Los bárbaros (Cartelera Turia, 2780, 12 mayo 2017)

No es habitual que se espere del lector algo más que leer. Esta vez, les pido un esfuerzo, el de escuchar este audio recuperado por L’Espresso, gracias al trabajo del periodista Fabrizio Gatti (http://video.espresso.repubblica.it/inchieste/cosi-l-italia-ha-lasciato-annegare-60-bambini-in-esclusiva-le-telefonate-del-naufragio/10267/10368), en el que se reproducen las conversaciones que tuvieron lugar antes de un trágico naufragio, el 13 de octubre de 2013 y que, a mi juicio, revelan un auténtico acto de barbarie.

Las autoridades de Malta recibieron una llamada de socorro desde el móvil de un médico sirio (el Dr Mohammed Jammo) que viajaba -480 personas en total- en un pesquero (por llamarlo algo) a punto de naufragar, a una distancia de 61 millas naúticas de Lampedusa y 118 de Malta. Durante cinco horas, la Libra, un barco de la Armada italiana que se encontraba a apenas una hora y media del pesquero, esperó que las autoridades maltesas e italianas dieran la orden de acudir en su ayuda. El audio recoge la angustia de las llamadas de quienes avisaban que estaban a punto de morir, y la desesperante burocracia europea, que se perdió en competencias, requisitos formales y respondía a las llamadas de socorro con el consabido “no es esta ventanilla; llame Vd a la otra”. Sólo que aquí no era cuestión de sellos, sino de vidas. La Valetta y Roma se arrojaron la pelota: cada uno decía que no le tocaba a su país, sino al otro, hasta que el barco naufragó. Murieron 268 personas y entre ellos, 60 niños. Quizá la mala conciencia de las autoridades italianas (ocultada hasta ahora), estuvo en el origen de la operación mare Nostrum mantenida durante todo el año siguiente 2014, por el gobierno italiano.

En mi opinión, los hechos ahora conocidos constituyen un manifiesto delito de omisión de socorro, además de una violación directa del Derecho internacional del mar, de principios consuetudinarios de ius cogens y de las normas del Convenio de Montego Bay, que exigirían depurar responsabilidades penales. ¿Habrá una investigación de las responsabilidades por esas muertes? Apuesto que no. Ningún Gobierno europeo las pedirá. Tampoco la Comisión Europea, ni el Consejo. Nuestros gobernantes cuentan con la saturación de la opinión pública, que parece haber pasado página de <eso de los refugiados>. Dan por amortizado el impacto de la muerte de mujeres, niños, ancianos, que arriesgan conscientemente sus vidas para salir del infierno que es su casa: no sólo Siria: Mali, Eritrea, la República Centroafricana, Sudán del Sur, Yemen…). Los que naufragaron ese día, los que naufragan ahora en el canal central del mediterráneo, desde las costas de Libia hacia las islas italianas, saben que las bandas criminales que les ponen en esos barcos de muerte son su única esperanza frente al cierre legal de rutas. Un cierre, por cierto, del que se muestra tan ufano se muestra el Presidente Juncker y otros políticos europeístas (“los flujos de refugiados hacia Europa han bajado en un 98%, desde 10.000 diarios a 47 en el día de hoy, gracias al acuerdo UE-Turquía”). Sí, son los mismos que se han mostrado tan aliviados por “el triunfo de Europa (Macron) frente a la barbarie”. ¿Barbarie, dicen? Acudiré a la sabiduría de la madre de Forrest Gump para recordar algo muy sencillo: bárbaros son los que hacen barbaridades, actos de barbarie.

A uno le gustaría que fuera verdad aquello de que No habrá piedad para los malvados. Pero lo que cuenta la película de Urbizu, como sucede también con la de Sorogoyen, Que Dios nos perdone, es un final feliz, comparado con estas historias reales.

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