INTERVENCIÓN DEL PRESIDENTE.
(Núm. exp. 521/000001)
El señor PRESIDENTE: Buenos días. Bon dia. Bos días. Egun on.
Señorías, expresidentes del Senado, autoridades, señoras y señores, permítanme comenzar estas palabras dándoles la enhorabuena por su elección como representantes en esta Cámara, el Senado de España, y les agradezco su confianza al elegirme para que sea yo quien la presida durante la legislatura que arranca con esta sesión constitutiva.
Daré por buenos los muchos o pocos méritos que haya podido adquirir a lo largo de mi vida académica y política si desde aquí, desde esta posición en la que tan generosamente me han situado hoy, contribuyo a la cohesión social y territorial de España, fin este último especialmente relevante para esta Cámara. Ese es mi mayor anhelo compartido –estoy convencido- con todos ustedes. Presidir el Senado de España es una responsabilidad y un privilegio que no esperaba, como ustedes no ignoran, pero si algo me propongo para estos próximos años en la Cámara Alta es que miremos todos hacia el futuro.
La elección de esta presidencia y sus circunstancias nos ofrecen una oportunidad, la de recordarnos con claridad la urgencia de recuperar el funcionamiento normal y eficaz de las instituciones de representación en todo el país, la de abandonar todos y todas la tentación de su uso partidista e interesado. El daño y el desprestigio que nacen del debilitamiento de las instituciones no lo sufren en exclusiva uno u otro partido, una u otra administración. Las que se resienten son la convivencia, la estabilidad y la salud de nuestra democracia. Esa es una elección que no podemos permitirnos volver a olvidar. Les confieso que yo no me permitiré olvidarla. Soy una persona comprometida, y no soy ni equidistante ni indiferente. Comparto con el grupo y el Partido Socialista una forma de ver y entender la realidad que trasciende la figura de la militancia y también comparto un mismo compromiso con los valores de la solidaridad y la convivencia. Es a esta formación, a su Ejecutiva y a su grupo parlamentario, a los que, en primer lugar, quiero agradecer la confianza que han depositado en mí al proponer mi candidatura para presidir esta Cámara.
Señorías, vivimos una era de cambios y perplejidades. A medida que el tiempo histórico se ha acelerado, se ha desdibujado el horizonte moral y material de nuestras sociedades. Con demasiada frecuencia, esos cambios abruman y provocan inseguridad. Para muchos ciudadanos y ciudadanas, el futuro ha acabado por relevarse como el más inoperante de los sueños, y en esa circunstancia, el deber de las instituciones, y con ellas el de este Senado, ha de ser el de reforzar su solidez y su eficacia para luchar así en pos de nuevas certidumbres y esperanzas, y eso, en democracia, se construye a través del diálogo, el debate y, finalmente, el acuerdo. Me propongo luchar para que así sea desde la consideración que me merecen todas sus señorías y los distintos territorios y posiciones ideológicas que representan. Desde la palabra y el respeto al marco constitucional, todas las ideas y proyectos políticos son legítimos y merecen ser reconocidos, escuchados y debatidos. Eso es algo más que la función esencial de cualquier Parlamento. Es el corazón mismo de la democracia. Honrémosla. Tengamos presente que aquello que todo lo explica, nada explica en realidad y que siempre habrá en la palabra del otro al menos un rastro de provechosa verdad.
Señorías, tengo la convicción moral y personal de que la España de las autonomías ha sido un gran acierto en términos históricos y políticos. España ha progresado con la apuesta por la descentralización, anclada en nuestro marco constitucional, no solo en las comunidades y ciudades autónomas, sino también en una pieza fundamental de nuestro diseño institucional, como los ayuntamientos. En muchos de ustedes concurre esa doble condición: alcaldes, alcaldesas o concejales y miembros de esta Cámara.
Esta presidencia comparte con las presidencias anteriores el reclamo de una reforma del Reglamento y de la misma Constitución Española para que este Senado se convierta, por fin, en lo que originalmente se quiso que fuera, una Cámara centrada en el diálogo entre distintas administraciones del país y en la atención y el impulso de la cohesión territorial de España, capaz de incidir en el buen funcionamiento de un Estado altamente descentralizado como el nuestro y mejorando las herramientas de cooperación entre los distintos niveles de Gobierno, nacidos de la arquitectura institucional que emana de nuestra Constitución.
Pero, señorías, con la misma determinación con que abogo por dichas reformas, tan largamente demandadas, les anuncio que no esperaré a que estas lleguen para hacer del Senado una auténtica cámara territorial influyente, cuestión esencial e insoslayable para debatir y construir el futuro inmediato de España y de sus nacionalidades y regiones, una Cámara donde se busquen soluciones al reto demográfico o a la despoblación de gran parte de nuestro territorio, donde se reúna con la asiduidad necesaria la conferencia de presidentes y donde el Gobierno rinda cuentas cuando así se le demande y también donde se debate y diseñe un nuevo sistema de financiación autonómica y local, que garantice la prestación de unos servicios públicos dignos, que colmen las necesidades de los ciudadanos y las ciudadanas de España sin importar donde vivan. Permítanme citar al recientemente desaparecido Javier Muguerza para decirles que lucharé por ello con esperanza, sin esperanzas y aún contra toda esperanza.
Bien saben ustedes que no todo es cuestión de voluntad política, pero algunas cosas sí dependen enteramente de ella. Les pido confianza, complicidad y buena voluntad para convertir esta Cámara en parte de la solución a los desafíos que enfrenta nuestro modelo territorial. Les pido altura de miras para otear un horizonte lleno de incertidumbres, pero también de oportunidades, pensando más en las generaciones futuras y no solo reparando las urgencias inmediatas. El Senado tiene que abrirse aún más a esta era de transformaciones y apelo a la ayuda de todos, pero con especial insistencia a los senadores más jóvenes que se han incorporado en estas últimas legislaturas. Entre todos debemos conseguir que su generación vea en este Senado una Cámara cómplice y efectiva en la solución de sus problemas y en la materialización de sus esperanzas.
Señorías, estoy seguro de que gran parte de la solución a la situación territorial de España dependerá de lo que seamos capaces de hacer en esta Cámara durante estos cuatro años. Seamos todas y todos conscientes del momento que inauguramos aquí y ahora. Nuestra complejidad como país es también nuestra riqueza, y el Senado tiene que ser su expresión más clara y genuina. Debemos amar España por lo que es y no por cuánto se parezca al molde en el que nos gustaría que encajara. Nuestro país es diverso y plural, pero eso no implica que deba ser ni problemático ni disfuncional territorialmente. Para ello necesitamos instituciones abiertas, cercanas e inclusivas, capaces de ampliar su perímetro y abarcar más formas de ser, de pensar y de sentirse, instituciones como un Senado que no solo no eluda sino que fomente los debates en los que más nos jugamos nuestras certezas, nuestros miedos y nuestros anhelos como país y como ciudadanos y ciudadanas y que tome partido también en las grandes causas de nuestro tiempo, con especial significación en la lucha contra el cambio climático, la construcción europea, la igualdad entre hombres y mujeres y la lucha contra la intolerable violencia machista. El Senado, como cualquier otra cámara, analiza, debate y decide sobre aspectos materiales de nuestro día a día medidas políticas que buscan aumentar nuestro bienestar y nuestro progreso de una forma tangible y directa, mejoras que se pueden medir con cifras, como la riqueza, el crecimiento o la tasa de empleo. Pero el Senado, como las demás cámaras, defiende también valores e ideas igual de esenciales para una vida plena y digna, cuestiones intangibles que nos constituyen como ciudadanos libres e iguales en democracia y a las que no podemos renunciar sin traicionarnos a nosotros mismos, conceptos como la tolerancia, el diálogo y el valor supremo de la convivencia.
Señorías, la composición de esta Cámara nace de la libre expresión de la ciudadanía a través del voto que determina el peso numérico de cada grupo, pero yo les invito a mirar más allá de lo que dicta la mera aritmética parlamentaria, a que entre todos y todas tengamos la valentía de explorar consensos allí donde presumimos una negativa de partida, a que, en definitiva, seamos capaces de hacer valer de forma prioritaria el peso de los argumentos y de las razones, porque, honestamente, importa más el punto de destino, el consenso al que podamos llegar, que la negativa implícita en el punto de partida en el que se ubica cada cual. Permítanme, en consecuencia, dirigirme en primer lugar a las formaciones que durante más tiempo han estado presentes en esta Cámara. Señorías, adquiero desde hoy un compromiso personal con sus formaciones, el de que sus voces no pierdan el peso que les corresponde, que se sigan escuchando como merecen los argumentos de todas las fuerzas políticas sin las que no es posible comprender la España democrática. Cuando de construir un futuro mejor para una España más cohesionada se trata, ningún argumento sobra, tampoco los de las nuevas formaciones políticas que han obtenido presencia en esta Cámara en las últimas legislaturas, a las que hago extensivo este compromiso, nuestras razones y nuestras fuerzas tienen un cometido que cumplir, eso es, además, lo que los ciudadanos esperan de nosotros. Por mi parte, encaro el privilegio de esta Presidencia con unas palabras de un clásico latino como guía que espero ayuden a ese propósito. Decía el clásico: No hacer manifestación ni de la cólera ni de ninguna otra pasión, sino ser al tiempo el más impasible y el más afectuoso. Pues bien, es este un propósito de cercanía y de colaboración que extiendo a todas y todos los trabajadores de esta casa, sin su excelente labor la nuestra como senadores no sería posible, y quiero que sepan que las puertas de esta Presidencia estarán abiertas siempre a sus inquietudes.
Antes les hablaba de la necesidad de reconstruir entre todos horizontes de certezas y esperanzas, la confianza en las instituciones democráticas e incluso en nuestras posibilidades como ciudadanos libres aún no se han repuesto plenamente de una década de desencanto. Desde ese punto de vista, trabajar por el prestigio, el fortalecimiento y el buen funcionamiento de las instituciones no es solo una exigencia moral, es un deber que contraemos con la propia democracia. Por eso, con humildad y agradecimiento, les convoco a iniciar una nueva etapa en el Senado de España que no olvide el pasado que nos constituye pero que mire hacia el futuro, porque, igual que tenemos derecho a reclamar el cumplimiento de las viejas promesas, también lo tenemos de fundar otras nuevas.
Moltes gràcies, moitas grazas, esquerrik asco, muchas gracias. (Fuertes aplausos de toda la Cámara con algunos senadores puestos en pie).
Señorías, en este acto el Senado ha quedado definitivamente constituido. De conformidad con el artículo 14 del Reglamento de la Cámara, esta Presidencia lo comunicará oficialmente a su majestad el rey, al Congreso de los Diputados y al Gobierno, así como a las asambleas legislativas de las comunidades autónomas.