Texto completo entrevista en El Correo

-De los 182.504 refugiados que la UE se comprometió a acoger en dos años desde septiembre de 2015, lleva 43.948. Es decir, un 24%. España, a la que asignaron un cupo de 17.337, ha recibido a 1.888. Esto es un 11%. ¿Qué revelan, a su juicio, estos datos?

– Podemos interpretarlos de dos maneras. La más obvia, como la constatación de un fracaso, achacable a la ausencia de voluntad política por parte de Gobiernos europeos como el español, para asumir un compromiso que, por otra parte, visto en el contexto global, es ridículo. Revela, desde luego, que no han funcionado los dispositivos de coordinación de los procesos de reubicación (ni los de reasentamiento). Puede revelar también la ausencia de compromiso por parte de la Comisión para presionar eficazmente y en su caso sancionar a los Estados fuertes (no a los del grupo de Visegrad) que incumplen sus compromisos. Hay, claro, otra interpretación: nunca hubo una voluntad política, ni de la Comisión, ni de los Gobiernos europeos, por asumir este compromiso: fue todo un espectáculo cara a la galería, motivado por la situación de dificultad que vivían dos socios (Grecia, Italia) y no por una verdadera comprensión de la dimensión del problema que viven los refugiados.

 

-¿Qué ha fallado, en su opinión, para que el nivel de cumplimiento de España sea de los más bajos? ¿Es una mera cuestión de voluntad política?

– A mi juicio, no hay otra explicación posible. Cuando tres comunidades religiosas italianas han conseguido crear corredores humanitarios para traer a los refugiados, en mayor número que el Gobierno de nuestro país, no cabe escudarse en la dificultad burocrática. A mi juicio, existe una muy grave responsabilidad de quien tenía a su cargo la presidencia de la comisión de coordinación con CCAA, Ayuntamientos y sociedad civil. La Vicepresidenta Soraya Sáez de Santamaría ha actuado mucho más como un obstáculo que como dinamizadora de la coordinación de recursos e iniciativas en las que la sociedad civil, los Ayuntamientos y buena parte de las CCAA habían puesto no poco esfuerzo y han quedado frustradas. Hablo de responsabilidad política. La responsabilidad moral me parece gravísima. No quisiera estar en su lugar.

 

 

-Según el Alto Comisionado de las UN para los refugiados, Filippo Grandi los gobiernos, incluso los moderados, temen que la opinión pública se les eche encima al abrir sus fronteras a los refugiados y eso le pase factura en las urnas. Sin embargo, en España miles de personas han salido a la calle para proclamar que ‘Los refugiados son bienvenidos’ y han hecho que ACNUR batieran récords de recogida de aportaciones económicas en 2016. ¿Un error de cálculo del Gabinete Rajoy?

– Déjeme ante todo que exprese mi decepción por la falta de firmeza del ACNUR en la reciente y muy negativa evolución de los acontecimientos en el Mediterráneo, en especial por lo que se refiere a los vergonzosos intentos de la UE (y sobre todo del Gobierno italiano) para externalizar la labor de policía de fronteras nada menos que a Libia -un Estado fallido, inexistente- y confiarle la suerte de los derechos de miles de personas, empezando por su vida y su libertad. Por el contrario, el Alto Comisionado de derechos humanos de la ONU, Zeid Ra’ad al Hussein ha sido mucho menos complaciente.

Dicho esto, me parece claro que la sociedad civil –una buena parte de ella- ha reaccionado de forma más responsable y adecuada que los propios Gobiernos: no sólo el de Rajoy. En ese sentido, cabe hablar de un grave error de cálculo, que creo que se inspira en un mantra de los gabinetes de sociología electoral de la mayoría d los Gobiernos, del que Vd se hacía eco. En el fondo, esa actitud de los Gobiernos comporta un doble desprecio de la ciudadanía: hay una visión paternalista de la ciudadanía y, al mismo tiempo, dan por buena la hipótesis de la volatilidad de la ciudadanía, de la opinión pública: <ya se cansarán>

 

-Hay quien habla de un “fracaso deliberado”, por parte de Europa, ante la que ha sido catalogada como la mayor crisis migratoria tras la Segunda Guerra Mundial. ¿Cuánto tiempo más podremos retener a los miles de refugiados que se hacinan en los campos de Grecia, Italia, Líbano, Turquía o Jordania?

Lo de la mayor crisis de refugiados, o la mayor crisis migratoria, debe relativizarse. Sí: la guerra en Siria ha provocado un número de desplazamientos forzosos muy importante, pero esas personas no llegan a Europa, en su inmensa mayoría. Y si hablamos de números, piense por ejemplo en los 900.000 sudaneses del sur que han llegado en un solo año a Uganda…

En lo que se refiere al tiempo que podemos retener a esos refugiados en Jordania, Turquía, Líbano, etc es muy diferente de lo que va a suceder en Grecia e Italia. Estos dos países europeos no van a aguantar mucho más la presión y está claro que se van a deshacer de los miles de personas que aún están en su territorio. Y lo harán con la complicidad de los socios europeos, deportándolos a Libia y a otros países a cuyos líderes corromperemos a base de millones de euros para que se hagan cargo del <marrón> y desaparezcan de nuestra vista.

 

-¿Qué futuro les aguarda a esas personas después del 26 de septiembre, el plazo marcado por la UE para el cumplimiento de los cupos?

Temo que nada bueno. Creo que se va a proceder a expulsarlos a terceros países no europeos.

 

 

-Ha publicado un libro con un título muy elocuente: ‘Mediterráneo, el naufragio de Europa’. ¿Hablamos de un naufragio moral ose hundirá algo más?

– El naufragio <moral> es evidente. Pero digamos que la exigencia de moralidad en la vida pública tiene un presupuesto, que no garantiza el standard moral máximo, pero es a mi juicio el mínimo exigible: eso es lo que proporciona (debe proporcionar) el Derecho, por encima de las religiones, las ideologías, las étnicas, las creencias. Por eso he escrito que me parece en cierto modo más grave el naufragio del Derecho, porque lo que da sentido al proyecto europeo es su carácter de <comunidad de Derecho>, esto es, de proyecto basado en el imperio de la ley, igual para todos; un proyecto basado en el Estado de Derecho (como acaba de recordar a mi juicio cínicamente el Presidente Juncker en su discurso sobre el “estado de la UE 2017” en el Europarlamento). El primer objetivo del Estado de Derecho propio de la UE es la garantía de los derechos y libertades que proclamamos cuando hablamos de la UE como un espacio de libertad, seguridad y justicia. La pregunta es si ese objetivo vale para todos los que se encuentren en territorio europeo, bajo soberanía europea, o sólo para los privilegiados ciudadanos europeos.

 

-En ese trabajo denuncia las “groseras violaciones” del derecho de asilo que cometen muchos países europeos, como España, omitiendo las obligaciones jurídicas más elementales. Y todo ello, con total impunidad. Cuándo el legislador se hace trampa y ello no tiene ninguna consecuencia, ¿qué cabe esperar?

-Poco. Pero es que hay que recordar el viejo y certero lema de un jurista alemán del XIX, Jhering. El Derecho es ante todo <lucha por el Derecho>; hoy diríamos, lucha por los derechos. Ninguno de eso derechos ha sido regalado, y cuando así se ha hecho, esos derechos no han estado suficientemente garantizados. Los derechos se conquistan gracias a procesos de luchas sociales en los que interviene también un pequeño grupo de vanguardia, que muchas veces se ha sacrificado. Por lo demás, aunque hemos conseguido garantías institucionales (el Estado de Derecho, la división de poderes lo son), hemos aprendido de la historia que se puede retroceder en esa conquista si los ciudadanos no permanecen vigilantes. Lo estamos viviendo hoy. Eso exige una ciudadanía activa, participativa, que supere la tentación de vivir como consumidores pasivos y privilegiados en medio de la miseria de los demás. Siempre cito a este respecto la acertada metáfora que es el film de animación Wall-E.

 

 

-¿De qué sirvió la imagen de Aylan, sin vida en una playa de Turquía, hace ahora dos años, cuando intentaba huir de la guerra con su familia?

– Fue un revulsivo, como la foto de Javier Bauluz que le valió el Pulitzer. Pero en cierto modo, un revulsivo engañoso. Primero porque si Aylán nos conmovía era porque, además de ser un niño ahogado, parecía un niño nuestro, podía ser un niño nuestro, no eso que tenemos en mente casi siempre cuando imaginamos un niño refugiado. La muerte de un niño, de cualquier niño, es un fracaso de todos nosotros, algo que interpela la creencia en un mundo con sentido, en un Dios que no sea un monstruo. Pero ¿cuántas mujeres y hombres, jóvenes, adultos, ancianos, han muerto y mueren y morirán en el Mediterráneo, huyendo de infiernos que ni siquiera imaginamos, sin que eso nos conmueva?

 

 

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