LA UE, DE BARTETOWN AL BAZAR TURCO

Quienes esperaban la cumbre de la UE celebrada ayer en Bruselas para encontrar una solución a la angustiosa situación que viven los miles de seres humanos que se agolpan en Grecia tratando de demandar asilo (y entre los que, seguro, hay un porcentaje de inmigrantes), quizá albergaban alguna esperanza ante los rumores de que Merkel estaba dispuesta a soluciones “imaginativas”. Bien es verdad que entre otras señales de signo contrario, habíamos asistido a las declaraciones del Presidente Tusk que, en un comunicado tan tosco como claro, presentó su mejor versión autoritaria y amenazadora, a la australiana, para lanzar a quienes quieren llegar a Europa un mensaje inequívoco: “no lo intentéis; no lo conseguiréis”.

Y ya está. Como cabía sospechar, todo se ha reducido a seguir el camino de siempre, la obsesión por la externalización. Se trata de seguir la regla que entiende que si los ojos de los europeos dejan de ver la tragedia, el corazón de los europeos no la sentirá. Que se encargue Turquía. Por eso, en la cumbre de ayer no se trataba de adoptar reglas sobre los derechos de los refugiados. Quiá. Era una negociación con Turquía para ver el precio que pone Erdogan por dejar que nos sacudamos ese peso muerto que nos ahoga supuestamente y que pone en peligro nuestras ventajas, el tan cacareado espacio Schengen. Los derechos no importan; importa asegurar nuestras fronteras.

Refugiados por mercado. Así de simple. “Dos entran, uno sale” (Two men enter, one man leaves) era la regla en Bartertown, la ciudad de los negocios gobernada por Aunty Entity (Tina Turner inolvidable en Mad Max beyond the Thunderdome) en la que todo está en venta, porque la vida es sólo una mercancía más. La UE, que se llama así porque quería ser algo más que un mercado común, se convierte de hoz y coz en sólo un mercado, pero uno en el que nos reunimos, como en un bazar, con Erdogan, que parece así la encarnación del peor fobotipo del gran turco. Como en el bazar, regateamos con él un precio por nuestra mercancía: vidas de refugiados a cambio de 6000 millones de euros y ventajas económicas (y políticas) para Turquía. Sí, como Merkel no es Aunty Entity, ha conseguido que el mensaje sea  un poco más misericordioso: “One in, One out”.

Veamos. Hoy es 8 de marzo. Desfilaremos en manifestaciones justas, reivindicando los derechos de las mujeres, la igual dignidad de más de la mitad de los seres humanos. Mientras, mojadas, agotadas, sucias de barro y sobre todo de la indignidad de ser tratadas peor que ganado miles de mujeres inmigrantes y refugiadas tratan de sobrevivir y hacer sobrevivir a sus hijos, a sus familias, en Grecia, agolpadas ante Macedonia. Mujeres y niños son ya el 60% de quienes malviven ante las puertas de Europa. Como seres humanos, como inmigrantes y como refugiadas tienen derechos que hemos proclamado  acordado, ratificado. Por ejemplo, en la Convención de derechos de los trabajadores inmigrantes y sus familias, en la Convención de Ginebra de derechos de los refugiados, en la Carta Europea de derechos fundamentales que, en su artículo 19, prohíbe las expulsiones colectivas. Lo hemos olvidado?

 

Vendemos a esas mujeres inmigrantes, desplazadas. ¿Dejaremos que nuestros gobernantes sigan el camino de la indignidad que olvida el del Derecho? Que nos conviertan a los europeos en mercaderes de vidas? y seguiremos llamándonos eu

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