(ponencia en el encuentro Refugiados y Medios de Comunicación, 4 abril 2017, Fundación UCL-M) Puede verse la mesa , con Jesús Núñez, en https://m.youtube.com/watch?v=XuEnfJaK4y8#
Hay muchas cosas que nos separan a los juristas y a los profesionales de los medios de comunicación. Pero hay una que nos une: nuestro material de trabajo es la palabra, el lenguaje, los signos lingüísticos. Vale, ya sé que Vds han evolucionado mucho más que nosotros, que parecemos anclados en la Galaxia Guttemberg, aunque permítanme que es diga que eso es engañoso: ni todos, ni sólo la imprenta…Y hay otra diferencia, aunque ésta también se desdibuja: los juristas –sobre todo algunos- tienen una temible capacidad, la que describiera Humpty Dumpty a Alicia en Alicia detrás del espejo, imponer el sentido en el que utilizamos las palabras, decir que unas palabras son delito y no uso de la libertad de expresión por ejemplo…aunque esa capacidad de imposición que en nuestro caso viene dada por el supuesto monopolio de la coacción, no está tan alejada del halo de verdad que todavía para muchos ciudadanos acompaña a las palabras que pronuncia el locutor de su telediario, la conductora de su programa de radio o su periódico de cabecera (aún oímos “pero si lo ha dicho la radio, o la tele o…”)
Y por eso he titulado esta intervención con un tópico que es el título el de una maravillosa canción, Parole, parole, compuesta en 1972 por Gianni Ferrio, Leo Chiosso y Giancarlo del Re, es decir, que sólo la recordarán los más viejos del lugar, que se impuso sobre todo en una versión cantada por Mina y Alberto Lupo (aunque hay otra popular de Dalida y nada menos que Alain Delon), en el álbum cinquemillaquarantatre, en el que Mina cantaba también Fiume Azzurro (Sobreviviré, en la versión que hizo popular Mónica Naranjo) y es un precedente lejano y mucho más digno de los descacharrantes pimpinella…
Lo que quiero decir es que entre juristas y medios de comunicación hemos contribuido a construir un océano de palabras e imágenes en las que naufragan centenares de miles de personas y, de paso, en el que ha naufragado la Unión Europea. Sí, hay profesionales de ambos gremios que han tratado y tratan de rescatar las palabras, el relato, la realidad. Pero son los menos.
Quiero hacer algo tan sencillo como recordarles algunos ejemplos que nos muestran, sí, las perversiones del lenguaje que hemos acuñado y que son la leña con la que se ha atizado lo que, con permiso de Jesús Núñez y sin que signifique que me haya contagiado de la euforia belicista que embarga a la pérfida Albión, me atrevo a calificar como <clima de guerra contra inmigrantes y refugiados> por parte de no pocos Gobiernos de la UE, a los que ha acabado por ceder la propia UE.
Parece que fue Esquilo quien dejó escrito hace unos años aquello tan repetido de que la primera víctima de cualquier guerra es la verdad, algo que saben mejor que yo Jesús y algunos ilustres periodistas que intervienen en este coloquio.
Por ejemplo, la verdad de que se han impuesto tres radicales inversiones del concepto de refugiados:
La primera es que hablamos de lo que no llegan a ser, porque se lo impedimos: en el mejor de los casos no son refugiados sino que son asylum seekers, porque buena parte de nuestro empeño, buena parte del arsenal jurídico y comunicativo, está orientado a que no lleguen a serlo nunca, es decir, a privarles de la protección de derechos que es el núcleo de la cuestión: si existe un derecho, quién es su titular y quiénes son los titulares del deber correspondiente, esto es, de su reconocimiento y garantía. Luego les pongo algunos ejemplos de la destrucción, del vaciamiento del derecho de asilo.
La segunda es que quienes son víctimas a proteger se han convertido en amenazas frente a las que, contra las que hay que protegerse. Sí, la estigmatización de los refugiados como sospechosos, que acumulan otros estigmas previos (por ejemplo, etnoculturales, como la islamofobia), esto es, la suma de ignorancia y prejuicio que, desde Allport, sabemos que está en la base de la construcción del fobotipo, no es obra de Trump y de sus insidiosos intentos por ahora contenidos gracias a la resistencia de la sociedad civil norteamericana y la fortaleza de su sistema de división de poderes. La UE, los Gobiernos de la UE, con la ayuda de una determinada interpretación de las herramientas jurídicas del derecho de asilo (por ejemplo, la atrabiliaria Sentencia del pasado 4 de marzo de la Corte de Luxemburgo a favor de Bélgica en el asunto de visados humanitarios, por no hablar, evidentemente del malhadado Convenio entre la UE y Turquía, del uso de la noción de país seguro y de otros mecanismos del sistema de Dublín, etc) es decir, con lo que algunos juristas venimos denunciando desde hace años como xenofobia institucional, y con el inestimable concurso de los medios de comunicación, han conseguido lo intolerable: destruir la presunción de inocencia y el favor libertatis a favor de los demandantes de asilo.
La tercera, el vaciamiento del contenido jurídico del derecho de asilo desde la Declaración del 48 y, sobre todo, del marco convencional de Ginebra y N.York del que son Estados parte y por tanto sujetos obligados todos los Estados de la UE: señal de ese vaciamiento es la adopción de un mecanismo de deportación disfrazado de devolución a país seguro mediante el Convenio con Turquía, un país que, LEGALMENTE, no acepta como refugiados al 99% de los que reenviamos como tales. O el novedoso principio procedimental one in, one out, contenido en ese Convenio y que sería inaceptable para cualquier derecho fundamental, la vida o la libertad de expresión, por ejemplo. el escándalo de la transformación de los campos de acogida conforme a ese sistema convencional, en campos de concentración, como los actuales hotspot. Señal de ese vaciamiento es la mercantilización adoptada por el noble y democrático Parlamento de Dinamarca, o el clandestino pago en Ceuta y Melilla a los gendarmes marroquíes, o el negocio de los visados. Señal de ese vaciamiento es lo que está sucediendo en Ceuta y Melilla con una aplicación selectiva y discriminatoria de quienes son admitidos a la presentación de demanda de asilo, donde brillan por su ausencia los subsaharianos: de nuevo, nada que envidiar a Trump.
Pero quizá lo más grave es la “naturalización” de un discurso de defensa y seguridad (patente en el Consejo Europeo de Bratislava y en el de Malta), por encima del discurso de policía y orden público y por encima del discurso de derechos, del espacio de libertad, justicia y seguridad. Se comenzó por la típica y falaz contraposición de derechos, ya utilizada en la justificación de políticas migratorias, “o ellos o nosotros”, pero ya estamos abiertamente en un discurso de guerra, con el recurso a la presencia de la OTAN en las operaciones en el Egeo y en el canal central del Mediterráneo y con la pretendida justificación del recurso a Libia en la operación de externalización de las expulsiones de los desechados (Bauman, industria del desecho humano) en los hotspots, acelerada con la vuelta de tuerca del Plan de Retorno anunciado el 4 de marzo, que incrementa los riesgos de la denostada directiva de retorno del 2008, que contribuyó a reforzar el papel de los CIE, con el aliciente de incentivar hoy lo que ya intentó la presidencia española de la UE, con el Gobierno Aznar, el 22 de julio de 2002, en el Consejo Europeo de Sevilla, externalizar esos campos y así, desentendernos, lavarnos las manos, respecto a la suerte de los derechos humanos de esos desechos