Malinallis desconocidas (Cartelera Turia, 11.11.2016)

Malinalli Tenépatl (Malintzin, Malinche) es el doble nombre náhuatl de un personaje polémico, que ha sido tratado de muy diversas formas a lo largo de la historia. De sus dos nombres, el primero se refiere a la diosa de la hierba utilizada para cordeles y el segundo, añadido posteriormente por su familia, habla de una persona con gran capacidad de palabra.

Si vamos a los hechos, parece corresponder a una mujer de cierto linaje, indígena de una región fronteriza entre aztecas y olmecas, que capturada por traficantes de esclavos, fue venida a un negociante de Tabasco que a su vez la entregó, junto a otras mujeres, como esclava/tributo a Cortés. Este, tras bautizarla como Marina, hizo de ella su concubina pero, sobre todo, su traductora para relacionarse con los pueblos indígenas en su conquista de México, ya que hablaba náhuatl y maya y aprendió con facilidad el castellano. Tenemos testimonios de su presencia al lado de Cortés en un período que abarca entre 1520 y 1527, tanto en las crónicas de Bernal Diez del Castillo como en los testimonios aztecas (por ejemplo, el denominado Lienzo de Tlaxcala) Malinalli tuvo un hijo con Cortés, Martín Cortés, simbólicamente considerado el primer mestizo.

El personaje, novelado por Octavio Paz y Laura Esquivel, entre otros grandes de la literatura (también por otros menores, como Falconer o Jennings)  ha sido objeto de polémica durante siglos. Desde la independencia y casi hasta hoy, ha predominado la versión de la Malinche como la gran Iscariote, que diría el ocurrente faltón de turno. La Malintzin, en efecto, facilitó en gran medida el proyecto de conquista de Cortés y sería así una hipócrita capaz de vender a su pueblo por salvar la vida. “Malinchismo” ha sido multisecularmente el término despectivo para designar a quienes se considera traidores a su propia patria, vendidos al invasor extranjero que destruyó el mundo indígena. Algo mucho peor que nuestro casi aséptico –por comparación- “afrancesados”.

Y sin embargo, hoy, aparece un doble rostro de Malintzin, más en la línea de Paz, que la ve como la madre fundadora de la nueva nación, un México entendido como nación mestiza. Su condición de mujer excepcional, protagonista real de trascendencia histórica indiscutible, es glosada también desde una perspectiva feminista: la madre que engendra un mundo nuevo y al tiempo es la víctima de los agresores.

Pensaba en todo eso evocando la tragedia que viven en el Mediterráneo tantas nuevas Malinallis, que arriesgan sus vidas por sus hijos, muchas veces víctimas de violaciones que son al tiempo arma de guerra y/o precio de su aventura desesperadamente esperanzada. Madres capaces, como Malinalli, de abrazar dos mundos para dar a luz a uno nuevo, que es nuestra mejor oportunidad. Por eso deberíamos escucharlas, atender su mensaje, que nos propone  sabernos reconocer como lo que ya somos, mestizos y  aceptar esa savia nueva, en lugar de empeñarnos en sepultar a quienes son, sobre todo, portadoras de vida, del futuro de todos nosotros.

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