la policía. El alcalde, Juan Enciso (en aquel entonces del PP y luego reelegido como independiente; recordaré que en las últimas elecciones Vox ha sido la 2 fuerza política), no sólo no trató de detener esas barbaridades, sino que mostró su comprensión e incluso animó al “castigo popular”. Es el mismo personaje que se hizo famoso por su lema de campaña electoral: “a las 7 de la mañana todos los inmigrantes son necesarios; a las siete de la tarde, todos sobran”.

El Ejido era entonces un caso paradigmático de la transformación social -laboral, económica, cultural- de no pocas comarcas de Almería, gracias al cultivo intensivo bajo los mares de plásticos, donde se ocupaban millares de trabajadores -en su inmensa mayoría magrebíes-, que estaban pésimamente alojados en chabolas o cortijos derruidos en las afueras de la población, salvo una pequeña concentración en el barrio de Las Norias. Se trataba de un modelo de asentamiento descrito por los especialistas que estudiaron el caso, como Ubaldo Martínez o Emma Díaz, como arquetípico del espacio segregado, pero sobre todo, lo más importante, un ejemplo de feroz desigualdad: en pocos años se incrementó la prosperidad económica, incluso el número de millonarios, mientras esos trabajadores (casi un tercio de la población total: entre 15000 y 20000 en el año 2000, para una población que en esa fecha era de unos 53000 habitantes), malvivían en pésimas condiciones laborales, por no hablar de la ausencia de derechos elementales.

Las más destacables diferencias entre el contexto de El Ejido y el de Torre Pacheco son consecuencia sobre todo de los 25 años transcurridos. Torre Pacheco, una ciudad del Campo de Cartagena, cuenta en 2025 con 46000 habitantes, de los que casi 12000 (cerca del 30%) son extranjeros no comunitarios, que no viven en el extrarradio, sino que, en su gran mayoría, se concentran en un barrio de la ciudad, San Antonio, y aparentemente conviven sin muchos problemas con el resto de los vecinos de la ciudad. Además, lo que es muy importante, también en su inmensa mayoría tienen residencia legal y una parte de ellos, sobre todo los más jóvenes, nacidos en España, son ciudadanos españoles. La mayoría de los que tienen trabajo se ocupan en la agricultura intensiva, que es la principal actividad económica y también en alguno de los 6 polígonos industriales, o pequeños empleos temporales, además de locales de comercio y restauración. Aún así, conviene resaltar un dato publicado en un artículo de la revista científica Nature, que me parece que encierra una de las claves en la que no se ha reparado en este debate. Me refiero a la conclusión de este análisis en la que se pone de manifiesto lo que posiblemente sea el más relevante argumento de la existencia de una discriminación laboral que permanece: la brecha salarial entre los trabajadores inmigrantes y los nacionales hoy, en España, alcanza el 29%[4].

Un dato que no siempre se cita  y que me parece relevante es el siguiente: en los últimos cinco años, han adquirido la nacionalidad española 944.543 inmigrantes, entre los que destacan los de tres nacionalidades de origen extracomunitario: Marruecos, Venezuela y Colombia. Los permisos de residencia han pasado de 718.178 en 2020, a 1,4 millones en 2024. Sin duda, ese incremento de residentes legales y, sobre todo, ese millón de nuevos españoles son una buena noticia. Una buena noticia que lleva consigo también la necesidad de invertir en los servicios a los que tienen derecho todos los residentes legales que ahora son casi un millón y medio más, y todos los servicios a los que tienen derecho todos los ciudadanos españoles, que ahora son casi un millón más: si no se invierte, esos servicios se degradan y ya no cabe el socorrido tópico falaz de echar la culpa a los inmigrantes ilegales: de una parte, porque son residentes legales y de otra, porque hay un millón que, insisto, son ciudadanos , con los mismos derechos y deberes que quien suscribe.

Pero permitan que insista en subrayar la situación de los jóvenes nuevos españoles (jóvenes españoles de origen magrebí), porque sucede que, una vez más, ninguno, ninguno, de los partidos políticos con responsabilidad de gobierno en estos años, en todos los niveles, se ha ocupado de invertir suficientes medios para ello, de modo que, para una parte de esos jóvenes, insisto, ciudadanos españoles, el mecanismo tantas veces descrito como “ascensor social “, no existe y desde luego siguen padeciendo racismo, comenzando por el muy carpetovetónico desprecio a «los moros» [5]. Muy verosímilmente, eso contribuye a que no sean infrecuentes el trapicheo y los pequeños delitos.

Es decir, encontramos situaciones de déficit social que son las condiciones propicias para procesos de exclusión social, que incluyen automarginación, por la frustración de toda expectativa de mejora. Esto no es algo nuevo: lo hemos vivido ya en otras poblaciones, como Salt y, sobre todo, en Francia, en las conocidas como cités, los barrios de la banlieue, caracterizados por la degradación de los servicios sociales y prestaciones en derechos básicos como salud, escuela y vivienda, además de la ausencia de perspectivas de un trabajo digno. Son procesos sociales que conocemos incluso por el cine (El odio, Los indeseables, Los miserables, Atenea…)., pero no parece que hayamos aprendido sus lecciones, la principal de las cuales es ésta: aquí, bajo el racismo, y la xenofobia lo que subyace es, insisto, una manifestación clara de los procesos de exclusión, de explotación y de desigualdad, que fomenta el capitalismo depredador.

Esta es, en mi opinión, la clave de comprensión del significado político del desafío complejo que nos plantean las migraciones, algo que, sin embargo, parece difuminarse en los análisis que ponen el acento en la ideología racista, en la xenofobia (aún más simplificadores, a mi juicio, cuando se habla de ese confuso término que es la aporofobia). Porque en esas interpretaciones, que abundan entre quienes siguen acríticamente las pautas del pensamiento correcto, suele olvidarse que el racismo y la xenofobia son sobre todo ideologías de cobertura, de justificación de lo que constituye el verdadero núcleo del problema: unas determinadas relaciones de poder, de dominación, que se sirven de las migraciones para asentar la correlación de poder, en el orden internacional y en el estatal.

Desde luego, en una perspectiva pragmático-utilitarista, ningún experto discute la tesis de que las economías de buena parte de los países del norte tienen ya una suerte dependencia estructural de los movimientos migratorios, que se traducen en efectos económicos positivos, esto es, en un saldo beneficioso, unilateral[1]. En cierto modo, esos desplazamientos masivos de inmigrantes funcionan de nuevo como ejército laboral de reserva, que alimenta en buena medida lo que se denomina economía clandestina, porque en buena medida los beneficios dependen de un modelo de explotación de los trabajadores reclutados, sometidos a condiciones laborales y salariales muy discriminatorias, con las que además se ejerce dumping social respecto a los trabajadores nacionales, si bien lo habitual es que esos trabajadores migrantes reclutados se empeñen en sectores -en nichos laborales- de los que deserta la mano de obra nacional. El arquetipo son empleos agrícolas en condiciones muy duras, un particular modelo productivo “de éxito”, que se extiende -entre otros ejemplos- desde los cultivos de la fresa en Huelva, a los cultivos del plástico en Almería, o estos cultivos intensivos del melón o la lechuga en el Campo de Cartagena, sostenidos sobre un sistema de explotación laboral de la mano de obra inmigrante[2]. En un ensayo sobre el caso de Torre Pacheco, Walter Actis ha desentrañado lo que califica como “insostenible modelo agroexportador que mantiene una alta rentabilidad tanto por la explotación humana como ambiental, extrayendo agua que no hay, erosionando los terrenos y contaminando los acuíferos subterráneos que terminan en el Mar Menor”[3]. Es algo que también ha destacado que el director de Justicia Alimentaria, Javier Guzmán, en su ensayo los presupuestos y alcance del modelo de cultivo agrícola intensivo que caracteriza a buena parte de estas poblaciones, en Almería o en Murcia, apuntaba a contextualizar en ese sentido[6].

En efecto, a mi juicio, lo que no acaban de entender quienes ponen el foco de manera simplista en el racismo y la xenofobia es que, como ya anticiparan Allport, Taguieff o Todorov, y ha contribuido a poner de manifiesto una corriente de literatura política y narrativa afroamericana, con nombres como Tha-Nheisi Coates, I.X Xendi, o Michelle Alexander, antes incluso del movimiento Black lives Matter, ambas ideologías, racismo y xenofobia son herramientas, presuntas visiones del mundo que tienen como propósito justificar una relación de poder, un modelo político de dominación, explotación y discriminación. Esa es lo que llamé la herida original que lastra el mensaje de los founding fathers de la independencia americana, de Washington a Jefferson[7].

Todas las manifestaciones del racismo, desde el etnológico que ya se conceptualizó en la Atenas clásica, al racismo biologicista típicamente decimonónico, hasta el más reciente racismo como diferencialismo cultural (que proclama la incompatibilidad de un modelo cultural. africano, islámico, asiático, latino- con el dominante en el país de que se trate), sigue el mismo patrón: prejuicios para justificar una relación de poder. Y el problema, a mi juicio, cuando hablamos de Torre Pacheco, es que esos mecanismos de discriminación y explotación no han sido removidos eficazmente por PSOE, ni por el gobierno de coalición en estos siete años, ni, por supuesto, el gobierno regional de Murcia, del PP, con políticas públicas que signifiquen inversiones y doten de medios sobre todo a las administraciones que directamente afrontan la gestión de estos desafíos, los Ayuntamientos. A ello me parece que apuntaba certeramente el comunicado “Violencia racista ¿Qué hay detrás?”, emitido por Sos Racismo Guipuzcoa/Gipuzkoako SOS Arrazekeria[8].

En ese sentido, me parecen preocupantes algunas de las importantes y negativas coincidencias entre El Ejido y Torre Pacheco. En particular, como he señalado ya, la débil respuesta inicial de los responsables políticos, de las fuerzas de orden público y de las autoridades judiciales, ante el incremento de la campaña en la calle, incentivada por Vox y los habituales portavoces en redes de extrema derecha, que difunden el lema “cacería”. Sorprende que, pese al despliegue considerable de fuerzas de seguridad, no se produjeran detenciones hasta casi transcurrida una semana, y casi hasta ayer no se haya visto particularmente activa a la fiscalía que no olvidemos, es defensora de la legalidad. Cabe recordar que en el caso de El Ejido las dos únicas condenas fueron para los dos autores de los homicidios. No hubo ninguna, para los responsables de las más de 500 conductas susceptibles de tipificación delictiva. Hay que confiar en que no se repita lo mismo ahora, en Torre Pacheco.

 

Una política migratoria que es sobre todo retórica partidista, vacía.

Pues bien, a mi juicio, es casi inevitable concluir que en torno a lo sucedido en Torre Pacheco hemos asistido de nuevo a la escenificación de la estrategia partidista que se sirve del argumento de la migración como arma arrojadiza para la descalificación del adversario, en lugar de ponerse manos a la obra para facilitar los medios que puedan garantizar que la siempre compleja convivencia que nace de la presencia importante de esos otros, los inmigrantes, pueda desarrollarse en el marco del respeto a la igualdad de derechos y al pluralismo.

Uno de los escenarios en los que me parece más evidente lo vacío del debate es el de la discusión en torno a las exigencias que han de cumplir los inmigrantes para probar que están “dispuestos a integrarse”. A ese respecto, se reitera acríticamente el tópico de que los que vienen de fuera han de adaptarse a “nuestros usos y costumbres”, como condición para que aceptemos su presencia y se pueda desarrollar un marco de convivencia. Un argumento que, si se piensa con un poco de detenimiento, carece de justificación, de fuerza de obligar, si nos referimos a usos y costumbres que no están incorporados a las leyes. Porque hay que recordar que, en democracia, allí donde las leyes no obligan ni prohiben, lo que rige es el principio de libertad, siempre que no afecte a un derecho de tercero. A un derecho, digo, no a los deseos o expectativas o hábitos particulares. No niego que sea siempre aconsejable, desde luego, respetar los usos y costumbres de los otros, pero insisto: con la única condición de que no afecten a los derechos de nadie, y eso vale en una y otra dirección, algo que confunden quienes parlotean sobre integración entendida en un sentido unidireccional. Eso no es integración, es aculturación forzada, asimilación impuesta, y supone falta de respeto. La integración o es acomodación mutua, o no es tal. Y la primera condición de esa acomodación mutua es la igualdad de derechos y deberes. Un ejemplo banal de todo ésto: quien llegó de Murcia a Valencia y vive y trabaja en Valencia desde hace más de 50 años, ¿es menos valenciano, menos vecino, porque deteste los petardos, no acuda a mascletaes, huya de las fallas, no beba horchata ni se atiborre de fartons, abomine de los festejos como els bous al carrer o els bous a la mar, o el toro ensogado, no llore de emoción con el himno regional, ni con la moixeranga, y no quiera probar el arroz al horno, todos ellos signos de identidad de los valencianos, que algunos pretenden salvaguardar por ley?

A diferencia de lo que aseguran tantos profundos tertulianos que se presentan como «analistas», pero también los portavoces de la mayoría de los partidos políticos que han llenado portadas de informativos con sus declaraciones, estoy profundamente convencido de que el debate entre los partidos políticos que se ha vivido a propósito de Torre Pacheco, no ha sido una confrontación entre dos modelos de política migratoria, el de la derecha y el de la izquierda. El supuesto debate sobre la integración cultural, el vínculo entre inmigración y criminalidad, o el balance económico de la presencia de la inmigración, se ha quedado en slogans, en invectivas, pero no ha permitido analizar modelos distintos de política migratoria, sino que ha dejado fuera de foco la necesaria confrontación de propuestas concretas, de soluciones que mejoren las condiciones de convivencia de todos: los inmigrantes que llegan y quienes vivimos aquí.

Entiéndase, claro que me parece que hay diferencias, incluso relevantes, entre lo que sostienen las fuerzas de la derecha y la de la izquierda. Pero, a mi juicio, lo que ha sucedido es sobre todo una confrontación mediática, una escenificación más de la lucha partidista que se sirve de los inmigrantes como herramienta en esa disputa. Porque, de hecho, no nos engañemos, parece que la inmensa mayoría de la clase política, en lugar de actuar por la garantía efectiva de la igualdad en derechos y deberes, se haya dedicado sobre todo a manipular la realidad y a predicar mantras retóricos con el propósito fundamental de descalificar las expectativas electorales del adversario. Así lo hacen algunos ministros del gobierno que nos quieren presentar a la derecha como encapuchados del Ku-Klux-Klan, dispuestos a comerse crudos a los inmigrantes, y también buena parte de los políticos de Vox, algunos del PP y aledaños, que propagan la imagen de unos políticos de izquierda irresponsables, cuando no enemigos de la civilización occidental…

Un ejemplo claro es la oscilante postura del líder del PP, el señor Núñez Feijoo, quien, aunque ha condenado con claridad los ataques ultra en Torre Pacheco, no ha querido identificar la responsabilidad de Vox e incluso ha adoptado parte de su discurso, sobre la necesidad de deportar de inmediato a todo inmigrante que cometa un delito, así, sin matizaciones[9]. Pero no me parece menos retórica partidista y agitadora la de quienes, para estigmatizar al contrario como gente cruel y sin piedad, ningunean los problemas reales de convivencia y, contra todas las evidencias reales, propagan acríticamente que este es un país en el que no se dan cacerías contra inmigrantes y se respetan sus derechos. Así lo ha reiterado el presidente de gobierno, que asegura imperturbable que este es un país de derechos para los inmigrantes y asilados -que se lo pregunten a tantos miles de ellos que viven en condiciones de precariedad y explotación, sin poder ejercer derechos elementales- y no digamos la inane ministra Sáiz, con su habitual tono buenista, exento de rigor jurídico, que pone en evidencia la ausencia de voluntad política de cumplir con la legalidad interna e internacional. Una y otra retórica, las de la derecha y las de la izquierda gobernante, descalifican a quienes las sostienen, porque, insisto, no se orientan a tratar de solucionar los problemas, sino a arrojarlos sobre el otro bando.

 

Sobre la mal llamada “política de cooperación internacional sobre las migraciones”. De Torre Pacheco a Mauritania.

Particularmente detestable me parece lo que sucdiçó cuando aún no sehabían apagado los ecos de lo ocurrido en Torre Pacheco. Me refiero al episodio del oportuno viaje solemne del presidente del gobierno, acompañado de una pléyade de ministros, con el que se reeditó la ritual visita de control (disfrazada de cooperación) a la república islámica de Mauritania. Conviene recordar que este es un régimen que tiene mucho de teocracia militarizada y poco de república, casi tan poco como el de los ayatollahs iraníes.

Parece evidente el mensaje que se pretendía enviar, en conexión con el debate partidista sobre quién y cómo gestiona mejor las migraciones: vean cómo se hace política internacional para mejorar esa gestión. Pues bien, no puedo dejar de señalar hasta qué punto creo que hay una tergiversación en ese mensaje de cooperación internacional en la política migratoria.

Ante todo, porque me parece completamente rechazable haber tenido que escuchar las alabanzas del presidente del gobierno y de los ministros que le acompañan, todos ellos declaradamente feministas acérrimos, a un régimen que desprecia y viola por definición los derechos de las niñas y mujeres mauritanas. Ver y escuchar a una ministra como Elma Saiz, que se proclama feminista y se declaraba escandalizada por los comentarios machistas de Abalos y compañia, departir amablemente con estos ultramachistas de convicción y hechos, sin decir palabra sobre los derechos de las mujeres y las niñas, es sencillamente repugnante. E imaginen qué pasa con los de las niñas y mujeres de otros países, que hemos pactado devolver a la exquisita policía mauritana y de cuya suerte nos desentendemos en absoluto: las quejas sobre las prácticas crueles de abandono y “devolución” a sus países de origen de esos inmigrantes que les entregamos, son muy similares a las que se viven desde hace decenios en Marruecos[10].

Pero claro, se me dirá aquello de Bismarck (“un hombre que se mete en política armado sólo con sus principios, es tan irresponsable como quien se adentra en un bosque infestado de bandidos con un palillo entre los dientes”), se me reprochará la ausencia de pragmatismo y se me repetirá que la geografía obliga. Esto es, que todo vale para amarrar que ese vecino ejerza la función que a nosotros más nos importa. Que no es otra que frenar el terrorismo islamista y domeñar los flujos migratorios. Pero no con el Derecho en la mano, sino con la vía de siempre, la del policía malo, que para policía bueno ya estamos nosotros. O sea, que el objetivo es asegurar como sea que disminuya el porcentaje de los cayucos a Canarias (el ministro Marlaska presume de cómo bajan esos porcentajes) o que, en todo caso, nos aseguremos de que podemos vaciar de Canarias a todos los que han llegado jugándose la vida a las islas y que no nos interesan, y echarlos a todos a ese paraíso de los derechos humanos que es Mauritania. Claro, el precio para nuestra conciencia es olvidar la hipocresía de que nos desentendamos de cómo se violan los derechos humanos en Mauritania, pero es que esas personas ya no son cosa nuestra, que para eso les pagamos a los mauritanos (cooperación, lo llaman), para poder librarnos de ellos, sin tener que hacerlo nosotros mismos. Ahora bien, ¿qué diferencia hay entre esas prácticas y las que criticamos cuando las emprende Meloni en Albania o la supuesta socialdemócrata Frederikssen de Dinamarca, con Uganda? Si encima el presidente y los ministros presumen de una política migratoria y de asilo presidida por los derechos humanos y la cooperación, no como los racistas y xenófobos del PP o de Vox, la hipocresía riza el rizo. Y, por cierto, de los planteamientos xenófobos y racistas de Junts nunca oirán Vds críticas por parte del gobierno progresista de coalición.

 

¿Qué hacer?

Terminaré con un par de propuestas, nada novedosas. Sin ninguna duda, es importante la tarea de prevención contra la narrativa tóxica, la xenofobia y el racismo, en la escuela, en la calle y en los medios de comunicación. Pero ante todo y también en mi opinión, para responder a estos sucesos que podrían ser sólo un anticipo de la estrategia por venir de la extrema derecha, frente a la que la derecha no es suficientemente contundente, me parece que son imprescindibles dos tareas.

En primer lugar, algo tan elemental como que funcione el Estado de Derecho, esto es, que se restablezcan las garantías de la convivencia, que las fuerzas de orden público y de seguridad, la policía judicial, los jueces y los fiscales dispongan de medios adecuados para poder cumplir eficazmente su función y así, primero disuadan y luego investiguen y persigan de modo diligente los presuntos actos delictivos, de modo que los responsables sean llevados ante la justicia para paguen por lo que han hecho. Restablecer el Derecho, porque lo otro, la «autodefensa vecinal» (que con frecuencia no viene de los vecinos, sino de fuera, como se ha visto en Torre Pacheco) es el imperio de la barbarie.

Y, en segundo lugar, hay que exigir a nuestros responsables políticos el cumplimiento de aquello, tan elemental también, del facta, non verba. Dejémoslo claro: hace falta poner fin al discurso condescendiente, a la retórica paternalista de la exigencia «humanitaria» con los inmigrantes, para decidirse, con presupuestos (ay!) a pasar a los números y al boletín oficial, el del Estado, el de la Comunidad Autónoma, el bando municipal. Hay que dotar de medios y concretar inversiones en servicios en esos barrios, facilitar el acceso y la garantía de derechos básicos como salud, educación, vivienda y trabajo, en condiciones de igualdad para todos.

Todo eso, la necesidad de una voluntad de hacer política en serio, y no paripés de guiñol, vale como decía, para la crítica a quienes han visto en Torre Pacheco una oportunidad de arrimar el ascua a su sardina electoralista y, por ejemplo, exhibir el peligro de Vox, con frases rimbombantes como las de la ministra Redondo, una habitual de la indignación victimista, que habla de «frenar el kukuxklan entre nosotros», mientas no consta que se preocupe un ápice por la igualdad efectiva de derechos de las mujeres inmigrantes y de las niñas inmigrantes. Y vale, desde luego para el reproche prioritario a las autoridades municipales y autonómicas que se han mostrado demasiado comprensivas con esas reacciones de barbarie ante el delito perpetrado en Torre Pacheco, que ha sido el detonante de la situación. En particular, personalizaré mi denuncia en el presidente López Miras, que se apresuró a retirar las medidas en materia de vivienda para inmigrantes aprobadas por su consejo de gobierno y que Vox rechazó de inmediato, hasta el punto de permitirse el acto indecente y machista de obligar a su propia consejera a un indigno “no lo volveremos a hacer”.

Para seguir debatiendo, en la teoría y en la práctica, propongo tener en cuenta estas dos conclusiones:

Primera conclusión: Vox ha demostrado, a fin de cuentas, que maneja muy bien las redes, que consigue atraer a un sector importante del electorado joven con sus mensajes de rebelión contra el sistema y que, de facto, manda en Murcia. El PP no se puede llamar a andana, sobre todo si todo ésto es una muestra de la estrategia de gobierno que nos puede llegar tras las elecciones generales, cuando sucedan. Por eso es necesario que os ciudadanos deberían tener clara la propuesta del PP sobre política migratoria y de asilo (por supuesto, es aplicable a los demás partidos)

Segunda conclusión: gestionar la convivencia en situaciones de cierta complejidad, no sale gratis. O sea, que hay que pensar en la financiación de medidas de políticas públicas sobre todo en el ámbito municipal. un gasto que es inversión en convivencia, en mejora de la gestión. Si los diferentes gobiernos no concretan las mencionadas inversiones y medios personales y materiales a disposición de las administraciones municipales, los grandes perdedores de todo esto serán los paganos de siempre: los inmigrantes. Pero también todos nosotros, porque el perjuicio a la convivencia no dejará de afectarnos negativamente a todos.

 

[1] Tomás Muñoz, en un interesante análisis publicado en el dossier dedicado a estos sucesos en la revista El Salto, pone de relieve que se trata de una estrategia ensayada en otros países, por ejemplo, en Inglaterra: https://www.elsaltodiario.com/region-murcia/bulos-algaradas-estrategia-internacional-promocionar-supremacismo?utm_source=Claves%20para%20entender%20Torre%20Pacheco%20y%20otros%20temas%20destacados%20de%20la%20semana&utm_medium=email&utm_campaign=bol1207.

[2]  Recientemente se han publicado algunos análisis estadísticos que son muy concluyentes a este respecto. Así, por ejemplo, https://www.eldiario.es/sociedad/datos-desmienten-vox-espana-doble-extranjeros-2005-tasa-delincuencia-baja_1_12461944.html?utm_source=adelanto&utm_medium=email&utm_content=Socio&utm_campaign=15/07/2025-adelanto&utm_source=elDiario.es&utm_campaign=e786b0fb6d-ADELANTO_15-07-2025&utm_medium=email&utm_term=0_10e11ebad6-e786b0fb6d-56371625&goal=0_10e11ebad6-e786b0fb6d-56371625&mc_cid=e786b0fb6d&mc_eid=431e753198). También, https://elpais.com/espana/2025-07-16/sube-la-criminalidad-en-espana-datos-de-tendencia-por-delito-y-en-cada-ciudad.html. Quizá venga bien señalar que estas falacias habían sido rebatidas desde hace tiempo entre nosotros, desde la antropología, la sociología y la filosofía política. Basta asomarse, por ejemplo, a las páginas que dedicó a la cuestión el antropólogo Carlos Giménez en su monografía de 2014 Antropología, derechos y ética ante la cuestión migratoria.

[3] Como es sabido, la hipótesis de un “gran reemplazo” fue formulada por Renaud Camus en su ensayo de 2010, Le grand remplacement. La solución de la gran deportación o “Reemigración”, fue incorporada en 2021 al programa electoral del partido neonazi AfD, incluso concretada en una RemigrationsAgenda, y puede consultarse en la website del partido: https://www.afd.de/remigration/. Ambos argumentos fueron mimetizados por la diputada d Vox, de Mer, en términos de las exigencias de legítimo derecho a la supervivencia del “pueblo español”, poco antes de los sucesos de Torre Pacheco: https://elpais.com/espana/2025-07-07/vox-habla-ya-abiertamente-de-deportar-a-ocho-millones-de-inmigrantes-y-sus-hijos.html.

[4] https://www.nature.com/articles/s41586-025-09259-6.

[5] https://elpais.com/espana/2025-07-15/los-hijos-de-la-inmigracion-en-torre-pacheco-en-la-diana-a-sus-ojos-seguimos-siendo-moros.html.

[6] Cfr. https://www.elsaltodiario.com/opinion/torre-pacheco-sintoma-una-sistema-agroexportador-podrido?utm_source=Claves%20para%20entender%20Torre%20Pacheco%20y%20otros%20temas%20destacados%20de%20la%20semana&utm_medium=email&utm_campaign=bol1207. A ello apunta también, creo, Mohamed El Amrani en su “Torre Pacheco: manual para una revolución involuntaria.https://elpais.com/espana/2025-07-14/torre-pacheco-manual-para-una-revolucion-involuntaria.html.

[7] Así la califiqué en el capítulo VI de mi ensayo Nosotros que quisimos tanto a Atticus Finch. De las raíces del supremacismo al Black lives Matter (2000), pp.115-135.

[8] https://sosracismogipuzkoa.org/violencia-racista-que-hay-detras/.

[9] https://elpais.com/espana/2025-07-16/feijoo-endurece-su-discurso-y-pide-deportar-de-forma-inmediata-a-los-inmigrantes-que-delincan.html?ssm=TW_CM&utm_source=tw&utm_medium=social.

[10] https://elpais.com/espana/2025-07-16/migrantes-y-refugiados-viven-aterrorizados-en-mauritania-por-la-mano-dura-del-gobierno-para-frenar-los-cayucos.html?ssm=TW_CC.

[1] Cfr. por ejemplo el reciente ensayo de la investigadora de la IE University, D. Turcu, https://theconversation.com/frente-al-discurso-antiinmigracion-datos-por-que-los-inmigrantes-son-necesarios-para-las-economias-de-ee-uu-y-europa-261124?utm_medium=email&utm_campaign=La%20conversacin%20del%20domingo%20-%203457035211&utm_content=La%20conversacin%20del%20domingo%20-%203457035211+CID_ab8a931a74a8b8a545a71a379aaca11f&utm_source=campaign_monitor_es&utm_term=Frente%20al%20discurso%20antiinmigracin%20datos%20por%20qu%20los%20inmigrantes%20son%20necesarios%20para%20las%20economas%20de%20EE%20UU%20y%20Europa.

[2] https://www.elsaltodiario.com/region-murcia/torre-pacheco-explotacion-humana-ambiental-europa-pueda-comer-lechuga-12-meses-del-ano.

[3] https://www.elsaltodiario.com/region-murcia/torre-pacheco-explotacion-humana-ambiental-europa-pueda-comer-lechuga-12-meses-del-ano.

 

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