ESCRACHES SANTOS

 

Los santos escraches

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Por Javier De Lucas

Sí, otro cuarto a espadas sobre los escraches y además en el blog sobre derechos humanos. Pero es que esas prácticas que estamos viviendo  y que ahora son objeto de una fuerte campaña no ya estigmatizadora, sino criminalizadora, son sobre todo un instrumento que, como recordaba Fernando Flores, forma parte de la lucha por los derechos, y eso supone que puede colisionar y colisiona con otros derechos. Déjenme que les proponga  una perspectiva que no ha sido citada hasta ahora, que yo sepa.

Ya sabemos de nuestra capacidad selectiva para ver lo que queremos ver, aunque sea la mota de polvo en el ojo ajeno (o aunque haya que alzarse a lo alto de una tronera para ver a los que te ofenden con sus actos, como la monja del chiste) e ignorar la viga ante nuestros ojos. Me parece que algo de eso les sucede a los afamados defensores de los derechos humanos, curtidos en mil batallas por la lucha contra las dictaduras y siempre a favor  de las libertades de los más débiles, como la veterana defensora de la clase obrera Maria Dolores de Cospedal, la indomable lideresa Aguirre, el muy solidario señorito andaluz D. Javier  Arenas, la alcaldesa thatcheriana de las peras y las manzanas ytuttiquanti protagonistas de esa campaña de criminalización de quienes llevan a cabo escraches. Se trata, según denuncian escandalizados, de prácticas neonazis, fascistas, totalitarias, que amenazan el recinto sagrado, la intimidad del hogar, la privacidad y el respeto a personas que son nada menos que diputados o familiares. Pues bien, creo que no hace falta ser Funes el memorioso para darse cuenta de la capacidad selectiva de creación de la realidad social de todos ellos, que han sido ciegos, sordos y mudos frente a otros antecedentes inmediatos de escraches, eso sí, santos. Escraches que incluso han visto con buenos ojos, si no es que los han justificado o incluso alentado.

Sí, porque escraches fueron por ejemplo las convocatorias del pasado 12 de diciembre de 2012 (como cada día de los inocentes desde hace años) apoyadas y publicitadas por AES (el Partido Alternativa española), que se presenta como un “partido social cristiano” y sostenidas por la jerarquía de la iglesia católica y por movimientos cristianos próximos al fundamentalismo, para manifestarse ante clínicas donde se practican abortos –clínicas legales, por cierto, no clandestinas-. A través de esas organizaciones, de sus páginas web y de los medios de comunicación afines, como Intereconomía o la COPE  (con notable protagonismo de la intrépida periodista Cristina López Schlichting) etc., se dan todo lujo de detalles sobre las mismas y sus facultativos, con la misión de denunciar lo que califican de asesinato y aun de Holocausto, o “genocidio” –¿les suena?-. En esasmanifestaciones, como las ya tradicionales sentadas ante la clínica madrileña DATOR, no sólo se trata de reivindicar su interpretación del derecho de los no nacidos,  lo que es perfectamente legítimo, sino que se persigue señalar (escrache), e incluso insultar y aun y estigmatizar a los profesionales que transiten por ellas, calificados de criminales, infanticidas, genocidas, asesinos de los más inocentes. Y en no pocos casos, también a las mujeres, a las familias, que allí acuden.

Quienes tengan memoria recordarán que el fanatismo que muchas de esas convocatorias cultivan (aunque seguro que hay mucha gente que acude de muy buena fe y presidida por lo mejor del espíritu cristiano, la caridad, la piedad, la misericordia), conduce en no pocos casos a justificar la santa intransigencia, la cruzada contra quienes son presentados como encarnaciones del mal. No quiero criminalizar a quienes se oponen al aborto, insisto: la gran mayoría lo hacen de buena fe y seguro que incluso desde un intento de razonar científica, moral, jurídica y políticamente su posición. Pero sabemos de ejemplos en los que esas posiciones fanáticas han producido atentados y asesinatos. Hablo de casos por todos conocidos, como los ocurridos los EEUU y Canadá, donde también son muy activos movimientos provida fundamentalistas. Esos escraches pretendidamente santos pugnan, pues, con derechos fundamentales.

Dejémonos de campañas que alientan a tomar la justicia por la propia mano. El escrache puede ser y es en muchos casos sólo un ejemplo más de práctica de desobediencia civil, de lucha por los derechos. Si no deriva en comportamientos que dañan bienes jurídicos fundamentales, si se mantiene en las características de la desobediencia civil, no sólo no debe ser estigmatizado, sino que las molestias que ocasione deben ser tomadas como parte del coste de luchar por los derechos, de un lado, y de otro de quienes quieren ganarse el sueldo administrando el poder que les hemos delegado. Ni más ni menos.

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