TRAS EL GRAN APAGÓN: UNAS POCAS CERTEZAS Y MUCHAS DUDAS

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No se habla de otra cosa, que el gran apagón que vivimos ayer en España, Portugal, Andorra y el sur de Francia.
En el barrio en el que vivo, en Valencia, se recuperó la luz a las 2030, unas ocho horas después del gran apagón (1230) y los servicios de telecomunicación recuperaron una normalidad mínima en telefonía e internet, un poco después, sobre las 2230.
El de ayer fue un día para la radio y las conversaciones con los vecinos, para ofrecer mutuamente ayuda e intercambiar la escasa información. Por mi parte, también para tratar de transmitir a los míos la necesidad de calma y paciencia ante la incertidumbre. Imposible no evocar algunas de las escenas del confinamiento por la pandemia de COVID.
Diría que en términos generales los ciudadanos han reaccionado con sentido común y madurez. Y diría también que, si bien el gobierno actuó con prudencia y dio relativa información a partir de la primera comparecencia del presidente y en otras dos sucesivas, ésta se hizo esperar demasiado: nada menos que seis horas. Sobre todo porque, mientras tanto, los términos "técnicos" de la primera intervención pública, por parte del representante de Red Eléctrica Nacional, fueron incomprensibles para la mayoría de nosotros.
Pero creo que el gobierno transmitió bien un mensaje de calma, seguridad y la necesidad de evitar rumores, así como la voluntad de esclarecer responsabilidades.
Añadiré que, a mi juicio, lo de ayer fue una situación que exigía la declaración de emergencia nacional, sin esperar a que la reclamaran las CCAA, como así lo fueron haciendo casi la mitad de ellas en cadena.
Obviamente, los miles de afectados en hospitales eran la prioridad, y luego los que sufrieron los daños e inconvenientes en movilidad: en especial, de nuevo, los usuarios del transporte ferroviario, que se revela como el eslabón más débil. Una vez más, y van...
Aunque no sabemos las causas y habrán de establecerse responsabilidades, sí hay una gran certeza: nuestra fragilidad. La dependencia enorme de nuestro actual modo de vida respecto a la electricidad y las tecnologías de la telecomunicación es una verdad de perogrullo que se impone a las claras. Por tanto, también, la dificultad de la seguridad energética y cibernética y la necesidad de trabajar en ello.
Y creo que es hora de revisar el papel de las grandes empresas eléctricas privadas, que no han estado a la altura de sus enormes beneficios. Sólo hemos tenido noticias de la distribuidora general, la Red eléctrica nacional: pero ni una, de esas grandes compañías que hacen un inmenso negocio con lo que es, a todas luces, una necesidad básica, un bien común elemental...

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