Refugiados: una propuesta realista. A propósito del último libro de Sami Nair (Los diablos azules, Infolibre, 19.11.16),

Si queremos salir del marasmo en que se encuentra la gestión de la mal llamada crisis de los refugiados, tendremos que aprender a ser realistas. Pero en un sentido muy diferente del descarnado pragmatismo que domina en las cancillerías europeas y en Bruselas. Realismo para ofrecer soluciones factibles, inmediatas y adecuadas. Realismo para entender qué es lo que sucede. Una y otra manera de entender el realismo, creo, es lo que ofrece Sami Nair en su último libro, Refugiados. Frente a la catástrofe humanitaria, una solución real (Crítica, 2016).

Sí: realismo significa, para empezar, entender que esta crisis es sobre todo un síntoma de otra crisis más profunda y que nos afecta a todos, no sólo a ellos. Se trata de reconocer que la tragedia que ha cobrado protagonismo ante los ojos de los europeos desde hace tan sólo dos años y que los pragmáticos gobiernos tratan de racionalizar a su modo, no es solo ni aun primordialmente, un problema de millones de seres humanos desgraciados que han tenido la mala suerte de nacer mal, de encontrarse en el lado salvaje. No. Se trata de algo mucho más grave. Vivimos en un momento particularmente duro del desmentido del proyecto del Estado de derecho y aun del Estado democrático de derecho. Podríamos añadir que vivimos el desmentido de la posibilidad de lo que Kant llamaría el «derecho cosmopolita», o, en términos más recientes, los de Ferrajoli, el desmentido de la posibilidad de universalización del «Estado constitucional de derecho».

Realismo. Empecemos por entender que si nos encontramos en esa situación es como consecuencia del avance de esa lógica brutal y compleja de expulsión de la que habla Saskia Sassen en su último libro (Expulsiones. Brutalidad y complejidad en la economía global, Katz, 2015) y que caracterizaría nuestro momento histórico. Sassen sostiene que el grado actual de violencia (devenida en ordinaria) del capitalismo en su estadio global se explica por esa lógica de expulsión, que es como deberíamos llamar a la lógica que preside la economía globalizada. Para Sassen, asistimos al final de la lógica inclusiva que ha gobernado la economía capitalista a partir de la Segunda Guerra Mundial y la afirmación de una nueva y peligrosa dinámica, la de la expulsión. Una lógica que hace culminar la contradicción ya advertida por Adam Ferguson en 1767 en su Ensayo sobre la sociedad civil entre la lógica de lo público y la lógica del mercado, o, por decirlo de otra manera, entre la lógica de la universalidad de los derechos y la expansión del Estado de derecho, y aquella otra del beneficio y la “mano invisible”, que postula el regreso al más radical hands­off del derecho y los poderes públicos en el ámbito que reclama para sí (desregulado) el mercado.

Esa es la cuestión; la mal denominada por los europeos crisis de refugiados es sólo un escenario más de ese proceso de regateo, fragmentación y aun vaciamiento de los derechos, comenzando por el derecho de asilo, tal y como se ha hecho evidente en las inexistentes políticas de asilo de buena parte de los países de la Unión Europea y aun de la propia Unión Europea. Otro escenario de una disputa feroz por las migajas de los derechos humanos, por la respuesta a la pregunta ¿quién tiene derecho y por qué al reconocimiento y garantía eficaz de los derechos?

Se trata de algo tan evidente que, como en el juego que describió Poe en La carta robada, no somos capaces de distinguirl,o precisamente porque nos deslumbra ese foco que hemos puesto sobre la tragedia, que destaca los resultados, las muertes, las violaciones, los niños desaparecidos, pero no de las causas. Aún peor, hablamos de refugiados pero, en realidad, nuestro designio es impedirles o, al menos, dificultarles enormemente que se les reconozca como tales. Cuando nos referimos a esos 65 millones de personas incluidos en las estadísticas del ACNUR, tendríamos que reconocer que no son refugiados, no lo son aún. La mayoría de ellos se quedarán en aspirantes o solicitantes de refugio, personas que se ven obligados a huir de su país y vagan por el mundo queriendo solicitar refugio, sin que se les deje ni eso. Algo que no es nuevo. La Unión Europea, sus Estados miembros, con alguna tan honrosa como rarísima excepción, lo han venido practicado con los inmigrantes a los que hemos negado tal condición, imponiendo una construcción normativa (jurídica), de inmigrante que estrecha esa realidad y la niega. No queremos refugiados, ni siquiera demandantes de refugio y asilo. Lo explica muy bien el alto comisionado de derechos humanos de la ONU, el jordano Zeid Ra’ad Al Hussein: «These are people with death at their back and a wall in their face», «Son personas que llevan la muerte a su espalda y se encuentran de frente con un muro». Esos muros los construimos nosotros para que no lleguen. Y, en buena medida, también nosotros somos responsables por acción y/o por omisión.

Todo esto no es nuevo, y si alguien ha trabajado para hacernos reflexionar sobre ello, es posiblemente Sami Nair, que viene a dar otro aldabonazo con este último libro. Pero no es este un libro solo ni prioritariamente de denuncia. El propósito del reconocido politólogo es sobre todo dar un paso que nos permita concebir esperanza sobre lo que es la vía de salvación. Esa que, según los versos de Hölderlin que abren el último capítulo, aparece cuando estamos ante el abismo. Se trata de mostrar que podemos y debemos tomar en serio los derechos de esos millones de seres humanos que buscan ser reconocidos como refugiados. El profesor Nair invoca una solución asequible, inmediata, elemental. Porque ante todo se trata de ofrecer vías para que esas personas que necesitan encontrar un lugar seguro puedan plantear su demanda de la manera más segura y rápida posible, para evitar esos viajes de la muerte, en los que se ponen en manos de despiadados traficantes que, desgraciadamente, son su única esperanza de llegar a países seguros, a ese paraíso que en su imaginario es Europa. Porque nosotros los europeos nos obsesionamos en ponérselo difícil,

http://www.infolibre.es/noticias/los_diablos_azules/2016/11/18/una_propuesta_realista_57741_1821.html 2/5

18/11/2016

Refugiados | Una propuesta realista | InfoLibre.es

supuestamente en aras de nuestra seguridad, de la impermeabilidad de nuestra fortaleza Schengen. Un planteamiento falaz, porque nuestra seguridad no se puede comprar al precio de los derechos de tantos seres humanos. Y, sobre todo, porque nuestra seguridad no existe si ellos no están seguros.

Por eso, la de Nair es básicamente una propuesta realista y digna, que es la de la civilización y la solidaridad, frente a la barbarie y el odio que nos ofrecen los movimientos xenófobos y racistas a los que no sólo no saben combatir sino que en no poca medida están alimentando las políticas europeas de inmigración y asilo. Es además una propuesta factible, porque arranca de una experiencia contrastada y conocida, la iniciativa de Una propuesta realista, basada en los Principios Nansen. Se trata de poner en marcha lo que el gran explorador noruego Fridtjof Nansen creó en 1922 para atender a los centenares de miles de desplazados tras la primera guerra mundial y que le valió ser nombrado alto comisionado de refugiados y, después, el premio Nobel de la paz. Se trata de otorgarles un moderno salvoconducto, un documento de tránsito que les permita solucionar sus problemas esenciales, en vez de quedarse varados en los campos en los que se va escurriendo su dignidad y en los que sus necesidades no quedan suficientemente atendidas. Una garantía para poder plantear su necesidad de asilo de forma segura, legal, rápida y eficaz. poder pedir asilo en todo el mundo; circular por todos los países que les acepten.

Actuar. Pero no con la lógica torticera que vienen aplicando los Gobiernos europeos, sino desde

los principios de solidaridad y respeto al Estado de Derecho. Abandonar la herencia de Caín y entender que conseguir la efectiva protección de esos millones de seres humanos es un deber que nos concierne a todos.

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