En las últimas semanas no deja de crecer lo que a primera vista parece una estrategia de acoso y derribo al presidente Sánchez, más incluso que al gobierno de coalición, que se sirve de informaciones supuestamente periodísticas sobre actuaciones de su esposa, doña Begoña Gómez. Se trata de actuaciones que, hasta donde se sabe por ahora, tienen todo el aspecto de libelos urdidos desde la ultraderecha, aunque más recientemente se ha añadido alguna documentación de aparente fiabilidad.
Recurrir a bulos y medias verdades que afectan a familiares de políticos para atacar al personaje político que se quiere derribar, es rechazable en todos los casos . El del presidente Sánchez no es el primero y los ha habido respecto a políticos de diverso signo. Recordaré, por ejemplo,entre los más recientes, las informaciones maliciosas y bulos, sobre el político de CiU y Junts, el señor Trias, o la deleznable campaña interna en ERC contra los Maragall. Es verdad que hay asuntos más graves, de los que se ha hablado en estos años pero de los que parecen emerger pruebas fehacientes en estos días: me refiero a las informaciones que parecen confirmar que se ha buscado destrucción del adversario político por medios delictivos que implican a las cloacas del Estado, a propósito de políticos de podemos y del espectro independentista. Esperemos que se nos informe fehacientemente a todos los ciudadanos acerca de esa barbaridad. Y que sus responsables sean castigados como corresponde.
Dicho ésto, en lo que aceptaré nombrar como “caso Begoña”, se impondrían a mi juicio un par de consideraciones que tienen que ver con la prudencia política y con el respeto a reglas elementales que dicta esa virtud, condición sine qua non para un ejercicio aceptable en política.
La primera es tan vieja como la tradición política romana y está acrisolada en un dictum que debería ser observado siempre: la mujer del César no sólo debe ser honrada, sino parecerlo. A mi juicio y por lo que sabemos hasta ahora, la conducta de la Sra Gómez, la esposa del presidente, no ha sido ilegal, es decir, no ha incurrido en delito alguno. Es verdad que esta afirmación ha de ser enunciada con prudencia, porque hay un procedimiento judicial en curso. Aunque algunos consideren que su proceso es un ejemplo de lawfare, y hayan trazado incluso un perfil del juez que lo presenta como cómplice de la estrategia de la extrema derecha, lo cierto es que la Audiencia Provincial de Madrid ha validado una parte del procedimiento y que la fiscalía europea ha iniciado investigaciones que tienen que ver con ello. Por tanto, conviene no pronunciarse categóricamente mientras no tengamos suficientes elementos.
Debo decir, en todo caso y a propósito de las reglas de conducta que aconseja la prudencia política, que creo que la señora Gómez no ha sido lo prudente que debiera: por ejemplo, a mi juicio, no debió escribir cartas de recomendación para un empresario amigo y colaborador, que licitaba ante la administración. No son ilegales, en absoluto, pero no queda bien que la esposa del presidente avale a alguien que licita por fondos públicos y que es socio de ella en algunos proyectos. Por razones de prudencia, asimismo, tampoco debió convocarlo ni recibirlo en reuniones en La Moncloa para tratar sobre negocios o proyectos lícitos, sí, pero que debían haber sido objeto de conversaciones y negociaciones fuera del recinto presidencial. Y laprudencia política habría aconsejado no convocar ni recibir en La Moncloa a las autoridades universitarias de las que pretendía obtener una resolución favorable a su proyecto de cátedra de mecenazgo. Añadiré que me parece que puede aceptarse, por razón de educación y cortesía, que el presidente, si estaba en La Moncloa, saludara a quienes se han reunido con su esposa en esas ocasiones. Otra cosa sería que hubiera participado en tales reuniones: confío en que no haya sido así. Y, en cualquier caso, quizá debía haber aconsejado a su esposa que no realizara esas reuniones en La Moncloa, para evitar lo que ha pasado después, todos los bulos e infundios que están arrojando sobre él y la señora Gómez. En cualquier caso, me parece que, si hay reuniones de negocios de la esposa del presidente en La Moncloa, es lógico que la prensa quiera informar y que los ciudadanos sepamos de qué se trató. La señora Begoña Gómez tiene, sin la menor duda, todo el derecho a trabajar en lo que le parezca, y a desarrollar su carrera profesional, pero desde la prudencia a la que le obliga su condición de esposa del presidente.
Subrayaré que, en mi opinión, no han sido prudentes, ni correctos, el empresario en cuestión, ni, menos aún, las autoridades universitarias de la Complutense, al aceptar acudir a La Moncloa para mantener esas reuniones y negociaciones. Creo que hay dudas acerca de si ha sido prudente el procedimiento seguido para conceder una cátedra de mecenazgo a una persona que, al margen de su inteligencia y capacidades, de las que no dudo, no tiene titulación universitaria adecuada para esas tareas y, además, es la esposa del presidente del Gobierno. Por cierto, no me resisto a subrayar la deriva a la que están llegando las denominadas cátedras de mecenazgo, algo que, como profesor universitario, me parece muy de lamentar. Que un rector declare que no se requiere titulación universitaria alguna para desempeñar cátedras de ese tipo es un verdadero disparate.
La segunda consideración se refiere a otra cuestión que atañe también a la prudencia política y a la dignidad institucional en el ejercicio de cargos tan importantes como el de ministro de un gobierno. Porque, a mi entender, es sumamente discutible la pertinencia de las intervenciones de ministros del gobierno en defensa de la esposa del presidente. También me parece un error, aunque de otro calibre, muy distinto, que los líderes del partido hayan hecho bndera de la defensa de la esposa del presidente. Empecemos por esto último.
Es verdad que, en el fragor de las campañas electorales no se atiende demasiado a consideraciones de prudencia. Pero es que en la campaña de las recientes europeas pudimos asistir -por mi parte, lo reconozco, con verdadero estupor- a la presencia de la señora Gómez como gancho electoral en mítines y a la movilización del partido en su defensa, con el slogan electoral “todos con Begoña”. Insisto, ¡en unas elecciones europeas! en las que se supone que debíamos debatiir de otras cosas como política migratoria y de asilo, política medioambiental, autonomía energética y de defensa, toma de posición ante la guerra a sangre y fuego de Putin en Ucrania y de Netanyahui en Gaza…
Puedo entender que militantes y aun dirigentes del partido se crean en la obligación de la defensa del presidente del gobierno y secretario general del partido. Hablo, por cierto, de un partido -en este caso el PSPV-PSOE- en el que milito y he tenido el honor y el orgullo de que me incluyera en sus listas electorales al Senado, y de desempeñarme como senador en la XIII y XIV legislaturas. Lo hago constar por si algún lector no lo sabe.
Lo que me parece contrario a las exigencias de la prudencia política es que ministros del gobierno incurran en el error de erigirse en defensores en la causa seguida contra la señora Gómez, esposa del presidente. Y aún peor, que incurran en expresiones de auténtico hooliganismo, del populismo más simplón, como por ejemplo lo hizo esa suerte de Dr Jekyll y Mister hyde en que parece encarnarse demasiado frecuentemente para lo que sería exigible en términos de la dignidad institucional la vicepresidenta primera y ministra de Hacienda. Más allá del ministro que ejerce como tuitero de guardia, el señor Puente, que está para eso según parece, el hecho de que intervengan a troche y moche para defender a la señora Gómez diferentes ministros, incluida la portavoz, desde la Moncloa y en rueda de prensa del consejo de ministros, o en actos oficiales, aunque exista el argumento de la defensa del propio presidente, no me parece que sea coherente con la dignidad de los cargos que tienen y con la separación entre lo que es privado y lo público. Insisto en que entiendo que al propio presidente del gobierno le indigne y le duela cómo están usando el nombre de su esposa con tal de denigrarle a él (aunque no creo acertada la estrategia de silencio de cinco días y su famosa carta) , y entiendo que a sus compañeros de gobierno les parezca necesario defender al presidente. Pero la esposa del presidente es autónoma, es mayor de edad, es una persona con capacidad reconocida para defenderse ella sola y, en su caso, como ahora, mediante su abogado. Tiene el mismo derecho a la presunción de inocencia y a guardar silencio en juicio que asiste a todos los ciudadanos; faltaría más. Pero añadiré que me desconcierta en particular el hecho de que el ministro de justicia entre de continuo en la descalificación de la actuación del juez de instrucción en el procedimiento que se sigue contra la señora Gómez. Tenga la opinión que tenga sobre el juez y sobre el procedimiento, es ministro de justicia: no puede ni debe comentar las actuaciones judiciales.
Espero y confío que doña Begoña Gómez salga indemne de este procedimiento judicial. De lo que ya no sale indemne es de la “pena de telediario”. Creo que la libertad de prensa es pieza indispensable de la democracia y que los ciudadanos tenemos derecho a una información veraz y plural. Pero creo también que todos los partidos deberían renunciar a servirse del ámbito de lo privado -si se trata de lo privado, claro- para ganar terreno en la contienda electoral. Por mucho que se repita el tópico, ni en la guerra, ni en el amor, ni tampoco en la política, todo vale.